Cambió las sombras de la Oficina Económica del presidente del Gobierno por la luz del Ministerio de Energía
29 ene 2017 . Actualizado a las 17:29 h.Cambió las sombras de la Oficina Económica del presidente del Gobierno por la luz del Ministerio de Energía, y ahora batalla para que la factura no se le vaya de las manos. Anda Álvaro Nadal Belda (Madrid, 1970) enfrascado estos días en dar con la fórmula para abaratar la luz. Un asunto que trae de cabeza a la ciudadanía y que ha venido a amargarle al ministro el buen sabor de boca que le habían dejado los récords del turismo, asunto este de vital importancia para la economía patria -de él depende buena parte de nuestro PIB- y del que también se ocupa.
A punto de cumplir los 47 (soplará las velas mañana mismo) fue la voz que más escuchó Rajoy en materia económica durante sus primeros cuatro años en la Moncloa. Y su sombra en las cumbres europeas. Dicen de él quienes lo conocen bien que este madrileño no se casa con nadie. Tiene, aseguran algunos de los que han trabajado cerca de él, un carácter difícil y hasta algo prepotente. «Escucha poco y no se anda con miramientos», aseguran. «Aquí se viene llorado de casa» es la frase con la que solía aleccionar a su equipo, dicen, cuando en su despacho de la Moncloa, cercano al del presidente, se esperaba la visita de alguno de los grandes del Ibex.
Melómano experto en bandas sonoras y amante de la esgrima y de las excursiones al campo con sus hijos, la vida de Nadal corre paralela a la de su hermano gemelo, Alberto Nadal. Nacidos en el seno de una familia de clase media acomodada con ascendencia catalana, aragonesa y andaluza, los dos son licenciados en Derecho y en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Pontificia de Comillas (ICADE). Los dos cum laude. Y los dos pertenecen al Cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado. Álvaro fue el número 1 en las oposiciones y Alberto, el 2. Tenían 24 años, y en el tribunal que los examinó se sentaban nombres tan conocidos como Miguel Sebastián, José Manuel González-Páramo, Carlos Ocaña o Jaime García-Legaz.
Su madre se empeñó en que estudiaran inglés desde muy pequeños. Y después, francés y alemán. Idioma en los que se manejan a la perfección, algo más por lo que estarle agradecidos a su progenitora.
Su padre quería que fueran ingenieros, como él. Contravinieron sus deseos, pero no les fueron mal las cosas a sus vástagos. Uno ya es ministro, el que nos ocupa; y el otro, Alberto, secretario de Estado de Presupuestos. Llevan más de dos décadas trabajando en diferentes puestos de la Administración Pública y escalando posiciones. Hasta lo más alto.
Casado con la diplomática Teresa Lizaranzu -ahora embajadora delegada permanente de España en la Unesco- con quien tiene dos hijos, el mayor de los dos gemelos -aunque solo sea por cuestión de un par de minutos- fue el elegido por Rajoy para ocupar una de las carteras más exigentes del Ejecutivo. Apenas lleva en el despacho dos meses y ya es consciente de que aquello se asemeja mucho a una silla eléctrica.