La amnistía de 1977: la piedra angular de la reconciliación para llegar a la democracia
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La ley, muy diferente a la que se plantea ahora y aprobada con un amplio consenso, fue decisiva para la Transición y supuso la deslegitimación del franquismo
08 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.«Nosotros considerábamos que la pieza capital de esta política de reconciliación nacional tenía que ser la amnistía. ¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?». Así defendió en el Congreso el 14 de octubre de 1977 la Ley de Amnistía Marcelino Camacho, el histórico líder de Comisiones Obreras y entonces diputado comunista, encarcelado durante años por el régimen franquista. La ley, muy diferente a la amnistía que se plantea ahora, contó con amplio consenso de los partidos con representación parlamentaria tras las elecciones del 15 de junio de 1977 —UCD, PSOE, PCE y nacionalistas vascos y catalanes, entre otros—, al que no se sumó la Alianza Popular liderada por Manuel Fraga, que se abstuvo. Fue aprobada con 296 votos a favor, dos en contra, 18 abstenciones y uno nulo. La norma declaraba amnistiados «todos los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas», sin hacer ninguna excepción con los delitos de sangre.
Rafael Arias-Salgado, de la UCD, que fue ponente de la ley, la calificó de «presupuesto ético-político de la democracia, [...]que no mira hacia atrás, sino que, fervientemente, quiere superar y trascender las divisiones que nos separaron y enfrentaron en al pasado». Antonio Carro, exministro franquista y diputado de Alianza Popular (AP), dijo: «Estamos deslizándonos en el plano inclinado del menosprecio de las leyes, del desgobierno y, en fin, de la anarquía».
Legitimó un nuevo período
«La amnistía de 1977 supuso la deslegitimación de la dictadura franquista para legitimar la nueva democracia que llegaba», afirma el historiador Alfonso Pinilla, autor de La transición en España. España en transición. Puso de manifiesto que «las leyes del franquismo eran injustas y que, precisamente por ello, la dictadura fue ilegítima». «Estuvo basada, también, en el siguiente pacto: sacar la Guerra Civil del debate parlamentario y del mitin, que no fuera nunca más un arma arrojadiza en la lucha política», añade.
Álvaro Soto, autor de Transición y cambio en España. 1975-1996, señala que «en España no hubo una ruptura, que hubiera hecho innecesaria una amnistía, sino una reforma, lo que supone la continuidad de los aparatos de Estado (jueces, ejército, policía...). Ello obliga a la amnistía, donde se acuerda la impunidad de los opositores a la dictadura, pero también de los responsables de las violaciones de los derechos humanos habidos durante el franquismo». «No hubo otra opción, ya que la oposición a la dictadura fue incapaz de derrotarla: no olvidemos que el dictador murió en la cama», señala este especialista en historia de las transiciones a la democracia.
Para el historiador Roberto Muñoz Bolaños, autor de El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición, la amnistía fue imprescindible en la «dinámica de la reconciliación y el perdón, los dos presupuestos básicos para construir una España nueva y unida, borrando de la memoria un pasado traumático». Manuel Torres Aguilar, catedrático de Historia del Derecho y autor de Historia del indulto y la amnistía: de los Borbones a Franco, asegura que «la amnistía fue necesaria para iniciar una nueva etapa, porque se trataba sobre todo de cerrar las heridas que aún estaban recientes». El también director de la Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos de la Universidad de Córdoba recuerda que entonces «había una presión social en la calle por la democracia, pero también una presión en los cuarteles de los que se consideraban herederos del franquismo y defensores de su legado».
Imprescindible
Pinilla considera que fue imprescindible para pasar de la dictadura a la democracia, «porque solo así podía romperse con la legalidad y la legitimidad del régimen anterior». «La ruptura con el sistema dictatorial vendrá a partir de la amnistía, donde se declara con claridad que las leyes de la dictadura fueron injustas y que, por tanto, los delitos cometidos contra ella estuvieron justificados», sostiene el también autor de La legalización del PCE. La historia no contada. 1974-1977.
La amnistía fue una reivindicación de la izquierda y los nacionalistas, que salieron a las calles coreando el lema «Libertad, amnistía y estatuto de autonomía». «La izquierda exigió en 1977 la puesta en libertad de todos aquellos que atentaron, incluso violentamente, contra la dictadura; y en ningún momento puso sobre la mesa la persecución de los delitos cometidos por los torturadores franquistas», afirma Pinilla. Además, «en aquel momento, la izquierda no tenía suficiente fuerza como para imponer sus preferencias y el proceso estaba amenazado por la espada de Damocles de un golpe militar que podría acarrear la involución». Así que la amnistía «fue solicitada por la izquierda, que no pidió la persecución de los crímenes franquistas, que se opusieron fueron los diputados que venían del franquismo en aquellas Cortes de 1977, buena parte de los cuales se hallaban en las filas de AP». Ni siquiera el diputado de Euskadiko Esquerra, Francisco Letamendía, que se abstuvo, mencionó en su intervención parlamentaria la amnistía de los funcionarios franquistas.
«La amnistía fue una exigencia de la oposición, que la consideraba una de las dos claves para conseguir la democratización de España. La otra era la redacción y aprobación de una nueva constitución», destaca Muñoz Bolaños. De hecho, «la única oposición vino de AP y de la extrema derecha extraparlamentaria».