Pedro Sánchez, del no es no al sí pero no

F. E. REDACCIÓN / LA VOZ

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El líder del PSOE quiebra la unidad constitucionalista porque precisa a los independentistas para asaltar la Moncloa

03 oct 2017 . Actualizado a las 07:17 h.

El papel del PSOE depende del humor con el que se levante su líder, Pedro Sánchez. A pesar de que el mensaje oficial de los últimos días pasaba por una inquebrantable lealtad a los principios constitucionales -llamada incluida a Mariano Rajoy para comprometerse a ello-, la noche del domingo fue el primero en quebrar la unidad del bloque constitucionalista y desmarcarse de la aplicación de la ley para pedir diálogo y reprochar el trabajo del Gobierno.

No era la primera vez que Pedro Sánchez sorprendía al resto de los partidos alineados con el no al referendo. Su tacticismo electoral hace que el rotundo eslogan que le aupó a la silla de la secretaría general del PSOE en Ferraz -«no es no»- evolucione hacia un sí pero que le deja en tierra de nadie a la hora de posicionarse. «Lo que subyace es un simple cálculo. Sánchez no puede alinearse con los independentistas porque dañaría su imagen en el resto de España, pero tampoco puede desmarcarse del todo, porque con la actual aritmética parlamentaria sus votos son imprescindibles para alcanzar la Moncloa», relata un socialista de larga trayectoria conocedor de las entrañas del partido.

EL PODER DEL PSC

Una organización autónoma. El principal problema del PSOE es su falta de presencia sobre el terreno. Tras la victoria de Sánchez en las primarias, la organización catalana, el PSC, ha aumentado su grado de independencia con respecto al aparato. Su papel fue decisivo en las primarias que catapultaron a Pedro Sánchez, que obtuvo la mayor parte de los votos de los militantes catalanes a costa de frenar el expediente de expulsión abierto tras negarse a acatar las instrucciones de la gestora.

El resultado de la nueva alianza es que Ferraz desconoce el número exacto de militantes que hay en Cataluña. Y Sánchez ni siquiera puede dirigirse a ellos directamente, ya que el censo solo está en poder del PSC.

En ese escenario, el papel de Miquel Iceta, quizá dominado por su pasión por el baile, es el de ir de un lado a otro del escenario sin fijar una posición clara. Así, es capaz de ordenar a los alcaldes socialistas que no se sumen a la organización del referendo, pero también es el primero en salir al ruedo para pedir al Gobierno que retire a la Policía Nacional y la Guardia Civil de las calles y permita consumar la votación, como ocurrió poco antes del mediodía del domingo.

El PSC se encuentra en caída libre electoral desde el 2008. Iceta, veterano de la fontanería del PSC, como Sánchez del PSOE, solo ha ido empeorando los resultados de sus antecesores convocatoria tras convocatoria. Su partido ha pasado de ser la fuerza hegemónica a convertirse en el cuarto partido de Cataluña, adelantado por ERC, la antigua Convergència y Ciudadanos. La sombra de Podemos acecha también allí y el nuevo partido de Ada Colau podría dejar prácticamente sin espacio político a la histórica formación socialista, que ya solo cuenta con 16 de los 135 diputados que se sientan en el Parlamento catalán.

MODELO INDEFINIDO

¿Qué se negocia? Mariano Rajoy aceptó la petición de Pedro Sánchez de abrir una mesa de negociación sobre el futuro de la organización territorial de España. Ayer reiteró ese mismo mensaje, sin excluir a ningún partido y descartando la aplicación del artículo 155, que supondría la intervención de la autonomía. El líder socialista se forjó en las tripas del partido del puño y la rosa y nunca se le conocieron veleidades federalistas. «Era un miembro del equipo de Pepe Blanco, primero en estudios y luego en organización, con una posición definida sobre la unidad de España tirando a centralista», dicen los veteranos del PSOE. Su partido ya mantenía para entonces una extraña relación con el independentismo. José Luis Rodríguez Zapatero había prometido aprobar el Estatuto remitido desde Cataluña en el 2006 «tal y como nos lo manden». El texto fue pulido y adaptado a la legalidad primero en el Congreso -«nos lo hemos cepillado», presumió entonces Alfonso Guerra- y luego en el Tribunal Constitucional tras un recurso del PP.

En el año 2013, el entonces secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, intentó frenar el descontento del PSC con la llamada Declaración de Granada, en la que se consumaba el llamado federalismo asimétrico: un modelo llamado a ahondar las diferencias entre comunidades que suscitó enormes recelos entre los barones socialistas. Pedro Sánchez, entonces diputado raso, aceptó la nueva línea entusiasmado. Tras el adiós de Rubalcaba, el ahora líder socialista adoptó una postura muy moderada sobre Cataluña para garantizarse el apoyo de Susana Díaz. Sin embargo, tras la victoria en las primarias del pasado mes de mayo, Sánchez se descolgó con la definición de España como «una nación de naciones» que aún no ha sido capaz de explicar.

EL SILENCIO DE LOS BARONES

Sin oposición interna. La inesperada victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas le ha dado carta blanca en la dirección del partido. La práctica totalidad de los barones y dirigentes históricos de la formación socialista se alinearon con Pedro Sánchez y la derrota de Susana Díaz liberó al madrileño de cualquier tipo de peaje con el pasado reciente del partido. Entre los derrotados en esas primarias estaban los beligerantes Emilio García Page, discípulo de José Bono y presidente de Castilla-La Mancha, o Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura, además de la andaluza Susana Díaz. Todos ellos hicieron durante la campaña de las primarias una encendida defensa de la unidad de España y rechazaron de forma explícita cualquier cesión ante la ofensiva independentista.

La victoria de Sánchez en el proceso interno provocó que esos líderes autonómicos, así como otras voces experimentadas dentro del partido, como Felipe González, dejaran de ser tenidas en cuenta. Page y Vara corrieron a pactar su silencio con la nueva dirección a cambio de conservar sus respectivos sillones presidenciales. Solo Susana Díaz se salió ligeramente del guion al aprobar la semana pasada una moción de Ciudadanos en el Parlamento andaluz a favor de la unidad de España que había sido desautorizada anteriormente por Ferraz. Y cuatro diputados -uno por error, según confesión propia- se desmarcaron del voto en contra del PSOE a la moción de Ciudadanos en defensa del orden constitucional. El resto del partido sigue callado, al menos en público, a pesar de que el malestar no para de crecer ante los bandazos de Pedro Sánchez sobre el futuro de España.