Un exoesqueleto permite comer y beber sin ayuda a los discapacitados

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

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El sistema robótico traduce en movimientos las órdenes que envía el cerebro

06 jun 2019 . Actualizado a las 18:39 h.

El cerebro da la orden, pero las conexiones nerviosas no obedecen. Los brazos, las manos y los dedos permanecen inmóviles, lo que impide realizar cualquier movimiento, por simple que parezca. Ni agarrar una botella de agua, ni sostener un tenedor. Es lo que les ocurre a los pacientes con esclerosis múltiple, con ELA, con una lesión medular grave o con un ictus severo. Mantienen su cerebro activo, pero sus extremidades no responden a ningún estímulo. Cualquier tarea sencilla está fuera de su alcance. Salvo que sean ayudados por un exoesqueleto integrado en su silla de ruedas. El prototipo existe y lo acaba de presentar un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Permite a las personas con distintos grados de discapacidad desempeñar de forma autónoma tareas cotidianas, desde encender y apagar las luces, a abrir una ventana, sostener cualquier objeto, preparar la comida o manejar el mando a distancia.

La demostración de que es posible llegó ayer en un entorno real, en una cafetería, en la que se podía ver a un paciente comer y beber de forma autónoma. «Mañana -por hoy- lo probaremos en una cocina», explica Eduardo Fernández, coordinador del grupo de Neuroingeniería Biomédica de la Universidad de Elche, que desarrolló la tecnología necesaria para llevar a cabo el exoesqueleto dentro del proyecto europeo Aide. Este tipo de soportes funcionan habitualmente por medio de sistemas de inteligencia artificial que leen la actividad cerebral recogida a través de un electroencefalograma y que la traducen en órdenes que ejecutan un brazo o una mano biónica. Es la base del actual prototipo, pero a diferencia de otros incorpora el uso de la mirada, de tal forma que si el usuario observa el objeto que quiere manipular, esta información se procesa también para activar el movimiento. Todos los datos van a parar a un soporte centralizado que interpreta la información recibida, una especie de ordenador conectado a la silla. «Es un sistema híbrido, más completo que los que se basan en la lectura del electroencefalograma, que facilita a los pacientes llevar a cabo actividades de la vida diaria», advierte Fernández, quien también destaca el hecho de que el exoesqueleto se acople al asiento, que a su vez está dotado con sensores que permiten sortear cualquier obstáculo de forma automática.

Mejora la comunicación

«Lo que hacemos -explica el investigador- es recuperar la intención del cerebro para que las órdenes que emite sean recibidas por las extremidades».

El dispositivo también permite a las personas con discapacidad mejorar la comunicación, tanto con sus familiares como con sus amigos, mediante servicios convencionales de Internet como el correo electrónico, Skype, WhatsApp y las redes sociales.

La tecnología existe y ha demostrado su utilidad, por lo que el siguiente paso de los científicos de la Universidad de Elche pasa por lograr un nuevo proyecto europeo para llevar el exoesqueleto al mercado, aunque también han iniciado contactos con empresas interesadas en su explotación. «Lo único que queremos -destaca Eduardo Fernández- es ayudar a las personas que lo necesiten y pensamos que en dos o tres años podría estar disponible».