En «Orgullo y prejuicio» (2005) se convirtió en el arquetipo del hombre soñado. Aquel Mr. Darcy acabó luego en brazos de Bridget Jones. El actor británico Colin Firth (1960) regresa a la cartelera en la segunda parte de «Kingsman» para interpretar a una especie de James Bond caballeroso, un papel en el que encaja a la perfección
24 sep 2017 . Actualizado a las 09:58 h.Colin Firth es el gran reclamo de Kingsman: El Círculo Dorado, la secuela de la película que en el 2014 descubrió una nueva agencia internacional de inteligencia independiente que opera al más alto nivel de discreción y cuyo objetivo principal es mantener a la humanidad a salvo. Tres años después de aquella aparición, Kingsman regresa con un gran elenco que debe enfrentarse al reto de ver al mundo tomado como rehén. El filme cuenta, de nuevo, con Matthew Vaughn tras las cámaras en un viaje que lleva a descubrir una organización espía en los Estados Unidos llamada Statesman, y la nueva aventura pone a prueba la fuerza e inteligencia de las dos organizaciones secretas; una élite que se une para derrotar a un despiadado enemigo común. Kingsman: El Círculo Dorado está también protagonizada por Taron Egerton, Channing Tatum, Jeff Bridges, Halle Berry, Julianne Moore, Mark Strong y Pedro Pascal. Colin Firth regresa en la secuela a pesar del desenlace de la primera entrega.
-¿Qué supone para usted volver a la acción en «Kingsman: El Círculo Dorado»?
-Para mí es maravilloso interpretar de nuevo al personaje porque soy muy amigo de todo el elenco y es una ventaja colaborar con gente que conoces.
-¿Cuál diría que es la gran diferencia entre ambas entregas?
-Creo que Matthew ha intentado mostrar la diferencia entre el estilo de espía americano, que se parece a un cowboy, y el estilo británico, mucho más caballeroso, a la manera de James Bond. Esa es la diferencia fundamental en la que se basa esta narración.
-Son espías muy diferentes a los que se ven habitualmente en el cine. Asesinan con un estilo muy particular...
-Mi personaje tiene mucho de James Bond, pero tal y cómo lo entiende Matthew. Me gusta trabajar con directores que tienen una forma de trabajar distinta, con los que no sabes que esperar. Me gustó tanto la primera entrega de esta saga que no dudé en participar en la secuela.
-Usted se hizo famoso dando vida, en la serie «Orgullo y prejuicio», a Mr. Darcy, un personaje que le ha convertido en el arquetipo del hombre soñado...
-Lo he interpretado de muchas formas posibles, pero es cierto que el arquetipo se asocia a mí, aunque no tenga nada que ver conmigo. Creo que ese personaje se ha convertido en un espejo de la realidad social que vivimos. Al mismo tiempo que yo estaba interpretando al Mr. Darcy de Jane Austen en la BBC, las columnas de Bridget Jones empezaron a publicarse en The Independent. De modo que yo, como Colin, era mencionado casi semanalmente en el periódico gracias a Helen Fielding, que escribía bajo el seudónimo de Bridget. Mi nombre formaba parte de su diario, estaba exactamente ahí. Después conocí a Helen en persona: yo estaba viviendo en Roma, y vino a entrevistarme como si ella fuera Bridget Jones. La entrevista apareció en la columna, luego formó parte del segundo libro. Y todo esto ocurrió antes de la primera película. Mi relación con el personaje de Bridget Jones se remonta a los 90, así que es comprensible que, a la hora de contratar a un actor para la adaptación al cine, me llamen a mí.
-¿Qué significa para usted mantener esa actitud del hombre ideal?
-Personalmente, no soy un hombre que se identifique con el establishment o la autoridad. No soy amigo de las reglas sociales, aunque haya gente que las prefiera o muchos de mis personajes se identifiquen con esa idea. Yo no soy los papeles que interpreto. Yo no me identifico con ese vecindario nacional británico cercano a la monarquía, en ese sentido no soy tan patriota.
-¿Cómo consigue mantener los pies en el suelo pese a ser una estrella de cine?
-Deberías conocer a la gente que tengo a mi alrededor, empezando por mi mujer. Entonces entenderías que no hay otra forma de ser que la humildad. Trato de vivir sin pensar en la fama que me rodea.