El cuerpo técnico del Real Oviedo centra la semana en que el conjunto azul vuelva a ser un equipo competitivo
26 sep 2019 . Actualizado a las 14:04 h.El ascenso al fútbol profesional no ha cambiado ni un ápice la forma de trabajar de Javi Rozada. Quién haya visto al ovetense en los últimos dos años dirigir al Vetusta, no se habrá encontrado nada diferente estos días en los entrenamientos del primer equipo. El objetivo ahora es el mismo que con el filial, crear una identidad, pero esta vez el tiempo juega en contra. Por eso las preferencias cambian.
Si, al igual que en la primera sesión de la semana, los ejercicios para trabajar la presión tras pérdida fueron los protagonistas del entrenamiento matinal de ayer miércoles, el cuerpo técnico reservó para la tarde unos 70 minutos en los que se machacó una y otra vez las situaciones defensivas que tantos quebraderos de cabeza está dando al Real Oviedo en este fatídico inicio de temporada.
Adaptarse al contexto
El Vetusta no solo fue un equipo que mordía en la presión y recuperaba el balón cuanto más arriba mejor, también sabía qué hacer con el esférico cuando lo robaba. El ataque del filial azul era muy dinámico, con intercambios continuos de posiciones de los jugadores de los tres cuartos y habilitando líneas de pase para los mediocentros. Y eso se entrenaba.
Con un Real Oviedo sin rumbo y en un momento anímico crítico, Rozada debe elegir cuáles son sus preferencias a la hora de reconstruir al conjunto carbayón. Por lo visto esta semana en El Requexón, parece claro que acabar con la sangría de goles en contra (13 en 7 jornadas) y con esa sensación de inseguridad permanente que arrastran los azules desde la primera jornada, y que no parece compatible con la competición, es la mayor de las urgencias.
«Esta zona tiene que ser sagrada, nos están matando aquí», decía el técnico azul en la mañana de ayer señalando los espacios entre el centro del campo y la defensa. Reducir al máximo esos metros y no dar respiro al rival es una de las grandes obsesiones del cuerpo técnico a cuatro días de recibir al Real Zaragoza (Carlos Tartiere, 18:30 horas).
Para trabajar todo tipo de situaciones defensivas, tanto en igualdad como en inferioridad numérica, Rozada preparó para la sesión vespertina un partido condicionado cuya principal premisa era que uno de los dos equipos defendiese en pocos metros, coordinado y atento a cualquier cambio de guion. Tapar los pasillos interiores para que el rival juegue por fuera (el técnico estuvo encima de los laterales, especialmente de Lucas, en este aspecto) y las vigilancias de los centrales a los puntas copaban todas las indicaciones.
Los equipos eran los siguientes: Champagne; Lucas, Carlos, Christian, Diegui; Omar, Lolo, Tejera, Bárcenas; Joselu y Ortuño por un lado y Alfonso; Nieto, Javi Fernández, Ugarte, Mossa; Sangalli, Jimmy, Cortina, Saúl; Borja e Ibra por el otro.
Mientras que Rozada, siempre con un balón en la mano, interrumpía el juego de manera aleatoria, unas veces para corregir y otras para originar una nueva situación cantando el número de miembros del equipo a los que le tocaba defender (los laterales y centrales eran cuatro, con el doble pivote seis y si añadías a los extremos siete u ocho), Benavides ordenaba al equipo en cuestión defender un centro lateral desde cualquier costado o un balón frontal en cualquier momento del ejercicio.
Si bien el principal reto era evitar el gol rival, no se descuidaron las transiciones ofensivas. Pocas conducciones, pases sencillos (orden dedicada a los miembros del doble pivote) y casi siempre verticales, esas eran las exigencias del cuerpo técnico para tejer el contrataque. A sabiendas de que actualmente la moral es frágil y los errores duelen el doble, Rozada no quiere correr riesgos y llegar lo más rápido posible a los Borja, Saúl, Omar, Bárcenas u Ortuño parece básico.
Los refuerzos positivos
No hubo mucho silencio estos días en El Requexón. El cuerpo técnico no para de dar indicaciones una y otra vez, parando los ejercicios cada vez que ven algo que no les gusta e insistiendo mucho para que el mensaje llegue al futbolista. Y para ello también es necesaria una comunicación positiva.
Cada vez que cualquier jugador realizaba una buena acción, sea un despeje frontal, una presión agresiva o un circulación rápida y efectiva, Rozada, Benavides y Alberto Martínez aplaudían y felicitaban al futbolista de turno. Algo que, por cierto, se contagiaba al resto del equipo, muy metido durante todo el ejercicio y hablando mucho entre ellos.
«Cero goles este equipo, cero», gritaba el técnico del Real Oviedo al término de los primeros 20 minutos, remarcando el buen trabajo defensivo de uno de los equipos e intentando motivar al siguiente. Tapar las grietas, ese es el gran objetivo en la primera semana completa de entrenamientos con Javi Rozada al frente del primer equipo azul.