El esperanto, en forma cien años después de la muerte de su inventor

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JANEK SKARZYNSKI | AFP

El médico judío polaco Ludwick Zamenhof fue el creador de esta lengua, con la que pretendía unir a la gente

13 abr 2017 . Actualizado a las 17:03 h.

«Saluton» (hola), dice con una sonrisa el presidente de la asociación de esperanto de Bialystok, ciudad natal del inventor de esta lengua universal, el médico judío polaco Ludwick Zamenhof. Un siglo después de su invención, este idioma sigue en forma.

«Zamenhof creó el esperanto en contrapeso a las lenguas nacionales que, según él, dividían a la gente y provocaban conflictos», explica Przemyslaw Wierzbowski, de 30 años.

«Hoy, sabemos que son las diferencias de nivel de vida, étnicas o religiosas lo que divide a la gente, pero el esperanto tiene aún por vocación unir, ayudar a comunicar», añade, sentado en el Café Esperanto, en una torre que preside la plaza del mercado de Bialystok, en el este de Polonia.

En el siglo XIX, donde se ubica la torre, a un centenar de metros del lugar donde Zamenhof nació, el 15 de diciembre de 1859, era la zona de un mercado, con puestos judíos, polacos, alemanes y lituanos. Bialystok pertenecía entonces al imperio ruso y vivía tensiones étnicas.

Fue esta torre de Babel local lo que habría inspirado al joven Ludwik para crear una lengua universal que favoreciese los intercambios entre los pueblos y aportase la paz al mundo.

Ludwick estudiaría medicina en Moscú y en Varsovia. Cuando era un joven médico publicó en 1887 su primer libro en el idioma internacional, que firmó con el seudónimo de Doktoro Esperanto (el que espera).

El esperanto vive entonces un apogeo. En 1905, más de 300 empresas de esperanto estaban registradas en el mundo. El mismo año, cerca de 700 personas llegadas de una veintena de países, participan en el primer congreso mundial del joven idioma en Boulogne-sur-Mer (norte de Francia).

Aspirante al Nobel

Zamenhof será nominado al premio Nobel de la Paz una docena de veces, sin obtenerlo. El 14 de abril de 1917 muere en Varsovia.

Desde los años 20 del siglo XX, el movimiento sintoísta japonés Oomoto lo considera como un Dios y propaga el esperanto como un «idioma de los cielos», para construir un mundo sin guerras.

Hoy, entre un millón y un millón y medio de personas practican el esperanto en todo el mundo, según diferentes estimaciones. En 2012, Google lo añade a su servicio de traducción en internet. En 2016, el 101º congreso reunió en Nitra, Eslovaquia, a unos 1.400 participantes procedentes de 60 países.

Entre los 3.200 volúmenes de la biblioteca de esperanto de Bialystok hay grandes clásicos: «Tincjo, La krabo kun oraj pinciloj» (Tintín, el cangrejo de las pinzas de oro), o «Asteriks kaj la Normanoj» (Astérix y los normandos). Un poco más lejos, «La Mastro de l'Ringoj» (El señor de los anillos) de J.R.R Tolkien.

«Siempre he soñado con dar la vuelta al mundo, y con el esperanto, lo he hecho. Pocos son los países donde aún no he estado», explica Elzbieta Karczewska, una jurista jubilada que se ocupa de la biblioteca del centro Zamenhof en Bialystok. Su último viaje fue a Nepal.

Idioma sencillo

En efecto, una gran red de entusiastas facilita los intercambios. «Cuando participé en mi primer congreso, había gente de Irán, Senegal, Sudáfrica. Entonces comprendí que había más cosas que nos unían que las que nos dividían», explica Przemyslaw Wierzbowski.

Esto se debe sobre todo a la sorprendente simplicidad del esperanto. A las miles de palabras de base, de las que el 75% tienen raíces latinas y romanas, 20% germánicas, y el resto eslavas y griegas, se añaden 16 reglas gramaticales, sin excepciones.

«Al principio, hay que construir una base de palabras. Después, con una sola, se pueden crear diez nuevas, añadiendo prefijos y sufijos», explica Iwona Zalewska, docente de esperanto.

Los lingüistas piensan que el aprendizaje del esperanto facilita ampliamente la enseñanza de otras lenguas.

Varias palabras han entrado ya en el lenguaje cotidiano, como 'Veturilo' -el sistema de bicicletas municipales de Varsovia y el nombre de la bebida Mirinda. Quiere decir 'extraordinario'. ¡Esperanto estas mirinda!.