Los últimos pasos de Calzados Tato en Oviedo: «Los clientes me dicen "¿y luego qué hacemos?" No hay otra zapatería igual»
La Voz de Oviedo
El histórico local de la calle Asturias anuncia su cese de actividad tras 48 años. Su dueña, Chelo Rey, se jubila con «muchísima pena» tras toda una vida dedicada a un negocio que puso en marcha junto a su marido. Teme que el comercio tradicional muera ante la falta de ayudas: «Vamos a pasear por una ciudad de locales cerrados»
15 Mar 2024. Actualizado a las 09:29 h.
Calzados Tato da sus últimos pasos en Oviedo. La histórica zapatería de la calle Asturias ha sumado a sus carteles de «liquidación total» las palabras «cese de actividad», con las que anuncia su inminente cierre. Su dueña, Chelo Rey, prefiere no poner fecha definitiva y advierte que pasarán «unos meses» hasta que baje la trapa para siempre. Antes quiere dar salida al amplio estocaje con el que todavía cuenta en un negocio que cumple 48 años.
Se resiste a dejar un establecimiento que ella misma fundó junto a su marido, Sinesio Vázquez Tato, en 1976. Hace un lustro se acogió a la jubilación activa para seguir unos años más y evitar el cierre, pero admite que «todo llega» y está «cansada» tras toda una vida en la zapatería. Abrió con solo 22 años —él tenía 29— y guarda infinidad de buenos recuerdos. Por eso se emociona: «Me da muchísima pena, son muchos años en esta esquina».
Eligieron el sector del calzado por casualidad, principalmente porque el matrimonio tenía amistades en este mundillo. «Nosotros cuando empezamos no teníamos ni idea de zapatos, pero nos ayudaron mucho y nos fueron metiendo», cuenta. Hasta convertirse en una de las zapaterías con más solera de Oviedo.
No todo fue un camino de rosas, pero el balance es más que positivo, algo que agradece a su clientela, que ha estado a su lado siempre. «Hubo épocas difíciles, sobre todo al principio porque fue toda la época de la Transición. Había huelgas prácticamente todos los días. De hecho nos pilló una de la construcción que duró seis meses», recuerda. Pese a los altibajos, «siempre se trabajó bien», asegura Chelo dando las gracias a quienes la han apoyado a lo largo de los años.
Desde los inicios mantuvieron la misma línea de producto, «calzado de muy buena calidad y con anchos especiales, tanto de señora como de caballero», explica Chelo. Dentro de este tipo de producto han contado siempre con modelos de vestir y de fiesta, a los que añadieron después opciones más confortables o deportivas, sin dejar de lado la calidad de los productos.
Tampoco dejaron de lado nunca los zapatos con anchos especiales, disponiendo de una amplia gama para que todos los clientes encuentren un modelo ideal con el que sentirse cien por cien cómodos. Hoy en día, lamenta, «una persona que tenga un pie ancho, un juanete o un dedo de martillo y necesite algo cómodo, no lo encuentra». Es un colectivo que, a su juicio, «está un poco abandonado» y cada vez tiene menos opciones a la hora de comprar calzado.
«Tengo muchos clientes que me han dicho "¿y luego qué hacemos?" Yo no voy a estar toda la vida, pero es verdad que no hay otra zapatería que tenga este tipo de producto», confiesa. Esto se debe a que «las zapaterías de toda la vida han ido cerrando, casi todas. Y las que vienen suelen ser franquicias, que abren con un zapato más juvenil y más deportivo, porque ahora todo el mundo anda en deportivos. Entonces por ejemplo una señora que quiera un zapato para una ceremonia o para cualquier cosa, no lo encuentra», asegura.
La clientela habitual de Calzados Tato se quedará un poco huérfana con el cierre de esta zapatería. Chelo admite que el mensaje que ha recibido en las últimas semanas desde que anunció que cerraría pronto es de duda: «Están preocupadas por dónde van a ir a comprar después. Lo peor es que no puedo decirles ningún sitio porque antes había algo en Gijón y alguna tienda en Avilés, pero cerraron todas. O sea que ahora es muy difícil. Pueden encontrar un zapato o dos en algún sitio, pero aquí venían diciendo que querían un zapato negro, ancho y con un tacón determinado y sacábamos 20 modelos. Siempre tuvimos mucho surtido y eso sí que no lo van a ver más, porque ya no existe», lamenta apenada.
Clientas que se convirtieron en amigas
Tras casi medio siglo despachando zapatos y atendiendo con cercanía a quienes traspasan la puerta del número 41 de la calle, Chelo Rey afirma que «más que clientela, son amigos», puesto que a lo largo de los años ha forjado relaciones más allá del contacto entre comprador y vendedor. Tiene infinidad de recuerdos: «Yo de muchas familias conocí tres generaciones, la abuela, la madre y los hijos», celebra.
También ha vivido las consecuencias del paso del tiempo. «Ahora muchas clientas tienen que venir acompañadas, gente mayor que conocí de toda la vida y que ahora necesita andador o una persona al lado, es así», implora. También reconoce emocionada: «A partir de la pandemia eché en falta a mucha gente».
Cuenta que los primeros años «en Oviedo se conocía todo el mundo» y a día de hoy sigue siendo una mujer reconocida: «Mi hija mayor siempre me dice que cuando salgo de casa doy 20 pasos y me paro con 10, y tiene razón, antes nos conocíamos todos». En esa línea relata otra anécdota. Cuando abrieron la zapatería «no había impuesto directo de Hacienda» como el IVA de hoy en día, y se reunían en el edificio en el que hoy están los sindicatos para debatir por sectores cuántos impuestos iban a pagar. «Se discutía mucho y todos sabían lo que vendían unos y otros. Al final siempre se llegaba a un acuerdo, eso no sería viable hoy en día, pero antes todos nos conocíamos y se hacía así», rememora.
El pequeño comercio, una especie en peligro de extinción
En Calzados Tato no hay relevo generacional ni Chelo ve viable la opción de traspasar el negocio, porque es «imposible» empezar de cero en este sector, asegura. Por eso confía en poder alquilar el local —que tiene en propiedad— y que pueda seguir abierto con otro tipo de actividad. Eso sí, ve sumamente difícil la supervivencia del comercio tradicional.
Recuerda que en fechas recientes recibió la visita de personal del Ayuntamiento de Oviedo para que diese su punto de vista en este sentido. «Les dije que lo que hacen falta son ayudas, porque es muy difícil montar un negocio y una zapatería, todavía más. Tienes que disponer de un capital para afrontar las primeras compras de mercancía y es imposible empezar de cero», considera.
Por eso no se planteó la opción de traspasar el negocio. Y teme que el pequeño comercio vaya muriendo: «Si no hay subvenciones o créditos con buenas condiciones que respalden a los comerciantes, vamos a pasear por un Oviedo de locales cerrados y paredes», lamenta. «La cosa es que el comercio pequeño, familiar, el de siempre, es el que más vida da a una ciudad y el que más empleo genera, y todo eso se va a ir al garete», augura.
En los últimos pasos de Calzados Tato en Oviedo, Chelo está acompañada por sus dos empleadas, que atienden el negocio en horario de mañana y tarde. Ella baja a diario por el local y seguirá haciéndolo mientras se alargue la liquidación. Un periodo en el que a buen seguro recibirá el cariño de una clientela fiel para la que solo tiene palabras de agradecimiento.