El presidente del Comité de las Regiones defiende en Oviedo un mayor protagonismo de los poderes autonómicos
25 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Karl-Heinz Lambertz (Eupen, Bélgica, 1952) tiene una de esas biografías difíciles de imaginar si no se hubiera inventado la Unión Europea. Miembro de la minoría alemana de su país, tiene una formación como jurista en dos de las universidades más antiguas y sonoras del continente: Lovaina y Heidelberg. En Bélgica, es una figura importante, uno de los miembros del triunvirato que intentó sacar al país del impasse constitucional cuando la ausencia de gobierno se prolongó durante un año y medio. Ahora aplica su experiencia en el Comité de las Regiones, el organismo que agrupa a los poderes territoriales de la Unión. Miembro de la familia socialista, en breve estrenará su medio mandato como presidente en sustitución de un afiliado al partido popular europeo. Va a pasar dos días en Oviedo para participar en el encuentro de parlamentos regionales de toda Europa organizado por la Junta General. Sabe que le tocará abordar las consecuencias del brexit y el principal ingrediente de su receta para hacerlo es más cohesión.
-¿Qué pasa en Bruselas después del brexit?
-Es evidente que el brexit será un gran aspecto de la política europea en los próximos dos años. Hoy nadie puede decir aún cómo será el final de las negociaciones. No ha sucedido nada en un año y ahora la decisión original se ha mezclado con el resultado de las elecciones británicas, lo que quizá es una simplificación. Ya sabemos que estamos donde estamos. Desde nuestro punto de vista como regiones, tenemos dos cosas que decir. En primer lugar, no estamos a cargo de las negociaciones. Son Michel Barnier y su equipo, y solo ellos, quienes tienes que negociar porque es muy importante que tengamos una posición coherente. Pero nosotros estamos verdaderamente preocupados por este asunto, tanto las autoridades locales y regionales en Gran Bretaña como en los 27 países restantes. Hay muchos intereses en juego tan complejos como diferentes. Estamos en contacto con Barnier para que nos transmita sus conclusiones y su posición. Además, hemos emprendido nuestras propias misiones, con dos viajes a Gran Bretaña y uno a Irlanda. Hemos visitado el Parlamento de Escocia, que está en contra del brexit y tiene grandes problemas. Buscamos soluciones. Y el caso especial es el de la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, que tiene grandes implicaciones políticas. Lo mismo sucede con el paso de Andalucía a Gibraltar. Algunas fronteras internas pasarán a ser externas. Es muy complicado y, cuando eso suceda, tendrá efectos inmediatos. Y no pueden hacerse comparaciones con Suiza. El futuro depende de si puede alcanzarse algún acuerdo.
-¿Hay miedo en las regiones a perder posiciones en ese escenario nuevo?
-Nos llegan informaciones desde diversos países sobre las consecuencias del Brexit. Por ejemplo, en Bélgica, mi país, Flandes tiene muchísimas relaciones comerciales con Gran Bretaña. En España, hemos hablado con la provincia de Alicante, donde hay más de cien mil ciudadanos británicos que viven permanentemente. Es un gran porcentaje de la población. Seguiremos resumiendo y poniendo en común todos esos casos especiales para informar lo mejor que podamos al equipo negociador. Ya veremos lo que sucede en las fases posteriores una vez que demos el primer paso.
-¿Tiene propuestas para los negociadores de Barnier?
La segunda preocupación atañe a la futura cooperación entre Gran Bretaña y la Unión Europea. Quizá tengamos más posibilidades entonces de hacer propuestas concretas, pero me parece una decisión correcta dejar esa parte hasta que haya una decisión sobre la separación. Primero las cuestiones principales sobre la separación y después una nueva área de negociaciones sobre el futuro. El equipo británico puede que lo vea de forma un poco diferente. Aquí habrá un conflicto de intereses.
-¿Se resentirán el presupuesto global y los fondos para las regiones?
-Las consecuencias financieras no estarán de inmediato sobre la mesa. Se harán evidentes cuando discutamos el próximo presupuesto de la Unión. Ahí la prioridad del Comité de la Regiones será intentar defender, de manera general, que el 1% del PIB europeo no es el presupuesto adecuado para un gran proceso integración. No sé si habrá un avance a corto plazo en esa materia, pero personalmente estoy convencido de que debemos progresar si queremos vincular nuevas misiones para la UE y los medios para pagarlas.
-Asturias teme expresamente por los fondos de cohesión y ya busca socios para una posición unánime en defensa de su continuidad.
-El Comité de las Regiones, y el conjunto de la Unión, sin una política fuerte y estable de cohesión, nunca tendrán éxito. Una UE sin cohesión no es para nada la unión que queremos tener. La cohesión debe ser parte del futuro. Discrepamos absolutamente de quienes imaginan lo contrario. En el pleno de mayo el Comité fijó sus principios y ahora seguiremos añadiendo otros paso por paso. Ahora nos preocupa la colaboración transfronteriza. Queremos alianzas fuertes en toda Europa a favor de la cohesión con socios que peleen por nosotros. A partir de este octubre, en el Comité habrá un debate todo los años sobre el estado de las regiones y las autoridades locales europeas. Será una gran ocasión en la que participarán los líderes europeos. Porque el Comité no es solo una asamblea de 350 miembros. Somos representantes de todas las regiones y es muy útil que los presidentes de las regiones o los alcaldes de las ciudades, gente que tiene muchas cosas que decir, se asocien a nuestros debates incluso aunque no sean miembros. Necesitaremos una fórmula especial para incluirlos, pero la encontraremos. Es una gran prioridad para los próximos dos años.
-¿Se echarán a perder algunos proyectos?
-Solo puedes organizar proyectos con tus fondos si alcanzas cierto nivel de retorno financiero. Necesitamos un enfoque complementario. Y adoptar una flexibilidad inteligente en los criterios de déficit y deuda pública. Se dan casos en que no alcanzas tus objetivos de cohesión porque no puedes cofinanciarlos. Necesitamos una integración mejor de las regiones en los debates sobre los asuntos relacionados con el presupuesto comunitario. Cada estado debe encontrar su propia forma de asociar a sus regiones y necesitamos la flexibilidad si de verdad queremos combatir el desempleo y tener inversiones más inteligentes, especialmente en nuestros sistemas educativos, que son una atribución esencial de las autoridades regionales.
-¿Puede hablar el Comité de las Regiones con una sola voz cuando agrupa a regiones del tamaño de Asturias con superpotencias como Flandes o Baviera?
-En la mayor parte de los asuntos, hay aspectos acordados y diferencias. Peor las posturas solo depende de la dimensión de las regiones. Como regla general, necesitamos que la política europea tenga más en cuenta a las regiones. A veces sus intereses pueden ser intereses, dentro de un estado o fuera de él. En esos casos, siempre intentamos alcanzar compromisos inteligentes. Si no los encontramos, intentamos convencernos con una votación. Pero alcanzar posiciones comunes es más fácil de lo que parece. La política de cohesión es buen ejemplo. Tiene una buena mayoría. Las regiones pobres, o quizá deberíamos decir las menos ricas, porque ninguna es pobre de verdad, entran en los compromisos.
-Con el Tratado de Lisboa, el Comité ha ganado poderes. ¿Le resulta más fácil hablar con las autoridades de la Unión de lo que habría sido antes?
-El Comité se fundó en 1994 con el Tratado de Maastricht. El Tratado de Lisboa nos ha dado mayor responsabilidad. Siempre hemos tenido debates internos, como estos días en Oviedo, sobre nuestros futuros poderes. No somos los únicos que pueden tomar decisiones en Europa, pero sí queremos ser un poco más implicados… A veces surge el concepto de un senado europeo de las regiones. Pero en este momento, la prioridad no esa esa porque no hay sobre la mesa ninguna discusión sobre las instituciones de la Unión. Personalmente, yo estoy convencido de que debemos preocuparnos sobre las causas de que algunos ciudadanos ya no crean en el futuro de Europa. Debemos estar preparado cuando llegue el momento de los cambios, eso sí. Pero de momento, tenemos que convencer a todo el mundo de las ventajas económicas, intelectuales y emocionales de avanzar en Europa.
-Y usted que está en contacto con tantas circunstancias diversas, ¿qué prefiere para el futuro de la Unión: el avance conjunto o las varias velocidades?
-Existe un valor en la integración y en la asociación de los gobiernos y los parlamentos regionales. No sé si en el futuro avanzaremos los 27 países a la vez o a varias velocidades. Pero lo más importante es definir en qué dirección queremos ir. Y, si no podemos ponernos en marcha juntos, siempre debe haber la posibilidad de que se unan al tren los que empiecen más tarde. El principio de unanimidad en los asuntos fundamentales es un problema grande. No podemos dar a alguien que no está de acuerdo con la dirección que todos los demás desean tomar el poder de detenerlos con un veto.
-¿Cree posible una marcha atrás en el brexit?
El brexit impone la necesidad de un nuevo comienzo. Un actor principal ya no va a estar en la mesa, hay nuevas condiciones financieras… Pero también es importante entender que había razones en el brexit. No es una completa locura británica. No sé si tomaremos decisiones que permitan un nuevo comienzo. Pero tenemos que escuchar lo que la gente dice en Escocia o en el Gran Londres.