Rubén Cano, coordinador de la misión de Cruz Roja en Ucrania: «Tenemos miedo de que el conflicto entre en las crisis olvidadas»
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Alerta de que el próximo invierno será muy duro y hace un llamamiento a la comunidad internacional para que no frene el envío de ayuda
22 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Rubén Cano (Burgos, 1967) comenzó en Cruz Roja para hacer la prestación social que sustituía a la mili y ya se quedó en la oenegé como voluntario. Su primera misión tuvo como destino Colombia. Era para cuatro meses, pero ya lleva un cuarto de siglo y ahora se ha convertido en coordinador regional de operaciones humanitarias de Cruz Roja, como la que ahora gestiona en Ucrania desde Hungría tras la invasión rusa. Antes recorrió medio mundo con experiencias en el Caribe, Sri Lanka, Indonesia, Panamá o Grecia. Ese bagaje lo pone ahora al servicio para tratar de paliar el drama humano que se vive en Ucrania. La pasada semana hizo una parada en Ourense para explicar sus vivencias.
-¿Cómo se está gestionando la ayuda humanitaria en Ucrania desde que se inició el conflicto bélico?
-Hay que tener en cuenta el impacto de esta guerra en términos de millones de desplazados, de millones de refugiados en el resto de Europa. En este momento tenemos miedo de que este conflicto entre en lo que llamamos las crisis olvidadas. Hubo una solidaridad muy fuerte al principio, pero detectamos un cierto cansancio y que está cayendo un poco en el olvido. Eso nos da miedo, porque se nos están acabando los recursos económicos para seguir ayudando a los ucranianos.
-¿En qué están centrando la cooperación desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania?
-Hubo más de seis millones de ucranianos que abandonaron el país y que llegaron a Polonia, a la República Checa, a Hungría. Son países que no estaban muy acostumbrados a acoger refugiados, como puede suceder en España que ya lleva décadas haciendo esto. Hemos estado ayudando mucho a la Cruz Roja de estos países. Por ejemplo, en el caso de Polonia, hubo más de un millón de refugiados. Dentro de Ucrania nos hemos centrado en llegar a los desplazados. Hay varios millones de personas que han huido de la guerra hacia el oeste y al norte del país, donde están más a salvo. Ahí se les ha apoyado con el alojamiento, por ejemplo, ya que había un programa muy importante para que otras familias ucranianas pudieran acoger a estas personas. También se está haciendo un gran trabajo de apoyo a los desmovilizados y a los mutilados, porque hay mucha gente que vuelve de la guerra con traumas psicológicos y físicos.
-¿Cuál es su función dentro de todo este operativo?
-Tengo un trabajo más de control, seguimiento y apoyo desde Hungría. Dentro de Ucrania tenemos el país dividido por regiones y las diferentes Cruz Roja de los países nos repartimos el territorio, salvo en la zona de guerra, que ahí es el Comité Internacional de la Cruz Roja quien ayuda porque es más complicado trabajar.
-¿Cada día que pasa la complejidad de la misión aumenta?
-La situación fuera de Ucrania está más o menos estabilizada, en países como Alemania, Polonia o España donde los refugiados ya han sido integrados y en muchos casos están trabajando. Pero en el caso de Ucrania nos encontramos con un doble problema. Por una parte, tenemos que tener en cuenta que todo el presupuesto del Gobierno de Ucrania va a la defensa actualmente. Entonces, todo lo que es salud, educación, programas sociales, etcétera depende completamente de la ayuda internacional. Además, hay una crisis económica, porque un tercio de la población se ha marchado y hay muchas zonas del país donde no se puede, por ejemplo, cultivar. La economía lógicamente no es que sea muy boyante, porque hay que tener en cuenta que estamos ante un conflicto que dura ya diez años desde la invasión de Crimea en el 2014.
-¿Se puede hablar de una crisis humanitaria cronificada?
-Sigue habiendo bombardeos todos los días y una línea de frente de guerra que tiene 1.200 kilómetros. Es enorme, porque es como si fuésemos desde Ourense hasta Cataluña y luego bajásemos a Andalucía. Mucha gente se ha marchado, ha abandonado sus casas y sus cultivos. El propio Gobierno no tiene recursos con los que atender las necesidades y la solidaridad internacional va llegando, pero ahora está un poco en cuestión. Hay que tener en cuenta que el panorama político internacional es muy inestable y la Unión Europea tiene que elegir una nueva comisión y ya veremos cuál es la dirección que toma. En Estados Unidos, como sabemos, en noviembre, tenemos también elecciones y eso puede influir mucho en los niveles de ayuda que van a llegar a Ucrania en los próximos meses.
-Usted que ha vivido en 25 años tantas misiones humanitarias, ¿cuál cree que es la mayor complejidad del conflicto en Ucrania?
-El enorme dilema que tenemos todos y, especialmente, la población de Ucrania. Por una parte, parecería que la solución lógica sería una negociación, en la que seguramente Ucrania tendría que perder una parte de su territorio, lo cual es inaceptable para los propios ucranianos e incluso también para la comunidad internacional, porque supone una ruptura del derecho internacional existente. Pero, por otra parte, esto es una sangría, que al propio país le es muy difícil de mantener. Ahora estamos viendo que están bajando la edad de reclutamiento. Los jóvenes, por supuesto, quieren a su país y quieren defenderlo, pero dudan de perder su vida y su juventud luchando en una guerra que parece que está estancada y que no avanza hacia ningún lado.
-¿Qué visión tienen los ucranianos de la cooperación internacional?
-Creo que se sienten arropados y apoyados, aunque siempre todos querríamos más ayuda humanitaria. Creo que hay un cansancio político también y aunque no puede haber elecciones, seguramente el Gobierno ucraniano no tiene el apoyo que se pueda pensar entre la población. La situación es muy difícil y estamos en un momento de espera a ver qué pasa a finales de en Europa y en Estados Unidos. A principios del año que viene podemos vivir cambios y esto tiene que romper por algún sitio. La previsión es que este invierno pueda ser particularmente duro, porque los rusos han bombardeado distintas infraestructuras energéticas y demás, y se espera que continúen haciéndolo para castigar, si cabe más, a la población este invierno que viene e intentar poner más presión en el Gobierno de Kiev. Creo que nos esperan meses duros en Ucrania y que en algún momento tiene que romper la situación por algún lado.
¿En su trayectoria cuál ha sido la experiencia más compleja que ha vivido?
-A nivel personal, el año pasado cuando fue el terremoto de Turquía yo estaba allí y ese mismo día murió mi padre en España. Por compromiso me quedé porque tenía que articular toda la respuesta de la Cruz Roja, pero fue un momento duro personalmente por querer estar en dos sitios a la vez y no poder. A nivel de catástrofe, siempre digo que mi trabajo empezó a resultar realmente duro cuando tuve hijos. Por ejemplo, cuando estaba en Grecia y veía a los niños sirios en qué condiciones vivían, pues a mí se me caía el alma al suelo.