Muchas familias tuvieron que elegir entre comer en Nochevieja o todo el mes de enero
04 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Más de 40 vagabundos o personas que viven en las calles de La Habana Vieja —de los muchos que proliferan en los últimos tiempos por toda Cuba— disfrutaron de una cena decente en los últimos días del 2023 gracias al Proyecto Humanitario Aliento de Vida, una iniciativa privada que ayuda a personas sin recursos, en medio de una escasez que afecta a casi todos.
«Viviendo en un país donde abunda el desamparo en todas las esferas sociales, unos pocos nos hemos dado a la tarea de ayudar con lo que podamos», dice Yamilka Lafita, una de las hadas que hicieron posible ese pequeño milagro. Estas fechas añaden dolor al panorama. «Las comidas de estas fiestas en la isla, para los que las pudieron hacer, tuvieron un matiz frío y doloroso, las familias rotas son el plato fuerte», asegura.
Con poco o nada que celebrar, millones de cubanos se las vieron negras para poner la mesa en Nochevieja o los primeros días del nuevo año. La cena típica de esos días, con carne de cerdo y arroz congrí, se volvió inalcanzable para muchos. Algunos previsores y con un poco de suerte, como Armando Arencibia, hicieron la compra con bastante antelación. «A principios de noviembre compré carne de cerdo antes de que subiera más... y a la nevera a esperar», dice.
Mabel Cuesta, una cubana residente en Estados Unidos, explica la situación que encontró al visitar a su familia en la isla. «La carne de cerdo en Matanzas el Gobierno la vendió a 400 pesos la libra. Asignó 5 libras a cada familia. Un total de 2.000 pesos. El retiro de los ancianos [la pensión] es de 1.500 pesos». En otros lugares, ese precio se multiplicaba por tres.
Una matemática que no da tampoco para los trabajadores, que perciben un salario medio de unos 4.000 pesos, equivalente a unos 15 euros al cambio informal.
En estos festivos, en muchos hogares estuvo ausente hasta el arroz, indispensable en la dieta cubana ante la falta de otros productos. En el mes de diciembre no se vendió completa la cuota normada, ya de por sí insuficiente. Y el precio de un kilogramo en el mercado privado superaba los 500 pesos, cuenta Nelson Álvarez, conocido como El porfiao.
«Un día antes de fin de año tenía solo pan viejo y unos pocos frijoles» en la nevera, cuenta este técnico habanero sin trabajo regular actualmente, por sus críticas al régimen en redes sociales. «Este fue probablemente el último 31 de diciembre que pasé con mi hijo de siete años, que se irá pronto del país, y no lo pude celebrar», dice. «Pero no soy un caso aislado, ninguna familia común pudo darse el lujo de comprar comida a los precios actuales, porque se encontraban en la disyuntiva de comer el 31 o todo el mes de enero. Esto ya no es crisis, sino descalabro total, es invivible», dice, mientras muestra una botella plástica de ron peleón que vendió el Estado en casi 400 pesos. «Y algunos no pudieron comprarla porque no podían gastarse ese dinero en eso», asegura.
Ni siquiera fue fácil para los de ingresos un poco más altos, como Raúl, empleado del sector privado. «Cenamos bien gracias a mi hija que vive en España y me mandó lo necesario para una buena y abundante cena. Mi esposa y yo tenemos entre los dos un salario de 22.000 pesos mensuales y si no fuera por mis hijos que viven fuera, no llego a fin de mes.»
Ese apoyo de la diáspora fue vital. «Mi padre y mi tío en Cuba solo con su pensión no estarían vivos ahora mismo. Cenaron con la compra mensual (esta vez más reforzada) que mi hermano y yo les mandamos desde Oviedo y Estados Unidos», dice Susana de la Cruz.
Erick Muíño pasó el último día del año en familia. «Con ayuda de mi padre, que vive en Lugo, pude comprar cerdo deshuesado en la red de tiendas en divisas, a precios muy altos. Y él nos envió otros productos que compró por una plataforma online».
Pero muchos coinciden en que lo más triste no fue la frugalidad de las comidas, sino las sillas vacías por el éxodo masivo de los últimos dos años, la desesperanza y la incertidumbre con que hoy viven los cubanos.
«Hicimos una llamada grupal con mi nieto, que se fue en febrero llevándose con él nuestra alegría, hicimos malabares con las lágrimas fingiendo despreocupación y felicidad», cuenta Cary Cruz. «Se podía palpar la tristeza y la desidia donde quiera esta vez. Ni en los crudos años del período especial, ni en los horribles de la pandemia, se esperó un año nuevo así» afirma. «Cuba es un país sumido en una profunda desesperanza en el que su población solo se aferra a sobrevivir o escapar, no creo que el 2024 sea mejor», vaticina Yamilka Lafita. Así comienza Cuba el año nuevo. El 1 de enero se cumplieron 65 años del triunfo de la revolución castrista, un aniversario que la mayoría ha preferido olvidar.