La Voz de Asturias

Por qué desapareció el «barrio rojo» de Oviedo

Oviedo

D. ROIG
Una imagen de la década de los años 20 del siglo XX que muestra el barrio de la Puerta Nueva de Oviedo

Auge y caída de la Puerta Nueva, una populosa zona que creció extramuros, en la que abundaban los prostíbulos, y de la que apenas queda rastro

07 Sep 2022. Actualizado a las 05:00 h.

 A veces los nombres de los lugares son solo eso, nombres que permanecen fijos en el tiempo cuando todo lo demás ha desaparecido. Es el caso de la Puerta Nueva, el barrio que tomó el nombre de uno de los pasos de la antigua muralla medieval. En ella terminaba desde la época medieval el barrio de Cimadevilla (donde hoy está la plaza del Ayuntamiento) y comenzaba la vida extramuros.

Calles Arzobispo Guisasola y Leopoldo Alas de Oviedo, antiguamente Puerta Nueva Alta y Baja© Daniel Roig

Según la historiadora Gema Adán, recientemente fallecida, (La muralla de Oviedo: construcción, arreglos y desarreglos), sorprende saber que la verdadera Puerta Nueva que se abría en la muralla fue derribada en fecha relativamente reciente, en 1853. La ciudad crecía y esa expansión se produce «sin que las autoridades competentes de la salvaguarda del patrimonio eleven la más mínima protesta», decía Adán.

Pero las dos calles con esa denominación, Puerta Nueva Alta (hoy Leopoldo Alas) y Puerta Nueva baja (calle Arzobispo Guisasola), permanecieron. Su aspecto era completamente diferente hasta el siglo pasado, ahora flanqueadas por el parque del Campillín y constituidas por edificios altos.

Antes de la Guerra Civil se trataba de una zona en la que abundaban los prostíbulos; tenía fama de ser el «barrio rojo» de Oviedo. Según señaló Carmen Ruiz Tilve (en El Oviedo de Dolores Medio, IX Ciclo de Conferencias de la SOF), la Puerta Nueva fue durante muchos años «el barrio de la prostitución ovetense. Y no de una prostitución vergonzante disimulada bajo la apariencia de una vecindad pacífica, como algunas casucas miserables de la calle de Covadonga o de la Vega. La Puerta Nueva exhibía sus desgarraduras morales descaradamente, con un impudor absoluto comparable sólo a su desvergüenza».

Era una calle frecuentada, dice Ruiz Tilve: «Hasta la Puerta Nueva llega comitiva que acompañaba a los entierros y el duelo se despedía en San Roque, allí mismo, bajo los balcones y ventanas de persianas verdes, como un sensato aviso que la muerte daba a aquellas mujeres de mala vida».

El periodista José Díaz Fernández (bajo el seudónimo de José Canel), un testigo de la Guerra Civil contaba, en Octubre Rojo en Asturias: «Las patrullas que llegaban a los prostíbulos de la Puerta Nueva allí se quedaban. Las mujeres temblaban, apelotonadas en la cocina, pero los mineros las sacaban de allí y les hacían bailar, jaleándolas con las manos, llevando el compás con las culatas de los fusiles. (…) Las muchachas tenían miedo y hambre y sobre las rodillas de los revolucionarios no temblaban de pasión, sino de pánico».

El huracán bélico

Llegó la Guerra Civil y el barrio de la Puerta Nueva sufrió las consecuencias directamente. Durante el llamado Cerco a Oviedo, mientras que la calle Magdalena era territorio sublevado, los republicanos ocupaban el exterior durante el asedio. La esquina de las calles Campomanes, Magdalena y Marqués de Gastañaga era un punto estratégico muy fortificado, desde donde se intercambiaron muchos disparos.

Esquina de las calles Campomanes y Magdalena de Oviedo, en 1937, con parapetos de las tropas franquistas. Los edificios de la derecha ya no existen

Y esta es la razón por la que el barrio quedó devastado y finalmente fue derribado en su mayor parte. Los edificios que constituían las calles de Gastañaga y Puerta Nueva resultaron tan dañados que, al finalizar el conflicto, desaparecieron bajo la piqueta y nunca se recuperaron.

Esquina de las calles Magdalena, Marqués de Gastañaga y Campomanes de Oviedo, en la actualidad. El edificio que estaba en la esquina de la derecha desapareció tras la Guerra Civil© Daniel Roig

En su lugar se urbanizó El Campillín y se construyeron nuevos inmuebles en la acera de enfrente que cambiaron por completo su fisonomía y, quizá, también su espíritu.


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