Trump reconoció está semana su existencia sin amonestar a un grupo considerado una amenaza a la seguridad nacional
23 ago 2020 . Actualizado a las 10:04 h.El presidente Donald Trump reconoció el pasado miércoles en rueda de prensa la existencia de uno de los grandes movimientos marginales que han alimentado su mandato: QAnon, un grupo de extrema derecha, de marcada tendencia antisemita y fundamentado en una retahíla de conspiraciones infundadas, considerado por el FBI y por múltiples estudios de expertos en terrorismo como una amenaza a la seguridad nacional por la radicalización de algunos de sus miembros.
Si QAnon tiene una cronología oficial, se puede decir que emerge un día en concreto: el 28 de octubre del 2017 en uno de los foros más activos del gran tablón de mensajes digitales 4Chan:/pol/ (por «políticamente incorrecto»). Allí, un usuario llamado simplemente Q, que se identificó como un integrante del Departamento de Energía con acreditación de seguridad, avisó de que Hillary Clinton estaba a punto de ser arrestada.
Q, que a día de hoy no ha sido identificado, publicó su mensaje en un entorno condicionado por el odio hacia la excandidata presidencial, comenzando por el germen que dio alas a su discurso: una conspiración llamada Pizzagate, amparada en la noción de que la exsecretaria de Estado formaba parte de un círculo de pedófilos cuyo epicentro se encontraba en una pizzería de Washington, llamada Comet Ping Pong. Allí, el 4 de diciembre del 2016, el joven Edgar Maddison Welch se plantó con un fusil de asalto y un revólver con el propósito de liberar a un grupo de niños que, según él, estaban retenidos en el local. Acabó entregándose a la Policía, condenado a cuatro años de cárcel -sin negar todavía algunos aspectos de la conspiración- y convertido en un mártir de la causa.
Durante estos últimos tres años, QAnon ha seguido el derrotero habitual de movimientos radicales emergentes en EE.UU.: su integración en la política norteamericana.
Como ya ocurriera antes con el movimiento Tea Party, el grupo ya tiene una abanderada en el Congreso de Estados Unidos: Marjorie Taylor Greene, que el pasado 12 de agosto derrotó en las primarias republicanas por el distrito 12 de Georgia a su compañero de partido, John Cowan, y tiene prácticamente garantizada su presencia en el Capitolio.
Taylor Greene no es la única candidata republicana que ha expresado su afinidad por la formación. Jo Rae Perkins (Oregón), Mike Cargile (California) o Theresa Raborn (Illinois) han expresado su afinidad el grupo, la mayoría a través de la publicación en redes sociales de su lema de batalla, WWG1WGA, las siglas en inglés de la expresión «Donde vamos uno, vamos todos».
Amenaza a la seguridad
Coincidiendo con estos acontecimientos, varios grupos de analistas norteamericanos han comenzado a evaluar la amenaza que QAnon podría suponer para la seguridad nacional, con pronósticos aciagos. Principalmente, porque es un grupo que se integra con gran facilidad en otros movimientos marginales armados de EE.UU., también de nuevo cuño como los Boogaloo.
Por ello, el Centro para la Lucha Antiterrorista de West Point, el CTC, es claro en su evaluación. Según el grupo, una reciente encuesta de casos de personas que supuesta o aparentemente se han radicalizado en actos delictivos con un nexo con la violencia por parte de QAnon, incluido un caso de terrorismo, «deja claro que QAnon representa una amenaza para la seguridad pública con potencial futuro para convertirse en una amenaza terrorista nacional de mayor impacto».
El CTC cita casos como el de Anthony Comello, un joven de 24 años de Staten Islan (Nueva York) que mató a tiros al mafioso Francesco Frank Cali en marzo del 2019 porque creía que formaba parte del llamado «Estado profundo», uno de los principales cimientos de la gran teoría conspirativa de QAnon: la supuesta existencia de un conjunto de élites y políticos empeñados en dinamitar la presidencia de Donald Trump.
La afinidad del grupo hacia el presidente Trump, destaca el CTC, es inequívoca. De hecho, y durante el juicio, Comello escribió las palabras MAGA para siempre, en referencia al lema de campaña del mandatario: Make America Great Again (Hagamos de nuevo grande a América).
Pero lo que sorprende a los investigadores es la rapidez con la que se radicalizan quienes entran en los foros de discusión del grupo, sobre todo en Facebook, como manifiesta el caso de Jessica Prim, una exbailarina detenida el 29 de abril del 2020 tras emitir un vídeo en el que amenazaba con matar al ahora candidato demócrata, Joe Biden, por su pertenencia a este «Estado profundo». Prim aseguró que entró en contacto con la propaganda de QAnon el 9 de ese mismo mes, solo 20 días antes.
La detención de Prim ha sido el detonante para que Facebook haya emprendido medidas urgentes contra la diseminación de información de este grupo. La empresa anunció el pasado jueves la eliminación de «más de 790 grupos, 100 páginas y 1.500 anuncios vinculados a QAnon», así como restricciones a más de 1.950 grupos y 440 páginas, y más de 10.000 cuentas de Instagram asociadas al movimiento.
Con todo, el daño parece estar hecho. El grupo de expertos Soufan, que coincide con la valoración del CTC, recuerda que, en el 2019, el FBI consideró a QAnon como una amenaza terrorista y que el caldo de cultivo para posibles nuevos ataques ya está preparado.
«En el entorno actual de la pandemia de coronavirus, donde las relaciones raciales son increíblemente tensas», habida cuenta de las protestas por la muerte del ciudadano de raza negra George Floyd bajo detención policial, «la posibilidad de violencia por parte de QAnon parece bastante plausible, si no muy probable», afirman.
Tensión en noviembre
«Si Trump pierde en noviembre, los seguidores de QAnon podrían verse impulsados a cometer acciones violentas», añade el grupo Soufan, que vuelve a vincular a Trump como factor inflamatorio de cualquier ataque que pudiera suceder, según el informe, publicado un mes antes de la comparecencia del miércoles en la que Trump abordó por primera vez la existencia del grupo.
Lejos de condenar su existencia, Trump aplaudió el fervor que despierta entre sus simpatizantes. «Tengo entendido que me quieren mucho, y es algo que agradezco. He oído que esa gente ama a nuestro país», declaró, antes de describir a la próxima congresista Taylor Greene como «una estrella republicana en ciernes».
Hay que decir que hasta este momento, Trump había flirteado con este grupo, aunque siempre dentro de un marco meramente institucional, como la fotografía que se tomó en agosto del 2018 en el despacho oval de la Casa Blanca con uno de sus mayores proponentes, el locutor de radio Michael Lionel Lebron. La entonces secretaria de prensa, Sarah Sanders, se limitó a recordar que el presidente condenaba inequívocamente a cualquier grupo extremista.
La línea parece haberse diluido en los últimos meses conforme se acercan los comicios. Primero, tras asegurar que el principal motivo que le llevó a trasladar la Embajada a Jerusalén fue satisfacer a su base evangélica más apocalíptica -consideran que será el escenario de la Segunda Venida de Cristo- y, después, al deslegitimar una posible victoria de su rival demócrata en las elecciones de noviembre al denunciar sin prueba alguna un posible fraude en los votos por correo.
Con ello, «el presidente Trump ya ha sentado las bases para que los seguidores de QAnon ataquen a quienes entiendan que forman parte de este ‘Estado profundo' en lo que podría ser», según el grupo Soufan, «la elección estadounidense más tumultuosa y volátil de los últimos tiempos».