La Voz de Asturias

El duro testimonio de un ovetense en silla de ruedas: «Dejé hasta de ir al quiosco al que iba siempre»

La Voz de Oviedo

Esther Rodríguez Redacción
Una lesión medular irreversible ha obligado a Eduardo Llano Martínez, de 37 años, a ir siempre en silla de ruedas

El ovetense Eduardo Llano fue víctima de un accidente de tráfico que cambió para siempre su vida. El fuerte impacto le provocó una lesión medular irreversible, obligándole a pasar el resto de su vida en silla de ruedas. Desde entonces, no solo ha aprendido a convivir con esta discapacidad sino que debe lidiar con las barreras arquitectónicas que no acaban de desaparecer de las ciudades. Incluso se ha visto obligado a cambiar de casa

30 Dec 2023. Actualizado a las 05:00 h.

Poco tiempo después de sacarse el carné de conducir, Eduardo Llano Martínez empezó a trabajar para ganarse un dinero con el que costear sus caprichos. Compaginaba sus estudios con el reparto a domicilio de pizzas. Le iba todo muy bien, hasta que en el 2005 un accidente de tráfico cambió su vida para siempre. Un coche se saltó un semáforo en rojo, lo atropelló y nada volvió a ser lo mismo. Debido al fuerte impacto, el ovetense que por aquel entonces tenía 19 años estuvo varias semanas en coma y tras recuperar la consciencia continuó hospitalizado durante un largo período de tiempo. Pero lo peor de todo fue el diagnóstico: su lesión medular era irreversible. Esto significaba que debía pasar el resto de su vida en una silla de ruedas, con las limitaciones que conlleva.

«Afortunadamente», pese a su corta edad, Eduardo Llano «tenía la cabeza amueblada». «Decidí ver el lado positivo porque podía haber muerto en el accidente», cuenta. Comenzó a hacer rehabilitación, a ejercitarse en cierta manera para fortalecer los músculos, aparte de cuidar su salud mental. Debido a su discapacidad se vio además obligado a cambiar de domicilio. «En ese momento vivía en casa de mis padres pero la vivienda no era accesible. Había sido construida en el año 93 y claro, todo tenía barreras, ni siquiera podía entrar al recinto porque tenía escalones», asegura.

Aunque sus progenitores realizaron los pertinentes estudios para ver la viabilidad de hacer accesible el hogar familiar, adaptar el inmueble «costaba muchísimo dinero y no merecía realmente la pena». Decidieron, por tanto, mudarse a otro piso, «de construcción relativamente moderna y que cumplía la normativa al 100%», donde no solo había rampa para acceder al portal, sino que además el ascensor era lo suficientemente amplio para que la silla de ruedas de Eduardo entrase sin ningún problema. Además, todas las estancias de la vivienda eran «completamente» accesibles.

«Tuve que dejar de hacer cosas que estaba acostumbrado a hacer»

Cambiar de vivienda supuso mejorar la calidad de vida del que actualmente es el presidente de ASPAYM (Asociación de personas con lesión medular y otras discapacidades físicas del Principado de Asturias). Pero, al mudarse a otro barrio, el ovetense no solo tuvo que cambiar de vecinos sino de amigos, algo que de primeras supuso también un duro golpe para él. Además, no solo dejó de caminar sino que tuvo que dejar de hacer cosas a las que estaba acostumbrado hacer como, por ejemplo, ir a la panadería. «Al quiosco donde iba siempre tampoco volví más», apunta. Y todo ello «por culpa de las barreras arquitectónicas que no terminan de desaparecer».

Las principales barreras arquitectónicas a las que se enfrentan las personas con movilidad reducida

Han pasado ya 18 años del accidente que truncó la vida del ovetense y desde entonces «el problema sigue siendo el mismo»: la mayoría de las viviendas no son accesibles. «Los portales suelen tener escaleras y los ascensores suelen ser muy pequeños. Las viviendas, aunque no sean muy antiguas, tienen puertas que son más estrechas de lo normal o el baño, por ejemplo, tiene un escalón». Por este motivo, tres de cada diez asturianos con movilidad reducida se han visto obligados a cambiar de domicilio, entre ellos el propio Eduardo.

«Me he dado cuenta a lo largo de los años que para mí era un problema ir a casa de un amigo porque me encontraba con que no entraba en el ascensor con la silla de ruedas»

Para que un edificio residencial sea accesible no debe tener escaleras para entrar desde la calle al portal. «Si hay una rampa no puede ser muy pendiente porque sino es imposible subir. Muchas rampas tienen la misma inclinación que la escalera y eso no vale para nada, aunque te ayuden no puedes ni siquiera subir». Tampoco debe de haber peldaños para llegar hasta el ascensor, que debe ser lo suficientemente amplio para que entre una silla de ruedas «normal». «La mía es muy pequeña, lo más ajustada posible porque precisamente me he dado cuenta a lo largo de los años que para mí era un problema ir a casa de un amigo porque me encontraba con que no entraba en el ascensor», señala Eduardo.

A nivel de vivienda, la accesibilidad no suele ser un gran inconveniente. «Si las puertas son más estrechas de lo normal, sí, pero por lo demás te vas arreglando y modificando el mobiliario a tus necesidades. Si por ejemplo tienes un taquillón en la entrada, si ves que te molesta lo quitas y listo. Pero sí que es verdad que al final estás rodeado de viviendas y eso sí que se convierte en un serio problema», asegura el ovetense, antes de señalar que es en la calle donde más limitaciones encuentran las personas con movilidad reducida.

Muchas veces, asegura, que ni siquiera pueden cruzar la calle. Si un paso de cebra no está bien hecho, «sino tiene un rebaje la acera a cota cero con el asfalto de la carretera, es decir, que no haya ningún escalón», a las personas con movilidad reducida ya les resulta imposible pasar. «Si queda un escalón, aunque solo sea de un centímetro, para las ruedas delanteras de una silla de ruedas es mucho porque ya no puedes subir. Afortunadamente tengo la habilidad de poder hacer un caballito y subir el bordillo pero hay personas que no», lamenta.

Los negocios con atención al público deben ser accesibles

De igual modo, si en algún lugar público como pueden ser los supermercados, bancos, centros de salud o ayuntamientos, entre otros, cuentan a la entrada con algún escalón, aquellas personas con limitaciones a la hora de desplazarse ya no pueden acceder al interior de los mismos. Y eso que estos espacios «tienen que ser accesibles, es algo que exige la ley desde el año 2007». Han pasado 15 años desde que entró en vigor la normativa y «como verás cada día, a poco que te fijes, el 50% de estos sitios no son accesibles».

Eduardo Llano recuerda que después del accidente sus familiares y amigos le hicieron una fiesta sorpresa en la discoteca ovetense Salsipuedes. «Desde entonces, la llamo ‘Entrasipuedes' porque es imposible entrar, tiene escaleras por todos lados. Y eso es algo público, que está abierto a todo el mundo, pero yo por ejemplo no puedo ir», implora Eduardo Llano, quien reconoce que la ley de accesibilidad contempla que aquellos inmuebles antiguos que no sean accesibles no se les puede exigir que lo sean, salvo que tengan que hacer una obra en la que ya entre en juego la accesibilidad como cambiar la entrada o el baño.

A su juicio, romper con todas aquellas barreras arquitectónicas que a diario limitan la vida de las personas con movilidad reducida radica en el cumplimiento de la normativa. Y si se revierte la situación en aquellos edificios antiguos, donde la accesibilidad brilla por su ausencia, «en unos 10 o 15 años no habría ningún problema». Sin embargo, «como siguen haciendo cosas nuevas que no cumplen porque está el concepto que adaptarlo es más caro, algo que es un error porque hacer algo adaptado por primera vez es igual de caro que no hacerlo, avanzamos un paso y retrocedemos dos». Por este motivo, «por muchos años que pasen, nunca vamos a tener las cosas bien hechas».

Eduardo Llano también considera fundamental hacer un diseño universal de la ciudad «a todas las escalas». De esta manera, asegura, que «no se dejaría de lado» a aquellas personas con discapacidad, independientemente del tipo que sea. «Las personas mayores, que por lo general suelen arrastrar más los pies, podrán tener también calidad de vida, pudiendo ir a comprar, al cine, al parque o lo que sea. Incluso si tú el día de mañana tienes un bebé y vas con por la calle con el carrito no te vas a sentir discapacitada porque vas a poder ir por todos lados, ya que te vas a encontrar con ascensores, rampas y todo lo necesario para tener una vida normal. Y si por el motivo que sea tienes que estar dos meses utilizando una silla de ruedas, tampoco vas a tener que dejar de hacer tu rutina».

«Es salir a la calle y no hay más que problemas que te recuerdan que estás limitado»

Aparte de limitar por completo la vida de las personas con movilidad reducida, las barreras arquitectónicas provocan además un daño psicológico en estos individuos. «Cuando hablamos de una lesión que te produce una discapacidad, cualquiera que sea, ya es grave y una desgracia porque bastantes dificultades tienes. Pero si encima el entorno te lo dificulta todo es mucho más desesperante. Es salir a la calle y no hay más que problemas que te recuerdan que estás limitado. No porque tu silla de ruedas no funcione bien, tu implante coclear no funcione o tu bastón no te guíe si eres ciego, sino porque hay barreras en el entorno que te limitan».

Esas barreras, en ocasiones, obligan a que las personas con movilidad reducida se encarcelen en su propia vivienda. «Hay socios de ASPAYM que me llaman para decirme que no pueden salir de casa porque no están capacitados para bajar por las escaleras hasta el portal o que no tienen a nadie que les pueda ayudar. Y claro, algunos hace tres meses que no salen de casa», lamenta Eduardo Llano, quien a través de la asociación imparte tutorías a aquellas personas con una lesión medular para darles las herramientas necesarias para hacer frente a la adversidad en la salud y así «avanzar».

«Cuando tengo un problema o bien lo soluciono de alguna manera o directamente no dejo que me afecte, pero hay gente que le afecta y que prefiere no salir de casa. Y todo porque en las comunidades de vecinos no hay sensibilidad. Si por ejemplo hay que poner un salva escaleras lo único que hacen es poner trabas. Es verdad que no todo el mundo tiene dinero para añadir un gasto extraordinario para hacer más accesible la vivienda o el edificio donde residen, pero no se dan cuenta que eso es una inversión porque al final va a hacer que tu vivienda valga más porque va a ser accesible y válida para todo el mundo».

En este punto, Eduardo Llano recuerda que diversos ayuntamientos y el gobierno del Principado de Asturias convocan ayudas para hacer más accesibles los inmuebles, pero como «lamentablemente se dan muy pocas», la situación no se revierte. De concederse estas subvenciones, «se podría arreglar lo que no está bien hecho», que sumado a lo que nuevo que debería de estar bien» ya estaría solucionado el problema. Sin embargo, «desgraciadamente no hay una concienciación para que todo eso mejore»


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