El «brexit» camina hacia el fracaso a 200 días de consumarse

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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DANIEL LEAL-OLIVAS | afp

La guerra civil desatada en el Partido Conservador hace tambalear los compromisos de Theresa May

11 sep 2018 . Actualizado a las 07:40 h.

«Hay que estar preparados para cualquier escenario». Siete palabras para poner los pelos de punta. Cada vez que el negociador europeo del brexit, Michel Barnier, las pronuncia se produce un murmullo diplomático en Bruselas porque significa que las cosas no están yendo por buen camino. El francés lleva meses lanzando ese mensaje de forma ininterrumpida a Gobiernos, empresas y ciudadanos. Quedan 200 días para que se consuma el brexit y las negociaciones caminan directas hacia el precipicio. No existe el menor atisbo de acuerdo, a pesar de que el galo rebajó su nivel de exigencia.

Ni la UE ni el Reino Unido son capaces de acercar posturas en torno a dos de los principales términos del divorcio: la solución fronteriza para las dos Irlandas y el plan aduanero pos brexit.

Bruselas quiere evitar a toda costa una frontera dura entre el Úlster e Irlanda del Norte a consecuencia de la salida británica del mercado único. Los controles fronterizos y los chequeos podrían hacer estallar de nuevo la violencia en la provincia, en paz desde la firma del Acuerdo de Viernes Santo (1998). May asegura que la salida del país de la UE y la ausencia de frontera física con Irlanda es compatible, pero sus planes tienen más dosis de fantasía que de realismo. Eso es lo que opina Bruselas que sigue pidiéndole una solución de última instancia. Esto es, que a falta de una alternativa mejor, Irlanda del Norte siga alineada con las normativas de la UE. Algo impensable para May y sus socios unionistas del Úlster.

Cumbre en noviembre

A pesar de la falta de entendimiento, la UE le sigue tendiendo la mano. Está previsto que los Veintisiete se reúnan en noviembre en una cumbre extraordinaria para desatascar la situación y evitar que el 29 de marzo del 2019 se desate el caos. Barnier aseguró ayer que «es posible alcanzar un acuerdo de salida en seis u ocho semanas».

El balón de oxígeno puede ser insuficiente si May no neutraliza la mayor amenaza que se cierne sobre las negociaciones: los detractores de su propio partido.

Los conservadores siguen sumidos en una encarnizada guerra civil con dos bandos enfrentados: Los proeuropeos que optan por una salida suave y los probrexit que quieren desvincularse por completo de la UE y rechazan los planes de May expuestos en Chequers. Su principal rival interno, el exministro de Exteriores Boris Johnson se está preparando para tomar la dirección del partido. Algunos de los opositores de May aseguran que hay al menos 80 diputados tories que se oponen a las propuestas de la premier, un número suficiente para desafiar su liderazgo.

Las consecuencias de su caída pueden ser catastróficas. El brexit duro sería un hecho. Con él se desencadenaría sendas tormentas a uno y otro lado del Canal de la Mancha: los derechos de 4.5 millones de ciudadanos desplazados en el limbo, el pago de pensiones en el aire, atascos kilométricos en las fronteras tras el cierre de puertas a la libre circulación y acceso al mercado interior, cierre del espacio aéreo, cancelaciones, subida de precios por la inestabilidad en el mercado y la imposición de aranceles, carencia de fármacos en los hospitales y facturas sin pagar. «Si hay un brexit duro no habrá en ninguna parte del mundo un tribunal donde pueda reclamar mi dinero», advirtió el comisario de Presupuestos, Günther Oettinger.