El avance constitucionalista no consigue perforar la frontera próxima a la mayoría absoluta
10 dic 2017 . Actualizado a las 09:10 h.Queda mucha campaña, pero empieza a cundir la sospecha de que el marcador ya no se va a mover. Y en esas condiciones, el partido puede hacerse largo para algunos. En las filas constitucionalistas se detectan ya síntomas de frustración ante la capacidad de resistencia de un independentismo que no está sumando, pero en el que tampoco parece que hagan mella ni la enorme cantidad de errores cometidos ni los ataques que recibe desde todos los frentes. Es verdad, como dijo ayer el candidato del PP, Xavier García Albiol -muy tocado para llevar solo cinco días de campaña-, que los independentistas «se dedican a sacarse los ojos entre ellos» porque no tienen esperanza alguna de pescar en calderos ajenos. Pero, aun ciegos y divididos, siguen todos en el mismo barco secesionista.
Campaña de guerra total
Pese a que el constitucionalismo ha conseguido adelantar sus posiciones, ni el entusiasmo de Arrimadas, ni la astucia de Iceta, ni la dureza de Albiol son capaces por ahora de perforar esa línea Maginot próxima a la mayoría absoluta tras la que se parapeta el independentismo, refugiado en un 45 % de votos incondicionales. Pero es la constatación, más evidente cada día, de que los comunes de Colau e Iglesias preferirán -a la primera o la segunda- dejar gobernar al secesionismo en minoría antes que sumarse a una mayoría alternativa lo que más puede acabar haciendo cundir el desánimo constitucionalista si los sondeos permanecen en la foto fija.
El constitucionalismo está obligado a tender puentes con los comunes si pretende llegar a gobernar Sorprende por ello que, sabiendo que la clave para formar Gobierno será siempre Catalunya en Comú-Podem, el constitucionalismo no haga más esfuerzos por construir puentes de entendimiento con esta fuerza política. Y también que no se esmere en seducir al votante independentista desencantado. Es una campaña de guerra total, sin zonas neutrales o desmilitarizadas. Incluso el siempre equidistante y poliédrico Pedro Sánchez se sumó ayer, en su primer mitin de esta campaña, a ese mensaje de votar contra el secesionismo, antes que a favor de Iceta, con ese «si tú no vas, ellos se quedan» que parafraseaba el «si tú no vas, ellos vuelven» que el PSC utilizó en el 2008 contra Rajoy. El frente constitucionalista ha puesto las expectativas muy altas. Y, precisamente por ello, en caso de que no lograra gobernar la frustración podría ser enorme en una gran parte de la sociedad catalana que está convencida de que es ahora o nunca.
El secesionismo, sin hoja de ruta
Ese desencanto de creer que tras el 21D todo puede volver a ser igual que antes parte en todo caso de un error. Ni el PP, ni el PSOE, ni Ciudadanos han sido capaces de imponer su relato. No han sabido -o peor, no han querido, para mantener la tensión- hacer entender que el proceso hacia la independencia unilateral ha sido ya derrotado, sea cual sea el resultado de estas elecciones, porque el objetivo último del artículo 155 no era impedir que gobiernen los independentistas, lo que sería profundamente antidemocrático, sino hacer imposible que nadie trate de alcanzar la independencia violando la Constitución. La vía del 155 ha frenado en seco el intento de blitz, de alcanzar la secesión en una guerra relámpago. Gobierne o no, a partir de ahora la estrategia independentista tendrá que ser otra. A largo plazo, y dentro de la Constitución. Los secesionistas tienen por ello graves dificultades para explicar cuál es su nueva hoja de ruta. Y por eso están reduciendo esta campaña a mensajes muy primarios que consigan mantener movilizadas a sus bases. Solo la CUP insiste en la desobediencia.
El constitucionalismo comete un error al presentar como un gran fracaso y una deprimente vuelta a lo mismo la posibilidad de que no consiguiera gobernar. Algo que puede ser peligroso de cara al objetivo de recuperar la convivencia entre todos los catalanes, gobierne quien gobierne.