«Orlegi todavía tiene pendiente profesionalizar la cantera del Sporting como prometió; el desgaste en los trabajadores hace mella»
Sporting 1905
Artículo de opinión
03 Oct 2024. Actualizado a las 23:19 h.
Es irremediable. Mareo siempre es objeto de debate. Al margen de filias y fobias particulares, la cantera rojiblanca, dada su importancia en su cerca de medio siglo de vida, siempre está bajo la lupa del aficionado del Real Sporting. Quizás fruto de esa exigencia prácticamente diaria puedan entenderse los frutos que ha dado y que la situaron, al menos mientras estuvo a la vanguardia, entre las principales canteras futbolísticas de nuestro país. Aunque eso será harina de otro costal.
Este fin de semana tendrá lugar, dos años y medio después, un nuevo episodio de rivalidad regional entre los segundos equipos de las principales escuadras asturianas. Sporting Atlético y Oviedo Vetusta se verán las caras en un duelo directo por el ascenso, aunque con todo el campeonato -y un partido de vuelta en Mareo- por delante. Sin desmerecer con ello al resto de candidatos. De hecho, una buena base del mensaje más crítico contra el trabajo que se viene haciendo en la cantera rojiblanca viene precisamente del fracaso deportivo del segundo equipo estas últimas temporadas desde que cayera al pozo de la Tercera Federación en aquel aciago 2021 marcado por la reestructuración de las competiciones no profesionales y el caos de un fútbol que asumía una difícil distopía 'post' pandemia.
El resultado de dicho partido tendrá un efecto efervescente en la opinión sportinguista. Si se gana, será como echar mercromina en una herida que requiere de puntos de sutura, o bien servirá para ahondar en una crisis sin precedente alguno en la cantera. Supuestamente. Todo en base a si se gana o se pierde. Ni lo uno ni lo otro. Un cortoplacismo al que estamos acostumbrados a vivir en todo lo que rodea al primer equipo y que alcanzo a comprender, pero que no comparto cuando se trata de la cantera.
Como idea base, creo que se parte de un fundamento erróneo con el tan manido término «proyecto». Un primer equipo, que vive semana a semana, viendo entrenadores cesados apenas tras un mes de competición y en el que cada verano se superan holgadamente la docena de movimientos entre entradas y salidas en la plantilla, el famoso «proyecto» va pensado prácticamente año a año. Tiene su lógica. Un ascenso, quedar quinto y disputar un Playoff o sudar para mantener la categoría y ser el decimoséptimo obligan a reformularlo todo cada verano.
Diferente debería ser cuando nos referimos a una cantera. La cantera es patrimonio de un club; es algo que lo define. Es por ello que debe mirar más allá de un fin de semana, 6 meses o una temporada, priorizando la formación de sus futbolistas por encima del resultado deportivo. De ahí que se permita un «lujo» -en el fútbol por desgracia lo es- de dar continuidad en el trabajo interno, desde quienes mandan y coordinan hasta los que día a día enseñan los fundamentos a las jóvenes promesas rojiblancas. Un «proyecto», éste sí más próximo a su verdadera definición, que debe tener muy claros los cimientos de lo que se quiere construir. Es ahí, con toda su complejidad evidente, donde debería estar el foco del aficionado en cuestión de análisis y exigencia. No en cuántos jugadores extranjeros hay en el segundo equipo o si no se consigue ganar en el Hermanos Antuña.
Es ahí donde debe a comenzar a analizarse el trabajo realizado tras dos años de gestión -este es el tercero- de la nueva propiedad comandada por el Grupo Orlegi, que puso a su gente al frente, con Óscar Garro -tras un infructuoso primer intento- como encargado de Mareo. Lo primero que me sale decir es que no entiendo la urgencia instalada entre parte de la afición por hablar de una nueva remesa de canteranos que ya tengan que estar en el primer equipo, como tampoco la incongruencia de quejarse porque los que han llegado ya estuvieran con la gestión anterior.
Por más que el club saque pecho -y bien que hace- de la cantidad de jugadores formados en la Escuela a disposición de Rubén Albés esta temporada, en dos años no resulta viable que jugadores llegados de la mano de los nuevos gestores ya estén en dinámica del primer equipo. Y eso que uno de los que se firmó ya salió traspasado, pero obviamente es la excepción y no la norma. Es pura lógica al tratarse de una simple cuestión de tiempo, amén de la dificultad que supone llegar a ese escalón, que no debería estar nada barato.
Profundizando más allá de eso, y huyendo de habladurías banales, la apuesta de Orlegi por reforzar al principal equipo de la base con un elevado número de futbolistas extranjeros quizás responda más a la necesidad que a una estrategia estructural. No creo que cuando se dice que quieren elevar el nivel de competencia interna lo digan únicamente por marketing. Discursos que en estos años les ha dado tiempo a que les salgan de cara o bien les dé en los morros. La base con la que se encontraron el club no era la adecuada para que hoy veamos un Sporting Atlético con 20 guajes habiendo pasado toda su formación en Mareo y que hoy llamen a la puerta del primer equipo. Por desgracia. Eso es lo primero que hay que corregir. Y llevará su tiempo. No es cosa de 2 años.
A mí que me gusta seguir de cerca el trabajo que se hace en la cantera hay cosas que, desde la no urgencia, creo que se están haciendo bien, poco a poco construyendo una estructura que potencie la formación y desarrollo de los futbolistas, como por ejemplo con la creación de un nuevo infantil aprovechando las circunstancias o un tercer equipo, todo con una perspectiva a futuro. Sin embargo, otras cuestiones sí me van generando cierta preocupación. Y la cuestión está, como ya se ha debatido en torno al primer equipo desde la llegada del nuevo grupo inversor, en lo económico.
La apuesta de Orlegi no está siendo tan fuerte como considero que debiera ser en términos de inversión en cantera. De hecho, creo que es peligrosamente escasa. Se está creando una estructura adecuada en la forma, pero sin los medios necesarios. Una exigencia total de puertas para dentro cuyo esfuerzo no está siendo adecuadamente recompensado. Desde los propios fichajes para la base o la retención de talento, pasando por los técnicos -o como a ellos les gusta llamarlos, formadores- y los captadores. Pan para hoy que no debería llegar a ser hambre. Algo que va muy de la mano con un vocablo que ellos mismos han utilizado mucho desde su llegada, la famosa «profesionalización».
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Si queremos que el Villarreal, ejemplo puesto por Alejandro Irarragorri, no se lleve nuestros mejores talentos hay que tener unas paredes muy sólidas, pero no sólo en apariencia. De momento, en Mareo siguen siendo de papel, por más que lo hayan rellenado de muros. En infraestructura ya no cabe queja alguna, eso es cierto -fondos CVC mediante-, pero debería hacer falta mucho más para que el máximo accionista de la entidad decidiera sin remordimientos meter a sus hijos en Mareo. Desconozco si opina igual. Empezando por el desgaste en los trabajadores de la Escuela, el cual ya hace mella y no es una buena semilla que sembrar.
La cantera está, hoy por hoy, muy lejos de parecerse a una estructura verdaderamente profesional. Algo que por desgracia ya podíamos decir hace no mucho y que tanta urgencia había en corregir. Distinto collar, pero mismo perro. Intenciones que hasta ahora han pasado muy poco de ahí, si acaso con el mayor avance en el área de Ciencias Aplicadas al Deporte, algo necesario. Y sí, el gasto estructural de Mareo ya sabemos que es uno de esos mantras más repetidos en cada Junta de Accionistas y que Orlegi está con la lupa puesta muy encima de cada apartado del balance, pero sin inversión la cantera por sí sola sólo acabará languideciendo. Como ya lo hacía años atrás, donde sólo el buen trabajo interno de empleados muy por encima de los métodos permitía que hoy podamos celebrar los pasos al frente de los Diego Sánchez, Nacho Martín o Gaspar Campos. Éxitos que como aficionado me gustaría seguir solemnizando en un futuro como base de todo lo demás que tenga que venir.