La ONG Aldeas Infantiles recibe el premio a la Concordia por su labor de acogida y educación de menores huérfanos o separados de sus padres en más de 130 países
20 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.En la misma Viena siniestra que aparece en El tercer hombre, hambrienta, empobrecida y asfixiada por los escombros, allí donde la película solo veía destrucción física y moral un joven estudiante de Medicina, veterano del frente ruso, decidió añadir esperanza. En 1949, Hermann Gmeiner fundó Aldeas Infantiles, una organización concebida para hacerse cargo de los millares de huérfanos que el desmoronamiento del nazismo y los años de la guerra habían dejado en Austria. En pocos meses, comenzó la construcción de su primer asentamiento en Imst, cerca de Innsbruck, y una expansión que ahora, 30 años después de la muerte de su promotor, ha llevado a la organización a tener presencia en 134 países del mundo. Por ese compromiso de no dejar a ningún niño crecer solo, librado a su suerte y en riesgo de ser víctima de engaños o abusos, la ONG ha recibido el premio Princesa de Asturias de la Concordia. El jurado encomió su labor en una época en la que el mundo experimenta una nueva oleada de conflictos internacionales.
«Nos han dado una oportunidad única para transmitir nuestro trabajo y concienciar a la sociedad de que estamos viviendo momentos muy duros para la infancia. En el mundo y también en España», explica el presidente de la rama nacional de la ONG, Pedro Puig. Aldeas Infantiles desembarcó en el país hace casi 50 años, en 1967, se constituyó formalmente como asociación en 1981 y funciona desde 1983 como entidad de utilidad pública. En el 2015, atendió con sus recursos a más de 24.500 menores: 6.600 en los centros repartidos por siete comunidades autónomas y cerca de 18.000 en los proyectos gestionados desde España para países de América y África. Mejor sería no tener tanta demanda. «No es normal que España sea el quinto país de la Unión Europea con más pobreza infantil», lamenta Puig.
Aunque no es su único programa, el rasgo distintivo de Aldeas Infantiles son esos asentamientos diseñados para criar a niños y niñas que sufren la falta de sus padres de forma que esa ausencia se note lo menos posible. La asociación no separa a los hermanos, sino que les busca un techo y los pone bajo la custodia de adultos que se hacen responsables de su cuidado y su crianza. Esos responsables a veces son parejas y a veces hombres o mujeres solos, pero la forma de actuar es siempre la misma, con el apoyo de un equipo de técnicos. «Se trata de que nuestros niños crezcan como los hijos de cualquier familia. Les damos de comer, nos preocupamos por sus tareas escolares y, una vez que acaban las clases, les llevamos a otras actividades: natación, música, idiomas...», resume Puig. La organización tampoco los deja a su suerte cuando alcanzan la mayoría de edad. Ayuda a los universitarios a pagar sus estudios y a organizarse cuando se van de las aldeas a vivir en colegios mayores o pisos compartidos con otros jóvenes.
Con el tiempo, la ONG ha creado otros muchos programas y servicios. Con uno de ellos, los centros de día concebido como escuelas de padres y lugares de mediación para resolver conflictos familiares desembarcará próximamente en Asturias. Esos lugares no son centros de acogida, sino espacios concebidos para evitar la necesidad de que los niños acaben separados de sus padres. Esas familias en riesgo, como los menores que llegan a las aldeas y pisos de la organización, son seleccionadas siempre por los servicios sociales de cada comunidad autónoma en la que está presente: Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Canarias, Cataluña, Galicia y Madrid. La organización española, en la que trabajan o colaboran más de 1.000 personas, gestiona también aldeas y proyectos en los países más pobres de América Central (El Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala), en otros países americanos (Perú, Ecuador, Argentina) y en África (Marruecos, Senegal, Guinea Ecuatorial).
En España no se viven las consecuencias de enfrentamientos armados ni de grandes catástrofes naturales y las circunstancias son distintas que las que se dan en esos proyectos internacionales, pero la crisis económica ha disparado las emergencias en los últimos años. Puig cita el estudio oficial del Instituto Nacional de Estadística (INE): un 35,4% de los españoles menores de 16 años viven en situaciones de riesgo de pobreza y exclusión. El porcentaje esconde más de 2,2 millones de niños que preocupan a todas las organizaciones que trabajan con la infancia. «El ritmo se ha acelerado desde el 2009, cuando los padres se empezaron a quedar sin trabajo y a tener problemas para pagar la hipoteca», expone.
Como parte de la junta directiva de la plataforma que agrupa a esas organizaciones pro-infancia, Aldeas Infantiles ha recorrido muchos despachos de políticos en los últimos meses. La plataforma impulsa la aprobación de una versión para los menores del Pacto de Toledo que garantiza las pensiones de los jubilados españoles. Lo llaman fondo social de reserva y, entre otras propuestas, incluye un aumento de las prestaciones públicas que reciben las familias desfavorecidas con hijos a su cargo. Las administraciones aportan ahora 24,50 euros por hijo a las familias con ingresos inferiores a 511 euros al mes. Las ONG reclaman que sean 100 euros por cada menor para cada familia cuyos ingresos estén por debajo de los 17.000 euros al año. La parte buena es que el nuevo Congreso se ha dotado de una comisión permanente dedicada a los derechos de la infancia y que se espera el mismo movimiento en el Senado. «Es una propuesta que permitiría reducir la pobreza infantil en un 30%. La mayoría de los partidos la han recogido en sus programas», explica Puig.
Incluso antes de recibir el premio, Aldeas Infantiles se encuentra cómoda en la sociedad española. El 80% de sus recursos proceden de las cuotas de sus socios o de donaciones privadas y solo el 20% sale de las aportaciones de las administraciones. La mayoría de quienes colaboran con la entidad son personas de ingresos modestos pero fieles en sus aportaciones de 10 o 12 euros al mes. Lo explica un Puig agradecido: «Venimos de todos estos años de crisis pero, incluso así, hemos conseguidos duplicar el número de niños que atendemos tanto dentro de España como fuera. No hemos tenido que cerrar ningún programa en todos estos años difíciles. La gente española es muy solidaria, eso dice mucho de nuestra sociedad. Sentimos el apoyo y el cariño de miles de personas».