La Belmontina, el bar de Oviedo donde los clientes se sienten como en casa
La Voz de Oviedo
Belén Rodríguez lleva las riendas de este tradicional negocio con más de 60 años de historia. Un lugar de encuentro de generaciones de ovetenses que vio crecer a Fernando Alonso, entre otras anécdotas de lo más interesantes
20 Mar 2023. Actualizado a las 09:45 h.
Como el típico bar de pueblo, donde todo el mundo se conoce y el mobiliario es entero de madera, pero situado en pleno centro de Oviedo. Así, con esta frase, se puede describir la esencia de La Belmontina. Situada en la calle del Águila, a escasos metros de la Catedral, por las puertas de esta taberna se han visto pasar generaciones y generaciones de asturianos. Unos clientes que más que consumidores, «somos ya una familia», tal y como asegura Belén Rodríguez, propietaria de este chigre que lleva más de 60 años siendo el lugar de encuentro de muchos amigos y conocidos. Para algunos incluso se ha convertido también en su hogar. «Aquí se sienten como en casa», apunta la hostelera.
Aunque en el toldo de entrada de La Belmontina figura que lleva abierto desde 1954, realmente el negocio nació muchos años atrás. «Antes de que lo regentase mi familia lo llevaban otras personas. Antiguamente no solo era bar, sino también pensión, y se llamaba Bar Muñiz La Belmontina. Después lo cogió un tío de mi madre y luego en el 76 pasó para mis padres», cuenta Belén Rodríguez, quien desde los dos años ya correteaba por el bar. «Me acuerdo de la Panadería Molinón, la imprenta que hasta hace poco estaba aquí, la tapicería Feijoo. Era donde yo jugaba, aparte de por la catedral», rememora a sus 50 la tinetense.
Aparte de criarse y crecer en La Belmontina, donde antiguamente se podía aparcar delante del local, Belén Rodríguez trabajó en el bar «desde toda la vida». Siempre echó una mano a sus progenitores, tanto detrás de la barra como en la propia cocina. Por eso, cuando se jubilaron sus padres en el año 2009, decidió coger ella sola las riendas del negocio. También lo hizo motivada por su situación familiar. «Mi hijo pequeño empezaba el colegio; entonces, ya tenía más tiempo libre», confiesa la hostelera.
Desde que La Belmontina abrió sus puertas «no ha cambiado absolutamente nada». «Está tal cual como antes y seguirá así porque los clientes no me dejan renovar ninguna cosa. No quieren que mueva nada de nada», confiesa Belén Rodríguez, antes de señalar que «lo único que puedo hacer es pintar para mantener las paredes limpias y poco más». Tal es así que la hostelera aún conserva una máquina registradora de las antiguas, que aunque «hoy en día podría funcionar perfectamente», forma parte de la decoración. «Tiene un valor económico, pero es más el sentimental, porque me acuerdo incluso de jugar con ella», rememora.
Una «exquisita» comida para acompañar los tragos
De la misma manera que el mobiliario es de toda la vida, la comida que se sirve en La Belmontina nos transporta a nuestra infancia. «Tengo poca cantidad porque son más bien tapas, pero es todo casero. Apenas uso especias porque me gusta la cocina antigua, la de nuestras abuelas», señala. La especialidad de este bar son los callos y la carne. También el plato de aldea —compuesto por patatas fritas, huevos y chorizo— gusta mucho a todo el mundo. «Y eso que cuando lo puse era por tener algo nuevo, porque yo personalmente no lo veía para un negocio», reconoce Belén Rodríguez, antes de apuntar que la cocina aún se sitúa en la parte de arriba del local, donde hay también mesas de comedor.
Esto lleva a que los clientes, cuando entran por la puerta de este tradicional bar, «se sienten como en casa», y por eso siempre vuelven —pueden hacerlo acompañados de sus mascotas, puesto que se permite el acceso de animales al local—. «Ahora la clientela está renovándose porque la que tenía mi padre por desgracia se fue muriendo, pero ahora viene algún hijo o nieto de esta. Es gente que nació prácticamente aquí y los ves crecer. Además, esa nueva generación te va trayendo otro y también viene gente de fuera recomendada, que eso me enorgullece», afirma Belén Rodríguez, quien asegura que Fernando Alonso pasó parte de su niñez en La Belmontina. «Venía con su abuelo, que paraba mucho aquí. El hombre presumía de su nieto cuando todavía no era nadie», resalta la hostelera.
«Siempre digo que La Belmontina sin los clientes o amigos no sería nada, por mucho que yo hiciera. Si no tuviera el respaldo de ellos, yo no seguiría con el bar abierto. Entonces, todo esto se lo debo y se lo agradezco a ellos», reconoce la hostelera, antes de reconocer que gracias a esa fiel clientela ha conseguido sortear la pandemia del coronavirus, entre otras crisis acaecidas. «Para mí la verdad que fue durísimo. Pero tuve clientes que me llamaban, se preocupaban, me mandaban fotos del local… estuvieron muy atentos. El contacto fue más de ellos conmigo que yo con ellos porque a mí me dio un bajón muy grande, pero en ningún momento me dejaron sola», destaca.
Bajo esta premisa, Belén Rodríguez asevera que «fue cerrar las puertas y no tener ningún ingreso, mientras que los gastos seguías teniéndolos». Aún así,«aprendes de lo malo». «Yo empecé a vivir el día a día, a no pensar en el mañana. Además sabes la gente que tienes al lado y me sorprendieron mucho. Pero bueno, hay que reconocer que hubo locales que lo pasaron peor que nosotros porque aquí al fin y al cabo damos de comer a tres familias, pero hay bares en los que hay muchísimos más trabajadores. Además, para los locales de ocio nocturno fue terrible, porque estuvieron muchos meses cerrados», cuenta.
No obstante, esta «dura» situación ya queda en el recuerdo de La Belmontina, que cuenta con muchas anécdotas. Una de las más llamativas es el crimen que lleva su nombre. «Ocurrió mucho antes de que mi familia estuviera aquí, por lo tanto sé lo que me contaron unos sevillanos porque yo nunca antes lo había oído. No fue el crimen aquí como tal, sino que este fue el lugar donde empezó la discusión. Unos hombres estaban jugando la partida y comenzaron a reñir. Uno de ellos era el limpiabotas y echó a correr. Pero fue apuñalado y acabó muriendo donde el Ovetense», cuenta Belén Rodríguez.
Otro caso llamativo también tuvo lugar hace varias décadas. «Hubo un tiempo en el que mis padres dejaron de vender sidra aquí en el bar. Una vez llegó a Oviedo un ministro francés que vino a ver la catedral y se paró aquí para tomar una sidra. Pero no fue posible porque no la teníamos», relata la hostelera, quien señala que como anécdota está bien, pero lo acaecido después «no me pareció nada bien». Lo cierto es que ante ese suceso, «en la prensa pusieron que era una vergüenza que en el casco antiguo de la ciudad no hubiese ni un solo bar que diese sidra». Algo que «era mentira», porque «no eran todos, sino solo nosotros y eso daña a la imagen de los demás».
Al fin y al cabo La Belmontina tiene mucha historia y Belén Rodríguez quiere seguir coleccionando momentos y poder escribir más capítulos en este bar de toda la vida. «Me gustaría jubilarme aquí, que acabe conmigo no lo sé. Yo quiero otro futuro para mis hijos, pero si quieren cogerlo, yo encantada y les ayudaré. Será la misma tristeza cuando cierre la puerta el último día por no volver que si no se vuelve a abrir más», resalta la hostelera, quien está eternamente agradecida a sus clientes. Es por ello que «siempre intento esmerarme más para darles más de lo que me reclaman».