Los dueños de los perros de Castrillón, en «pánico» tras la aparición de bolas de pan con alfileres: «Podría comerlo un niño»

Nel Oliveira
Nel Oliveira PIEDRAS BLANCAS

ASTURIAS

Varias propietarias de perros en el parque de la avenida Alcalde José Fernandín, en Piedras Blancas
Varias propietarias de perros en el parque de la avenida Alcalde José Fernandín, en Piedras Blancas

La Policía Local investiga quién puede andar detrás de este delito, que podría acarrear hasta dos años de prisión: «Es una forma muy cruel de acabar con los pobres animales, que no se meten con nadie»

13 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Hay que andar todo el rato mirando al suelo; y ya no es por los perros, es que podría comerlo un niño». De esta forma tan gráfica lamentan varias propietarias la aparición, la semana pasada, de varias bolas de pan con alfileres en las zonas de La Libertad y la avenida Alcalde José Fernandín de Piedras Blancas. La Policía Local se encuentra investigando quién puede andar detrás de un delito contra la salud pública —que podría acarrear hasta dos años de cárcel— mientras los dueños sacan a pasear a sus canes con «pánico».

Los dueños de muchos perros en Piedras Blancas optan por pasear a sus perros por varias zonas de la ciudad donde el espacio es amplio para que puedan jugar y correr sin miedo a encontronazos. Desde el parque de La Libertad o el parque de perros situado en la avenida Alcalde José Fernandín hasta el terreno que se encuentra detrás del estadio municipal de Ferrota. Todos ellos, hasta ahora, eran espacios seguros para animales. Sin embargo, la aparición de bolas de pan con alfileres, sumado a varios intentos de envenenamiento meses atrás, ha puesto en alerta a los dueños albipetrinos.

Ayer, un grupo que suele coincidir cuando sacan a sus mascotas lo comentaban en el propio terreno donde aparecieron las bolas de pan. «Ahora tenemos que ir todo el rato pendientes sin quitar la vista del suelo cuando antes sacabas tranquilamente al perro», lamentaba Olga Santos, dueña de «Marino», un mestizo de seis años. «Aunque el perro vaya atado siempre va olisqueando y en un descuido puede coger cualquier cosa que haya en el suelo», comentaba Santos al grupo. «Yo tengo pánico. Hace poco vimos comida envenenada por la misma zona», le respondía Ángeles Fernández, propietaria de «Urko», un golden retriever de 15 años.

Mientras todas las integrantes comentaban lo sucedido, en el parque canino de José Fernandín se podía apreciar como otros dueños paseaban a sus perros siempre con la vista puesta en el terreno a modo de precaución por si encontraban algún que otro elemento extraño que se pudieran echar a la boca. «Esto tiene que ser alguien que lo hace en la oscuridad de la noche, que es cuando puedes tirar el veneno sin que te vea nadie», lamentaba María Oliva Fernández, también en el grupo y dueña de una border collie llamada «Sira». «La verdad que es una forma muy cruel de acabar con los pobres animales, que no se meten con nadie. Si no te gustan pasa de ellos y respétalos, como con las personas. ¿No?», comentaba Isabel Prado al grupo junto a su chihuahua «Sam», de once años.

«Si no te gustan los perros pasa de ellos y respétalo, como con las personas»

«Conocemos a un chico que traía a su golden todos los días y desde que un día se envenenó con un trozo de comida ya no lo volvió a traer. El pobre perro estuvo a punto de morir», recordaban las mujeres, preguntándose entre ellas quién podría andar detrás tanto de los intentos de envenenamiento como de la puesta de las bolas de pan con alfileres dentro. La dueña de «Bufi», Carmen González, también en la conversación, lamentaba que su mascota «siempre se marcha a comerlo todo y ahora me asusta mucho». «Para algo tan pequeño comer alfileres lo puede destrozar por dentro», apenaba.

Mientras los dueños pasean a sus mascotas con la máxima alerta, la Policía Local de Castrillón se encuentra investigando —después de que un vecino pusiera en su conocimiento la aparición de estas trampas —quién puede haber detrás de estos hechos, que pueden constituir un delito contra la salud pública con penas de hasta dos años de prisión.