La firma francesa convirtió el Gran Palais en en atelier de la rue Cambon trasladando allí a sus propias costureras
05 jul 2016 . Actualizado a las 21:20 h.La penúltima jornada de la Alta Costura en París contó este martes con la puesta en escena de Chanel, en un homenaje de Karl Lagerfeld a la artesanía, eterna esencia de este exclusivo arte que lucha por sobrevivir al tiempo que jóvenes talentos, como Julien Fournié y Alexis Mabille, prometen coger el testigo.
El despliegue de Chanel en el Grand Palais, escenario habitual de los shows de la maison, lo convirtió en el atelier de la rue Cambon, donde se encuentran los talleres de Alta Costura, para los que trasladó incluso a las auténticas costureras.
Las mesas, los maniquíes, las telas, los vestidos de prueba, los metros, los lápices... Todas y cada una de las piezas se llevaron al desfile para componer el decorado de la colección otoño-invierno 2016/2017, donde destacaron las definidas siluetas de las chaquetas.
El look se compuso de chaquetas con una ligera forma cocoon (abombada) en hombros, sobre pantalones acampanados a la mitad de la espinilla.
La superposición de prendas es la forma en la que Chanel propone a sus mujeres defenderse del frío con estilo, añadiendo lentejuelas y bisutería a las telas para darles un toque brillante durante el día, mientras que las plumas se convierten en las protagonistas nocturnas.
Para el día, la maison francesa propone colores beige, además del tradicional combo en blanco y negro, mientras que para la noche los vestidos toman fuerza con faldas abultadas hasta media pierna acompañados siempre de botas mosqueteras con punta y tacón bajo.
Madame Josette, Jacqueline o Cecile, algunas de las costureras, que siguieron haciendo su trabajo como marco del show, intentaban concentrarse en su tarea, pero resultó difícil que muchas, acostumbradas a seguir los desfiles desde una pantalla en el backstage, no se emocionaran al paso de diseños que habían confeccionado.
Chanel contó para el diseño de los peinados con Sam McKnight, que se decantó por un recogido alto, una especie de moño cardado de rizos, deshecho con diadema y lazo, mientras que el maquillaje dibujaba los rasgos de las modelos como si fueran muñecas.
Inès de la Fressange, Vanessa Paradis o Alice Dellal, seguidoras habituales de la firma, no faltaron al Grand Palais, donde también se dejaron ver el actor Will Smith y su hija Willow, la nueva musa de Lagerfeld.
El turno de los nuevos diseñadores
Y mientras Chanel hizo muestra de poder y lujo en su desfile, los nuevos diseñadores pusieron todo su talento, empeño y creatividad en compensar la falta de recursos económicos.
El francés de origen español Julien Fournié eligió un decorado único para presentar su propuesta, el Oratorio del Louvre, una pequeña iglesia protestante en la exclusiva rue Saint-Honoré.
Una colección romántica que comenzó con duros trajes brocados con detalles en cuero y largos vestidos oscuros hasta alcanzar la luz en líneas vaporosas, con diseños ricos en transparencias y cargados de pedrería.
Fournié le hizo un hueco al rojo vivo con el que vistió varios de los que parecen ser sus diseños fetiche para esta temporada, ofreciendo una imagen pasional relacionada, según el autor, con la idea de libertad y sus raíces españolas.
«Es importante que la gente sepa que un couturier puede estar al mismo nivel que un pintor, un artista, un filósofo», dijo a Efe tras el desfile Fournié, que reconoció que los atentados terroristas que Francia vivió en 2015 le influyeron en la creación de esta colección.
«Al principio son colores oscuros para llevarnos hacia la primera silueta que es en realidad un ángel que viene a dar la palabra de Dios», añadió.
En un escenario más clásico, entre los pasillos del Hotel d'Evreux, en el centro de París, el diseñador Alexis Mabille, de 40 años de edad, lleva ya cuatro como miembro permanente del selecto club de la Alta Costura en una continua búsqueda de una feminidad clásica y sofisticada.
Diseños dramáticos, exagerados, en tonos pastel, con llamativos drapeados y pliegues en el escote y faldas largas y acampanadas, similares a las que el Romanticismo puso de moda en el siglo XIX al vestir sobre miriñaques, una estructura de aros que daba forma al vestido.