Venezuela, el comienzo de la cuenta atrás

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

ACTUALIDAD

Carlos Garcia Rawlins | REUTERS

El masivo apoyo interno a Guaidó y el gran respaldo internacional dejan a Maduro poco margen de supervivencia

25 ene 2019 . Actualizado a las 13:07 h.

El pasado 23 de enero lleva camino de pasar a la historia de Venezuela como el de 1958, cuando cayó Marcos Pérez Jiménez. Entonces fue un golpe cívico-militar lo que acabó con los seis años dictadura. Ahora, con la juramentación de Juan Guaidó como presidente interino, según las previsiones más realistas, puede empezar una transición hacia la normalización sociopolítica y económica de un país que avanzaba rumbo al abismo.

El camino no es fácil, las próximas horas van a ser cruciales y el desenlace final dependerá, fundamentalmente del grado de sensatez y de cordura que conserven los personajes que forman parte del círculo más próximo del actual inquilino del palacio presidencial de Miraflores, de que opten por morir matando o por una salida negociada que, en ningún caso puede pasar por la impunidad.

En cualquier caso, la situación actual es insostenible. Según datos del FMI y la CEPAL, en los seis años de mandato de Nicolás Maduro, el Producto Interior Bruto (PIB) cayó un 18 %, la infracción llegó a 1.370.000 %, las reservas internacionales  cayeron casi un 30 %, la producción del petróleo, la principal fuente de ingresos del país, se redujo a algo menos de la mitad, ya que anda por los 1,1 millones de barriles diarios, las importaciones pasaron de 66.000 millones en el  2012 a 9,200 en el 2018. En consecuencia, la escasez de productos básicos a precios cada día más prohibitivos por la hiperinflación provocaron la salida del país de más de tres millones de ciudadanos de una población de poco más de 30 millones de habitantes. Todo ello en un país que tradicionalmente fue receptor de emigrantes, tanto de Europa como del resto del continente americano.

¿Por qué ahora y no antes?

El grado de deterioro del país no ha dejado de crecer en las dos últimas décadas, tanto con los sucesivos gobiernos de Chávez como el de su sucesor. La gran diferencia entre ambos periodos es que a uno le pilló la ola ascendente de los precios del petróleo, y al otro, la bajada, sin que se hubiese aprovechado la época de las vacas gordas para desarrollar todos los demás recursos del país que eran ingentes. La fiebre expropiatoria del anterior presidente y la corrupción rampante hicieron todo lo demás.

Por otra parte, la oposición, cuando se recuperó a duras penas de la derrota sufrida en el referendo revocatorio de agosto del 2004, magistralmente aprovechada por un carismático y mediático Chávez forrado en petrodólares, tardó años en ponerse de acuerdo para presentar una alternativa conjunta y viable. Con la muerte  del comandante el horizonte empezó a cambiar. No pudieron derrotar en las urnas al sucesor designado que jugaba con las cartas marcadas, pero acabaron logrando una mayoría abrumadora en las elecciones parlamentarias de diciembre del 2015.

A partir de ahí, los personalismos de los distintos líderes opositores y la brutal contraofensiva del madurismo, tanto en la manipulación de las instituciones como en el uso de la fuerza represiva contra las manifestaciones callejeras, hicieron cundir el desánimo y la frustración en la ciudadanía que optó por la diáspora, tanto de los particulares como de una buena parte de los líderes opositores.

En este contexto surgió un personaje llamado Juan Guaidó, un joven ingeniero industrial, perfectamente desconocido para la opinión pública, tanto nacional como internacional, que no se cayó del cielo, ya que había participado activamente en el movimiento estudiantil del 2007 y que había llegado al Parlamento como diputado suplente en la anterior legislatura. Tuvo la habilidad o la osadía de aprovechar su llegada, por turno rotatorio, a la presidencia de la Asamblea Nacional para intentarlo de nuevo y en cuestión de semanas le dio un vuelco espectacular a la situación.

¿Qué diferencia esta crisis de otras?

El momento. Nicolás ya no está maduro sino podrido, la situación del país, a todos los niveles es cada día más insostenible; el contexto  regional ya no es el mismo. En Brasil, ya no está el amigo Lula, en Argentina ya no mandan los Kirchner, en Colombia no está el pragmático Santos. en Ecuador tampoco está Correa y a la Casa Blanca llegó un imprevisible Donald Trump que está más en la onda del que dio luz verde para cazar a lazo al panameño Noriega que en la diplomática de su antecesor Obama.

¿Puede acabar Guaidó como presidente electo?

Es más que probable, pero no se puede descartar nada de antemano. Todo depende, en buena medida, de un  personaje llamado Vladimir Padrino López. Este general, actual ministro de Defensa -el que más ha durado en el cargo hasta la fecha-, es el aglutinante de la cúpula de las Fuerzas Armadas que, hasta la fecha, han sido el sostén de Maduro. ¿Hasta qué punto está dispuesto a inmolarse con él? Todo dependerá de las salidas que se le ofrezcan y de la eficiencia de los servicios de inteligencia cubanos (G2) en el control de los brotes de los grupos de militares que se están produciendo casi a diario a lo largo y ancho del país.

La estrategia seguida por Guaidó y su equipo de hacer un constante llamamiento a los funcionarios militares y policiales para que respalden la legalidad constitucional, a cambio de una amnistía, algo que no se había producido en crisis anteriores parece que está funcionando bien.

¿Con qué apoyos internos y externos cuentan Guaidó y Maduro?

Es evidente que el presidente interino le va ganando al titular por goleada. A nivel interno cuenta con el respaldo de la legalidad constitucional representada por la Asamblea Nacional y, sobre todo, con la inmensa mayoría de la ciudadanía que respondió masivamente a su llamamiento para salir a la calle en la emblemática fecha del pasado jueves. Salieron incluso los más escépticos que han vuelto a sus casas un poco más esperanzados de ver más cerca un futuro mejor. A nivel externo cuenta con el reconocimiento explícito de la gran mayoría de la comunidad internacional.

Del lado de Maduro solo queda su guardia pretoriana: Jorge y Delcy Rodríguez, Diosdado Cabello, Cilia Flores y, de momento, Vladimir Padrino. En el exterior los estómagos agradecidos, como Cuba, Bolivia, Nicaragua, junto con Rusia, China y Turquía, estos tres últimos por intereses económicos más que políticos, son los únicos que sigue reconociendo a Maduro como presidente. Caso aparte es el México de López Obrador que, ni sí ni no.

¿Hay riesgo de enfrentamiento civil?

Es una posibilidad nunca descartable al cien por cien, algo que la estrategia de Guaidó trata de evitar a toda costa y además es poco probable porque no existen dos bandos armados, El monopolio de la fuerza lo siguen teniendo los de Maduro.

¿Se puede hablar de golpe de Estado?

Ese concepto, hasta el momento, solo se ha manejado desde el poder, pero sin ningún fundamento. Desde la oposición nadie ha usado la fuerza, salvo la de la legalidad constitucional.

¿Cuál es el papel de Estados Unidos?

Hasta la fecha se había limitado a respaldar de distintos modos y maneras a la oposición y a aplicar sanciones económicas a personas concretas con nombres y apellidos, que han contribuido, de alguna manera,  a minar la moral de algunos apoyos del régimen y a dar cobijo a los disidentes, a cambio de información. Son muchos los que piensan que  pudo haber hecho más, si necesidad de utilizar la fuerza. El Gobierno norteamericano, como era previsible, fue el primero en reconocer a Guaidó como presidente interino y eso pudo contribuir a que podían tener dudas siguieran su ejemplo. Tras el anuncio formal de ruptura diplomática por parte de Maduro y la expulsión de sus diplomáticos, se apresuraron a advertir que se tendrá que atener a las consecuencias si estos dejaban de ser tratados como tales.

¿Qué intereses tiene Washington?

Algunos de tipo empresarial que impidieron  hacer extensivas las sanciones económicas a la compra de petróleo venezolano que suponen el 50 % de las exportaciones de la petrolera estatal PDVSA y que van a parar a refinerías específicas de los estados de Texas y Louisiana especializadas en el tratamiento del crudo pesado que se quedarían en una situación muy vulnerable. Haberlo hecho hace tiempo el Gobierno de Maduro no habría sobrevivido a la asfixia, pero las empresas propietarias de las mismas son contribuyentes del Partido Republicano. Nada es gratuito.