La Voz de Asturias

El padre contra el hijo

Sporting 1905

Andrés Menéndez Gijón
JonyJony

Jony se reencuentra con su padre futbolístico, Abelardo,

31 Oct 2016. Actualizado a las 16:11 h.

No habría Jony sin Abelardo. De igual forma es imposible concebir el éxito de los Guajes sin la presencia del extremo cangués. Eran un matrimonio futbolístico, una convivencia necesaria. Abelardo se enamoró de Rodríguez cuando era lateral del Avilés, después de deambular por escuelas de talla mundial sin acabar de irrumpir, cuando su sueño de vivir como futbolista profesional parecía quebrantarse.Jony tenía todo para ser un jugador élite: potencia, técnica, descaro, inteligencia... Pero le faltaba encontrar en mitad de la odisea a un padre, a alguien que le recuperará para el fútbol. Abelardo le ofreció un billete pero Jony decidió coger un vagón para él.

En 2013 Rodríguez, que llegó a debutar con el Real Oviedo, firmó por el filial rojiblanco con una de las plantillas más talentosas de la última hornada de Mareo. Y cabreado consigo mismo, después de adelantar su posición al extremo izquierdo, recuperó la autoestima necesaria para competir, la calidad (y la capacidad para entender el juego) ya las tenía, puro talento innato. A pesar de la competencia, en uno de los puestos con más nivel de aquel equipo, el extremo cangués era insustituible; Jony rompía en Segunda B con una facilidad asombrosa, pero el técnico del primer equipo, por entonces Sandoval, sólo tenía ojos para sus extrañas peticiones. Jony recuperó la sonrisa; como en su infancia en aquella pequeña pista de Cangas mientras jugaba con sus amigos de toda la vida.

El tiempo, siempre juez, brindó a Abelardo la oportunidad de dirigir la nave del equipo de su vida. Su primera decisión fue promocionar al talento de Narcea al primer equipo- junto a Pablo Pérez-. Jony, que apenas unos  que meses atrás tenía pocas opciones de vivir de su sueño, voló en El Molinón ante el Herculés en su debut y marcó un gol después de una diagonal imponente. El Sporting se llevó tres puntos, Rodríguez recuperó la sonrisa, Abelardo venció en su estreno, y la afición se marchó a casa pensando en el dorsal 33.

Una aparición de un chico fuerte, rápido y descarado, muy descarado. Aquella temporada era demasiado fácil, y ambos (padre e hijo) decidieron prolongar su gala un año. Jony fue la luz de un equipo formado en su inmensa mayoría en Mareo que batía récords cada semana y que enamoraba por su afán ganador. El primer año completo del ahora 23 fue su consagración en el panorama nacional, cada semana era una exhibición, imposible de parar e imposible de frenarse; Rodríguez estaba lanzado.

El ascenso, y la permanencia, fueron justicia divina para un jugador que ahora busca triunfar en el exilio. Rodríguez no sería Jony sin Abelardo, y el Pitu quizá no sería entrenador del Sporting sin el cangués. Su coexistencia explica el éxito del último ciclo del Sporting. El viernes ambos, padre e hijo, se enfrentarán en la batalla del olvido, pero siempre quedarán los recuerdos.


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