La inflación se modera al 9,2 % en la eurozona, con España como el país con menores subidas

Sara Cabrero
S. Cabrero REDACCIÓN / LA VOZ

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ANDREW KELLY | REUTERS

Las últimas previsiones del Banco Central Europeo ya pronosticaban que el coste de la vida tocó techo en octubre

14 ene 2023 . Actualizado a las 09:19 h.

El encarecimiento generalizado de la vida perdió fuelle conforme llegaba el final del 2022. No solo en España. También en el resto de los socios de la Unión Europea. Sin embargo, y a pesar del leve respiro que está dando la inflación, las cifras que dejó el pasado año quitan el hipo. El índice interanual del IPC de la eurozona (el conjunto de Estados miembros que comparten el euro) cerró el año en el 9,2 %, una cifra que no se veía desde los setenta. Y sin embargo, se acogió con optimismo. Porque tal y como recogen los datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), supone dejar atrás los niveles de dos cifras en los que parecía haberse asentado la inflación en los últimos meses. De hecho, en octubre este índice alcanzaba su máximo con un preocupante 10,6 %. Pese al alivio, habrá que esperar a los primeros meses de este 2023 para saber si se cumplen los augurios del Banco Central Europeo (BCE), que en sus últimas previsiones, divulgadas a mediados de diciembre, pronosticó que el IPC de la zona euro había tocado techo en octubre.

Y es que aunque los consumidores europeos tuvieron un pequeño respiro en los dos últimos meses del año, los expertos llevan ya un tiempo advirtiendo de que la incertidumbre existente —ante una guerra que parece no lograr su fin y unas tensiones en el suministro mundial que no acaban de resolverse— pueden volver a atraer el fantasma de la inflación en un 2023 que se prevé incierto.

Con todo este maremoto, España puede presumir de cierta holgura. Es el país de la zona euro con menor incremento interanual de precios al cierre del año pasado. Concretamente, el IPC ascendió al 5,6 %, una décima menos que la tasa nacional, en términos armonizados, la que se usa para comparar con el resto de socios europeos, a los que aventaja con un encarecimiento del coste de la vida 3,6 puntos porcentuales inferior a la media de la UE.

Al otro lado de la balanza se sitúan los nueve países en los que la inflación sigue anclada en los dos dígitos, con Letonia a la cabeza. En el país báltico el aumento de precios roza el 21 % (concretamente, el 20,7). Tampoco se queda muy atrás su vecina Lituania, que cerró diciembre con una inflación del 20 %.

Dentro de este grupo de países con un IPC que sube del 10 % se encuentran Estonia, Eslovaquia, Eslovenia, Bélgica o Austria. También otros pesos pesados del euro como Italia (con un 12,3 %) o la frugal Holanda (11 %).

Si se echa la vista un año atrás, los precios ya empezaban a mostrar algunos síntomas de calentamiento. La zona euro, por ejemplo, celebraba la Navidad del 2021 con una inflación del 5 %, más del doble del objetivo del 2 % que marca el BCE.

España cerraba el 2021 con una situación peor que la actual, con el IPC escalando hasta el 6,6 % en comparación con diciembre del 2020. Eso sí, hay que tener en cuenta que por aquel entonces el rali alcista en el que llevaba inmerso este indicador venía precedido de un anómalo período deflacionario provocado por la llegada de la pandemia.

España comenzaba a padecer las consecuencias del alza generalizada en el coste de la vida en marzo del 2021. Lo hacía, eso sí, en unos términos asumibles. Tras registrar en febrero de aquel año la última tasa negativa (del -0,1 %), la primavera traía consigo un incremento de precios del 1,2 %, que no dejó de crecer conforme fueron cayendo las hojas del calendario. Algunos de los vecinos europeos que hoy arrastran tasas peores veían entonces como las etiquetas de sus tiendas se mantenían más o menos estables o incluso en tasas negativas cuando en España las cosas ya empezaban a encarecerse. En la vecina Portugal, por ejemplo, el IPC interanual se mantuvo en negativo hasta junio del 2021. Mientras que Grecia lo hizo hasta mayo.

Otros socios como teutones y holandeses ya arrancaban el primer mes del 2021 en tasas positivas. Los precios en Alemania y en Holanda crecían en enero de aquel año un 1,6 % en comparación con el primer mes del 2020.

La subyacente, al alza

El frenazo que está experimentando el IPC armonizado tanto en España como en el resto de Europa tiene mucho que ver con la energía. Esta partida se ha ido abaratando en estos últimos meses gracias a las ayudas aprobadas por los diferentes gobiernos del Viejo Continente. Pero también a las temperaturas inusualmente altas de estas fechas, que han reducido el consumo de carburantes en las calefacciones.

Pero la situación seguirá provocando quebraderos de cabeza a los Ejecutivos europeos en los próximos meses. ¿La culpable? La inflación subyacente. Este elemento —que deja fuera del cálculo elementos más volátiles como la energía y los alimentos frescos— se ha asentado en una tendencia alcista que no parece tener pronto fin. En España, cerró diciembre en un 7 %, la tasa más alta desde noviembre de 1992. No es mucho más halagüeña en el conjunto de la eurozona, donde solo es una décima inferior. ¿Por qué es especialmente preocupante el comportamiento de este indicador? Porque el alza de la inflación subyacente indica que la escalada de los precios es un mal endémico que se ha contagiado a la mayor parte de productos que componen la cesta de la compra. Y lo que es peor, que el encarecimiento se está haciendo persistente, provocando que una rápida vuelta a la moderación de precios se complique cada vez más.

Alemania esquiva la recesión tras crecer un 1,9 %

Pese a los coletazos del covid, la guerra en Ucrania, los problemas de suministros y, sobre todo, los elevados precios de la energía, el producto interior bruto de Alemania creció un 1,9% el año pasado, según la Oficina Federal de Estadística. La primera economía de la UE batió las expectativas de institutos especializados y economistas y alejó el fantasma de la recesión que, si se produce este año, será inferior al 1 %, bastante más suave de lo esperado.