Dolores Díaz Gallego, la ovetense que convierte libros en auténticas obras de arte
La Voz de Oviedo
La encuadernadora lleva 30 años manteniendo vivo un oficio donde todo se realiza a mano
29 Mar 2023. Actualizado a las 09:43 h.
Rodeada de las mejores pieles y de telas de diferentes tejidos, colores, estampados e incluso diseños, con la cola y el engrudo siempre a mano, y sin perder de vista las cuchillas y las plegaderas, Dolores Díaz Gallego mantiene vivo el oficio de la encuadernación. Un trabajo que a pesar de todos los avances tecnológicos aún se rige por los viejos códigos de la profesión. Coherencia, precisión, minuciosidad, dedicación, creatividad, talento y paciencia son algunas de las aptitudes que la artesana tiene y además se requieren para desempeñar esta ancestral labor en donde las manos copan el principal protagonismo. «Aquí no hay ninguna máquina» asegura la ovetense, quien lleva 30 años revistiendo y dando una segunda vida a las joyas literarias, aparte de crear pequeñas obras de arte.
La encuadernadora aprendió el oficio tras terminar de cursar delineación en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. «Cuando estudiaba había una asignatura de maquetas y a raíz de eso me dediqué a hacer casas de muñecas para venderlas. Al ver que se me daba bien, un conocido de la familia al que le gustaba mucho la encuadernación compró un taller y me dijo que si me interesaba», cuenta Dolores Díaz Gallego, quien a partir de ese momento comenzó a formarse. «Hice un curso en Francia durante tres meses, luego fui a Barcelona, por último estuve un año en Madrid y luego vine para aquí y me puse a trabajar», detalla.
El nacimiento de «Cola y Engrudo», su propio taller
Durante tres años Dolores Díaz Gallego se dedicó a encuadernar en el taller del conocido de su familia, hasta que en 1995 decidió emprender y montar su marca. Bajo el nombre de Cola y Engrudo, la ovetense abrió las puertas de su propio espacio de trabajo en un local en la calle Ángel Muñiz Toca, donde estuvo hasta hace dos meses, momento en el que se mudó a un bajo de la calle de los Pozos. «Este sitio me gusta mucho, incluso los vecinos me vienen a saludar y dicen que pega mucho en la zona», asegura agradecida la ovetense.
A lo largo de todos estos años, por las manos de Dolores Díaz Gallego pasaron una infinidad de libros. El más antiguo fue un incunable, que es como se conoce a las obras impresas antes de 1500. «Una vez me trajeron un libro y cuando me puse a deshacerlo entero me di cuenta que eran tres en uno y además eran tres incunables. El cliente estaba como loco y yo también», recuerda la ovetense. En este punto la encuadernadora asegura que cuando se trata de un ejemplar de este calibre, «tienes que tener, por supuesto, muy en cuenta la época y para la encuadernación tienes que seguir unas pautas. Las guardas deben estar hechas a mano, al igual que la cabezada que además debe ir cosida». En cuanto a los nervios, «tienes que ir cosiéndolos con una cuerda ancha o con un trozo de pergamino».
«Es un proceso diferente porque tiene que ser más elaborado y con un mayor cuidado», resalta Dolores Díaz Gallego, antes de manifestar que además el libro hay que procurar no tocarlo. «Aunque parezca que tienes las manos limpias, siempre soltamos grasa. De hecho llegan libros que tienen todas las esquinas negras y es simplemente de pasar las hojas», asevera. De la misma manera, a la hora de decorar el ejemplar tienes que hacerlo con gusto pues «si se trata de un libro del siglo XVII tienes que meterle un hierro de la época, no hacerlo con uno modernista».
¿Cómo se le da una segunda vida a los libros?
En este punto, Dolores Díaz Gallego confiesa que el proceso de encuadernación es muy clásico, «como se hacía antes». «Cuando me traen un libro, tengo que deshacerlo, descoserlo entero y volverlo a coser. Luego lo monto con los cartones, formando una pieza entera. Después rebajo la piel porque como viene muy gruesa si la doblas no quedaría bien. Luego forro la portada y la contraportada. Lo hago con engrudo —de ahí el nombre del taller— porque te permite manipular la piel, no te la seca inmediatamente, mientras que la cola la pones y ya no la puedes volver a mover», detalla la artesana.
Una vez encuadernado el ejemplar llega el momento de decorarlo. Con «mucha paciencia y sin correr», Dolores Díaz Gallego utiliza florones para adornar los lomos. Si quiere hacer líneas emplea paletas, que las tiene de todos los tipos. Para poner letras, que también dispone de una amplia variedad, utiliza hierros. «Estas las calientas y, una vez calientes, las marcas con el hierro», precisa la ovetense, quien señala que al fin y al cabo se trata de un trabajo entero manual. «Aquí todo es muy artesano. No tengo ni una sola máquina. Los cartones los corto con una cizalla y los libros con una guillotina, salvo los antiguos que no los corto porque sino pierden valor a no ser que me lo pida el cliente», confiesa la ovetense.
Aunque requiere muchas horas de trabajo, el oficio es «muy gratificante». «Todo lo empiezas y terminas tú. Además puedes hacer lo que quieras, pero es verdad que tienes que tener un poco de mano y gusto porque no puedes mezclar, por ejemplo, la piel con el plástico. No obstante, es un trabajo muy creativo que te da opción a muchas cosas», asegura la encuadernadora. Uno de los encargos más importantes que tuvo fue el libro que la Fundación Príncipe de Asturias regaló a Sus Majestades los Reyes Felipe y Letizia cuando estos se casaron. También elaboró una carpeta con los artistas de grabados donde hacen el cuero en la calle Jovellanos. «Hice tantos trabajos que no sabría con qué quedarme», confiesa.
Especialista en libros de miniatura
Dolores Díaz Gallego hace «de todo un poco» pero sobre todo se dedica a la encuadernación en piel y a la restauración. «Ahora tengo pendiente restaurar este pergamino al que le tengo que hacer un injerto. Esto es lo que a mi me gusta: lo delicado», señala la ovetense, quien además es especialista en la elaboración de libros en miniatura. «El mundo de la miniatura es impresionante. El último que confeccioné fue el cuento de Los tres cerditos. En una caja dentro va la casita de los tres cerditos —por un lado es de paja, por otro de madera y en un tercero de ladrillo— y dentro de esta está el cuento», relata la ovetense mientras muestra su obra.
Un trabajo que lleva muchas horas de dedicación. «Date cuenta que los palitos para hacer las casitas de los tres cerditos son muy chiquitos y hay que ir uno por uno. Además cada libro tiene su sentido», asegura la encuadernadora antes de señalar un corcho donde se encuentra la historia del vino. También Díaz Gallego ha elaborado una caja como si fuera una corbata de camisa, en cuyo interior se encuentra un mini libro sobre la historia y los tipos de nudos de corbata. En una moneda guarda oraciones y también tiene un manuscrito minúsculo con las leyes de los notarios.
El oficio es valorado y su trabajo es reconocido a nivel mundial
Lo cierto es que Dolores Díaz Gallego ha hecho miles de libros en miniatura. «El más chiquitín medía medio centímetro. De hecho, lo puse en una caja y metí una lupa», resalta la artesana antes de señalar que cuando hace una edición encuaderna entre 60 y 80 ejemplares, puesto que «dentro del gremio de los bibliófilos se venden o se cambian». Unas auténticas obras de arte con las que la ovetense ha ganado hasta en tres ocasiones la Miniature Book Competition. «Estoy muy contenta porque es un premio a nivel internacional. Además, aparte de reconocer mi trabajo me ha permitido recibir encargos de fuera como, por ejemplo, Japón», dice orgullosa la artista y señala que su oficio hoy en día está muy valorado, sobre todo por los bibliófilos.
«Tengo muy buenos clientes en Oviedo, en Asturias, pero los mejores los tengo fuera. De hecho, en Marbella tengo un cliente que solo encuaderna libros en miniatura y en Madrid tengo gente que le encantan los libros y nada más que compran uno me lo mandan para aquí para que se lo encuaderne. Además me dejan total libertad para trabajar. Solo me señalan el tipo de material que quieran para la portada y yo ya me encargo del resto, aunque yo hago lo que me digan. De hecho estas navidades vino una chica a la que le encantaron los libros en miniatura y me encargó dos en blanco porque le gustaba para escribir ella», reconoce agradecida.
Gracias a esa fiel clientela, Dolores Díaz Gallego ha conseguido sortear hasta tres crisis económicas. «Durante la pandemia por el coronavirus tuve suerte porque como estaba haciendo miniaturas pude trabajar desde casa. Además como era considerada de primera necesidad, al igual que las imprentas, hice muchos libros sobre todo de listado para los hospitales. Pero ahora lo de la subida de los precios es una pasada. Desde la crisis sanitaria el cartón me subió seis veces y cada tres meses me mandan un aviso de que va a subir. Con el papel pasa lo mismo», implora.
Proyectos futuros
No obstante, Dolores Díaz Gallego es «una privilegiada». «Aquí sigo y estoy muy contenta, ya que la gente me valora y el cliente vuelve siempre porque le gusta como trabajo», destaca. Un oficio que quiere enseñar a las nuevas generaciones. «Cuando abrí el taller empecé dando clases todos los días. Tenía muchísima gente, pero hubo un momento que era o daba clases o trabajaba. Ahora me estoy planteando volver a darlas y seguramente lo haré porque mucha gente me pregunta. Eso sí, será un día a la semana y haremos grupos de principiantes y de avanzados porque ya hay quienes saben coser y demás. La gente lo que quiere es aprender a trabajar la piel y sobre todo a dorar», explica.
Unas clases con las que Dolores Díaz Gallego saldrá de su zona de confort. «Aquí date cuenta que estoy sola durante todo el día. Entonces esto te permite compartir experiencias con gente que es muy agradable, ya que vienen a aprender y a desestresarse porque el trabajo es muy relajante», resalta la ovetense. Además, si hablamos de futuro, a la encuadernadora no le importaría jubilarse en el taller. «No es que sea mi sueño, pero no me va a quedar otra. Aunque es una cosa que no me molesta porque a mi me gusta mucho todo lo que sea manual y cuando marcho de aquí voy para casa y sigo haciendo cosas. Mis amigos incluso me dicen que monte un taller en casa, pero tanto como eso ya no. Me gusta y es muy gratificante. Aunque es como todos los trabajos, hay cosas que no te apetece hacerlas o no es tu día», admite.