El Santander se hace con el Popular, ahogado por la falta de liquidez, en una subasta exprés
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Ana Botín paga un euro por una entidad con 150.000 millones en activos y los 300.000 accionistas pierden toda su inversión tras la resolución urgente del banco acordada por el BCE
08 jun 2017 . Actualizado a las 11:28 h.La crónica de la muerte anunciada del Banco Popular se consumó a las siete de la mañana de ayer, la hora en la que el Santander se convirtió en el nuevo propietario de la entidad al precio simbólico de un euro. Ana Botín da su mayor salto desde que preside el banco. Ella misma detalló la carrera contrarreloj de las horas previas y la ampliación de capital -7.000 millones de euros- que en un mes realizará el Santander para absorber al Popular sin ningún tipo de ayuda pública, como recalcó. «Hace una semana decidimos no presentar oferta por el Popular. Pero ayer [por el martes] fue el supervisor europeo, junto con las autoridades españolas, el que determinó que la entidad no era viable, y nos pidieron una oferta», dijo, negando haber recibido presiones.
¿Pero qué precipitó la venta exprés de un banco, el sexto de España con 150.000 millones de euros en activos? Fue el cóctel mortal de la falta de confianza de inversores y depositantes. Su miedo se retroalimentó día tras día provocando no solo que la entidad se desangrara literalmente en el parqué (en la última semana perdió más del 50 % de su capitalización bursátil), sino también, y como consecuencia de lo anterior, la salida masiva de depósitos de las sucursales.
Sin fondos en las oficinas
«El ritmo de retirada de fondos ha sido lo que ha matado al banco y lo que precipitó su resolución», explican fuentes conocedoras de la situación. Aunque la fuga era imparable en el Popular desde principios de año, el Pastor en Galicia aguantó, pero desde el miércoles de la pasada semana -día en el que el consejo de administración prorrogó el plazo de admisión de ofertas de compra y el inicio de la debacle bursátil- ya no hubo forma de evitar el contagio del miedo. En la tarde del pasado martes, el consejo celebró una reunión larga y tensa en la que se puso sobre la mesa lo evidente: el banco no aguantaría otras 24 horas el ritmo de salida de depósitos. La liquidez, el corazón del negocio bancario, estaba comprometida. La situación se puso en conocimiento del BCE, pero la línea de fondos que ofrecía Fráncfort resultaba insuficiente para las necesidades actuales. Esto precipitó la decisión de ir a la resolución.
Una valoración previa de un experto independiente, a petición de la Junta Única de Resolución, arrojó un déficit de 2.000 millones, que podrían dispararse a 8.200 en un escenario estresado. Así, después de que el BCE declarase inviable el banco, el Mecanismo Único de Resolución (MUR), el equivalente europeo al FROB, pidió al Santander y al BBVA que presentaran ofertas por el Popular. La de Ana Botín, ese euro simbólico y una macroampliación de capital, fue finalmente la adjudicada.
El argumento común de las autoridades y del propio Santander es que esta venta era «de interés público» y que con ella se «garantiza la seguridad de los depositantes [no pierden nada] y la ausencia de impacto para las finanzas públicas». «Es una operación buena para el banco, para España y para Europa», insistió Botín, que envió un mensaje de tranquilidad para los clientes del Popular, que en un primer momento funcionará como filial del Santander, pero que luego será integrado. El consejo del Popular ya ha sido depuesto, y en su lugar se han colocado cinco directivos afines a Botín.
Pero la moneda de la operación no solo tiene cara, también cruz, y muy grande. Dentro del proceso de resolución de la entidad, previo a su venta, sus 300.000 accionistas -entre ellos, miles de pequeños ahorradores gallegos- y los tenedores de bonos subordinados y de convertibles han visto reducirse a cero su dinero. Se avecina una avalancha de demandas.