Fernández reivindica a la generación de la Transición que «reinventó» la identidad española «como cívica»

La Voz

ASTURIAS

El socialista Adrián Barbón, que ha tomado posesión de su cargo como jefe del Ejecutivo asturiano, felicitado por el presidente saliente del Principado, Javier Fernández (d), en presencia de la ministra de Sanidad en funciones, María Luisa Carcedo.
El socialista Adrián Barbón, que ha tomado posesión de su cargo como jefe del Ejecutivo asturiano, felicitado por el presidente saliente del Principado, Javier Fernández (d), en presencia de la ministra de Sanidad en funciones, María Luisa Carcedo. Alberto Morante

El presidente saliente desea «suerte» a su sucesor y señala que «a veces hay que defender a la sociedad de aquellos que con la razón en la mano tienen demasiada prisa por hacerla perfecta»

20 jul 2019 . Actualizado a las 17:07 h.

El presidente saliente del Principado, Javier Fernández, ha recomendado en su despedida de la política alejarse de «las narraciones polarizadas y desintegradoras» y ha advertido de que «la exaltación del fragmento y el canto a la diferencia siempre ha sido uno de los ejercicios favoritos de los viejos enemigos de las ilusiones colectivas».

En su intervención este sábado en el acto de toma de posesión del nuevo jefe del Ejecutivo asturiano, Adrián Barbón, Fernández, que deja la política tras siete años en la Presidencia del Principado, ha expresado su «profundo agradecimiento» a todos los asturianos y sus «disculpas» a los que se hayan sentido «defraudados y olvidados».

Fernández ha reconocido que «no hay más ex que un expolítico, pero no hay nadie tampoco que sepa como él que la política necesita fuerza, energía, reflejos, inteligencia, conocimiento, pasión y optimismo», y también suerte, algo que ha deseado a Barbón «de todo corazón».

El expresidente del Principado ha recordado que hace siete años afirmó que no llegaba para «abrir un tiempo nuevo» porque se sentía «deudor» de los que le habían precedido, «unos gobernantes marcados por un tiempo político en el que la identidad española se reinventó a sí misma como cívica, democrática y constitucional».

Al pasar el testigo a un presidente 30 años más joven, ha reconocido que le gustaría «que se recordara a aquella generación que llevó a la calles y a las aulas el sueño ilustrado de la España moderna» y que «inició la andadura por un camino distinto» en la transición.

Fernández, quien ha valorado que Barbón haya reiterado en varias ocasiones que hace suyo el consejo del también expresidente Pedro de Silva de «no dejarse atrapar por los vapores de la vieja Asturias», ha recomendado no dejarse confundir por aquellas «emanaciones que envueltas en leyendas patrióticas y fragancias místicas que empujan a la política hacia el pegajoso rincón de las emociones y derivan en narraciones polarizadas y desintegradoras».

El exjefe del Ejecutivo asturiano ha advertido de «los relatos que permiten imprimir un sentido de pertenencia que se funda contra el otro, los que dibujan con patrones culturales los perímetros de la ciudadanía y los que buscan en la identidad y la diferencia el fundamento mismo de la sociedad política», algo que le hace pensar en lo que ocurre en Cataluña y el estrés al que se ha visto sometido el modelo territorial.

Frente a ello, ha afirmado que «la identidad asturiana no compite con la española por hacerse un hueco en el mercado de las lealtades, sino al contrario se funde con ella, en una ciudadanía que trasciende de los vínculos y nos remite a un nosotros más auténtico, más fraterno y más profundo que todo aquello que nos hace distintos», recogió EFE.

Javier Fernández ha reconocido que sus intervenciones siempre han estado «entreveradas de abstracciones y de racionalidad» porque es «incondicionalmente racionalista».

Por ello, ha considerado que «a veces hay que defender a la sociedad de aquellos que con la razón en la mano tienen demasiada prisa por hacerla perfecta».

Fernández ha admitido que «los sentimientos y las emociones forman parte del misterio de la política» y ha admitido que «ahora van ganando de los que prefieren sentir a comprender».

Sin embargo, ha confiado en que la esperanza, «que es enemiga de los utopismos, de la irracionalidad y de las soluciones mágicas, volverá de la mano de aquellos que saben que la exaltación del fragmento y el canto a la diferencia siempre ha sido uno de los ejercicios favoritos de los viejos enemigos de las ilusiones colectivas». Y cerró su dicurso deseando «suerte» a su sucesor.