La «obra del Escorial» de Oviedo que fue un «querido» punto de encuentro para varias generaciones
La Voz de Oviedo
El Escorialín cumple 65 años en el Campo de San Francisco convertido en Oficina Municipal de Turismo, aunque su historia está llena de curiosidades
07 Jun 2023. Actualizado a las 13:30 h.
El Campo de San Francisco de Oviedo está plagado de puntos de interés y edificaciones con historia que han sido testigos del avance de la ciudad a lo largo de los siglos. Uno de ellos es el Escorialín. Una construcción, convertida hoy en Oficina Municipal de Turismo, que se levantó como consecuencia del auge comercial de la calle Uría y para aglutinar los puestos que se ubicaban en la zona del Paseo de los Álamos.
Fue en 1952 cuando el entonces alcalde, Ignacio Alonso de Nora, mandó construir el inmueble. «Anteriormente a ese año, había cantidad de pequeños quioscos para la venta de entradas de fútbol, de toros, de actividades de la SOF (Sociedad Ovetense de Festejos), floristerías, puestos de castañas y hasta el típico carrito de los helados, que estuvo durante décadas en la esquina de Uría con Santa Cruz», recuerda José Galán Arias, geólogo y miembro de Los Franciscanos. Tampoco faltaban vendedores a los que comprar prensa, había un estanco y hasta limpiabotas; incluso «en su día hubo una pequeña bomba de gasolina», cuenta.
Haciendo referencia al libro El Campo de los hombres buenos, de Adolfo Casaprima Collera, Galán explica que toda esa dispersión de puestos de venta era «unas veces muy artística y otras, francamente antiestética», por lo que se dieron instrucciones para hacer un pequeño pabellón en el que aglutinar esa actividad comercial «en la medida de lo posible». Así, el Ayuntamiento de Oviedo aprobó la construcción de lo que hoy se conoce como El Escorialín, «curiosamente el mismo día que abría sus puertas el recinto de la SOF en la Herradura para celebrar San Mateo».
Comienzan las obras ese mismo año, en 1952, pero el tiempo pasa y la construcción parece eternizarse. No es hasta 1958 cuando se inaugura. «Se demoró muchísimo. Pasaron seis años, y de ahí el nombre que con el típico gracejo ovetense se dio a esta pequeña edificación. Pensemos en lo que se tarda en hacer un edificio de viviendas; algún problema tuvo que haber por el medio, eso es indudable», detalla Galán Arias. Una de esas dificultades tuvo que ver con las voladuras necesarias para cimentar el edificio, según recoge El Campo de los hombres buenos. En aquel momento no tenía nombre como tal, pero se quedó con este diminutivo surgido porque «la gente pasaba por allí a todas horas y veía que eso avanzaba muy lentamente, así que alguien diría "esto parece la obra del Escorial", y como era mucho más pequeño, pues en diminutivo, como hacemos aquí en Oviedo».
Como Escorialín se inauguró y con la misma denominación se le conoce 65 años y diversos usos después. Incluso en la memoria de muchos ovetenses hay nombres propios vinculados a esta construcción de dos pisos que hoy alberga la Oficina Municipal de Turismo. Allí estuvo Fifi durante años, a diario, vendiendo periódicos. También fueron «muy conocidas» las hermanas Sors, Pilar y Luisina, que estaban al frente del estanco. Además, «había una floristería, el limpiabotas estaba abajo y se instalaron también, que eran muy útiles y en aquellos años no se veían tanto, un barómetro, un termómetro y un higrómetro para marcar la humedad», relata Galán.
Además, El Escorialín se convirtió en punto de encuentro para varias generaciones de ovetenses. «Era típico quedar allí. A las cinco de la tarde en El Escorialín, a la salida del cine en El Escorialín, a las doce del mediodía del domingo en El Escorialín», recuerda de su juventud el geólogo y miembro de Los Franciscanos. Por aquel entonces, el modelo de comunicación era otro, no existían los teléfonos móviles y lo más común era utilizar el fijo de casa o «acordar la quedada unos días antes». En definitiva, este edificio pasó a ser «muy querido» y se convirtió en «punto de referencia obligado». «Una vez más, el Campo, siempre presente en la vida de todos los ovetenses desde los primeros días de vida», subraya José Galán.
En el momento en el que se fueron jubilando las responsables de los puestos de prensa y tabaco del Escorialín, el edificio pasó a albergar servicios municipales. Se ha convertido en un símbolo de Oviedo y un referente de la etapa más moderna del histórico Campo de San Francisco, el pulmón verde de la ciudad cuyas primeras referencias se remontan al siglo XIII.
Hoy, este edificio forma parte del Catálogo Urbanístico del Concejo de Oviedo y, aunque no está declarado Bien de Interés Cultural, cuenta con una protección parcial. En su historia más reciente está la destrucción de la galería en diciembre del 2017, cuando la borrasca Bruno dejó rachas de viento de hasta 120 kilómetros por hora en Asturias. Ese temporal tiró un árbol del Campo San Francisco que impactó sobre el edificio. «Cayó justo encima de lo que era la floristería y la destruyó; afortunadamente, no pasó nada ni cogió a nadie porque fue por la noche. Fue uno de los muchos vendavales que han tumbado cientos de árboles en el Campo a lo largo de su historia», rememora José Galán.
Tras ese incidente y a pesar de que el edificio no sufrió daños estructurales, «tardó mucho tiempo en repararse y volver a abrir», confirma el integrante de Los Franciscanos, la plataforma surgida para defender el Campo. Reabrió año y medio después, en mayo del 2019, para atender a los turistas que visitaban Oviedo gracias a un programa de prácticas. Esa es la labor que continúa albergando a día de hoy, cuando se cumplen 65 años de la inauguración del Escorialín.