Artículo de opinión de Cristian Padilla
21 mar 2018 . Actualizado a las 14:24 h.Llegó la hora de la verdad. Se aproximan esos diez últimos partidos de liga regular en los que está en juego toda una temporada. La experiencia en Segunda nos ha hecho ver que de poco o nada sirve lo que hayas hecho en las primeras tres cuartas partes de la competición. Únicamente para corregir defectos y no descolgarse de una pelea en la que, a estas alturas, participa media categoría.
Desde nuestro ascenso en 2015, si un equipo ha sufrido esta realidad de la División de Plata es el Real Oviedo, único equipo que sabe lo que es tirar por la borda su ventaja en este tramo decisivo de la competición durante dos temporadas consecutivas. Dos precedentes que deben servir como lección para no repetir errores.
Afortunadamente, esta temporada el bajón ha llegado más pronto, con tiempo de reacción para corregir fallos y alejar viejos fantasmas. En las últimas jornadas, el Oviedo había pasado de ser imbatible a sacar a la luz sus carencias, que no son pocas, y a ser penalizado en exceso. Los rivales habían detectado cómo hacer daño a un equipo que se había vuelto previsible. Había que cambiar algo.
Frente al Granada, las bajas y la necesidad de reinventarse propiciaron de forma obligada los cambios. Y, pese a que el juego no fue brillante, el equipo volvió a la senda de la victoria, ante un rival directo que también sacó sus carencias a relucir. Pudimos ver que algunos jugadores como Mariga, Cotugno o Steven pueden ser perfectamente válidos. Será necesario contar con recambios para dosificar esfuerzos y llegar más frescos a la recta final.
A estas alturas, en una competición tan larga, prima más la fortaleza mental y el oficio que la calidad y, en eso, el Real Oviedo ha demostrado a lo largo de la temporada estar por encima del resto. Si volvemos a ser ese equipo, ordenado y peleón, que tapaba sus carencias sacando a relucir la de sus rivales, tendremos mucho ganado.
Todos los aspirantes cometerán errores. El éxito no estará en acertar más, sino en fallar menos. Y, en esa ardua tarea, da confianza ver que en el banquillo está Anquela, un experto en gestionar la montaña rusa de emociones que es transitar durante 42 jornadas por una Segunda División que, llegado el momento decisivo, estará «para el que la quiera», como dice él. ¡Hay que quererla!