La UE constata su fractura en política migratoria y reforma de la eurozona

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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EMMANUEL DUNAND | AFP

Merkel arremete contra los socios del Este por su falta de solidaridad con los refugiados

15 dic 2017 . Actualizado a las 08:23 h.

La última cumbre europea del año ha dejado en Bruselas una estampa navideña desalentadora, un retrato perfecto del estado anímico de la UE y sus miembros. Como en todas las familias, las cenas corren el riesgo de convertirse en un campo de batalla. La mesa del Consejo no fue ayer una excepción. Las tensiones entre quienes quieren impulsar el proyecto europeo y quienes desean echar el freno de mano a la integración salieron a relucir desde el primer minuto. Ni siquiera el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, trató de ocultarlo: «Sobre la Unión Económica y Monetaria (UEM) hay división entre el norte y el sur. En lo que se refiere a la migración, entre el este y el oeste».

No hizo falta azuzar el fuego para que saltasen las primeras chispas a costa de los refugiados. Visegrado (República Checa, Eslovaquia, Hungría y Polonia), bloquea la reforma del sistema de asilo europeo. Quieren que sean los países del sur los que carguen con la presión migratoria y se niegan a aceptar programas de reubicación obligatoria de refugiados. Están dispuestos a pagar a cambio de no recibir a un solo asilado, como hicieron ayer al comprometer 35 millones de euros para financiar programas en países del norte de África.

«Lo primero es garantizar la protección de las fronteras europeas (...) Rechazamos completamente las cuotas porque creemos que no funcionan, son ineficaces como dijo Tusk. Dividen a la UE», aseguró el primer ministro eslovaco, Robert Fico, quien se rebeló contra la decisión del Consejo de reubicar a refugiados desde Grecia e Italia. «Necesitamos una política común de migración dentro de los confines de la UE», insistió el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, tras reunirse con Visegrado y la Comisión Europea.

Una postura que fue respaldada por Berlín y Viena. Angela Merkel no se mordió la lengua. Arremetió contra el Este y Tusk por su deslealtad y falta de compromiso: «Necesitamos solidaridad tanto en la dimensión interna como externa de la migración. La solidaridad selectiva no funciona. Los países en primera línea cargan con toda la responsabilidad. El actual sistema de Dublín no funciona», sostuvo. Todavía más duro se mostró el saliente canciller austríaco, Christian Kern: «No estoy contento con la frase de Tusk. Europa existe porque compartimos beneficios y cargas juntos. Si alguien dice que solo acepta las decisiones que le son favorables, esto no funcionará». Su homólogo belga, Charles Michel, también salió a la carga: «No seamos ingenuos, algunos países están demostrando mala fe», dejó caer.

Fuego cruzado

En medio del fuego cruzado están España y Francia, más preocupados por el debate de hoy sobre la reforma de la Unión Económica y Monetaria. «Llevamos desde el 2012 sin hablar políticamente de ello. No está mal que hagamos los deberes», asegura una fuente diplomática. También aquí las diferencias son insalvables. Madrid, París, Roma, Lisboa y Bruselas tratan de empujar el proyecto hacia una mayor convergencia e integración. Quieren culminar la unión bancaria y avanzar hacia una mayor mutualización de los riesgos para alejar a los buitres si estalla una nueva crisis.

La piedra en el camino sigue siendo un obstáculo insalvable: Berlín. No solo porque Alemania todavía no ha formado Gobierno. Otros halcones como Holanda o Finlandia quieren enterrar las promesas que se hicieron al calor de la crisis. Merkel no quiere avanzar hasta que el sur no adopte todas sus recetas: «El dinero que gastamos se tiene que utilizar bien».

La Unión abre la puerta a la segunda fase del «brexit»

El brexit encara ya la segunda fase después de casi nueve meses de eurodramas y regateos para conseguir que el Reino Unido se pliegue a las condiciones de divorcio de la UE en torno a los derechos de los ciudadanos, la factura de salida y la frontera con Irlanda. Los Veintisiete abrirán hoy la puerta a las negociaciones del período transitorio para garantizar un aterrizaje suave fuera de la Unión a los británicos a partir de marzo del 2019. Theresa May tiene prisa por empezar a negociar la futura relación comercial con sus socios europeos, pero Angela Merkel le dejó claro ayer que todavía queda un trecho por recorrer. «Ha habido progresos, pero algunas cuestiones siguen abiertas», deslizó.

Los Veintisiete quieren garantías de que Londres no se echará atrás. Exigen traducir el «pacto entre caballeros» de la primera fase en un acuerdo vinculante. «No hay que subestimar a May, es una política formidable (...) Debemos trasladar lo antes posible esos compromisos en textos legales», aseguró el primer ministro holandés, Mark Rutte. Donald Tusk se mostró consciente de que la UE se adentra en aguas turbulentas: «No hay duda de que la verdadera prueba de unidad de la Unión es esta segunda fase del brexit», admitió el polaco.

A pesar del soplo favorable de los Veintisiete a May, nadie pudo ignorar la situación de debilidad en la que se encuentra la premier tras su derrota en la Cámara de los Comunes. El hecho de que cualquier acuerdo del brexit deba ser sometido a la votación del Parlamento, limita en extremo el margen de maniobra y negociación de la conservadora, quien ayer reconoció sentirse «decepcionada» por haber perdido la votación. El primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, apuntó en alto lo que todos piensan: que las cosas se le están complicando a May. «Esto no es bueno para ella porque hace que la agenda no se mueva. Le hará la vida más difícil», sostuvo. Los juegos malabares y la ambigüedad de Downing Street inquietan al primer ministro irlandés, Leo Varadkar, quien ayer quiso dejar claro que no hay marcha atrás. El compromiso de May de mantener una frontera blanda entre el Úlster y su país no es negociable: «Me atengo a lo acordado la semana pasada, en la palabra mantener, que significa seguir con lo mismo, pleno alineamiento a las normas del mercado interno y la unión aduanera. No hay necesidad de que lo interprete».