Ramón Rodríguez, director del Ridea: «El mundo de las revistas científicas es una tremenda tiranía»
Oviedo
Un balance de los 75 años de existencia del Real Instituto de Estudios Asturianos, que se cumplirán el próximo mes de agosto
27 Jun 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Hablemos, para empezar, del 75º aniversario del Ridea, que se cumplirá en agosto de este año. La institución nació en tiempos difíciles, todavía de posguerra, pero prosperó.
Sí, en realidad se crea en 1945 y echa andar el 4 de agosto de 1946 como Idea. En el ambiente flotaba la idea de una institución así; de hecho, en los años 20 del siglo pasado durante unos cuatro años existió un centro de estudios asturianos cuyo inspirador fue Juan Uría, pero el proyecto viene de muy atrás. El Idea se crea con la finalidad de dedicarse al estudio de la difusión de la cultura asturiana a iniciativa de la Diputación, y entonces se nombraron los primeros miembros entre personas de relevancia cultural de Asturias (entonces provincia de Oviedo). El aniversario es desde 1945-46 y por eso estamos celebrando en el binomio 20-21, aunque el año pasado, por razones obvias, no pudimos organizar actos.
—¿Qué momentos han sido mejores y peores en una historia tan larga?
Ya desde el principio, en 1946, se hacen publicaciones (la primera con las dintintas hablas de Asturias), empieza a haber muchas actividades, concursos literarios y de fotografía. Esta gran presencia hace que el Idea se convierta en un potente centro esditorial y ese carácter lo sigue manteniendo hasta la actualidad. En 1978 se produjo un cambio importante: hasta entonces, el rector de la Universidad era el director del Idea, pero ese año se establece que sea elegido por los miembros. Se nombra a Jesús Evaristo Casariego, un hombre muy controvertido, que mantenía posiciones políticas exacerbadas y mantuvo conflictos con el Gobierno regional. Ese fue el motivo principal por el que se cambia la ley del Ridea y se acuerda el paso a emérito de los miembros a los 75 años y, al mismo tiempo, entran otros miembros representando a instituciones.
—Y el Idea seguía creciendo…
Claro, va creando una importante biblioteca y archivo, que se nutre de fondos tanto de la Diputación como de distintas donaciones como las bibliotecas de Aurelio del Llano, Fermín Canella, la Sociedad Económica de Amigos del país de Oviedo, una parte del archivo de Valdercarzana y otros muy importantes como el de minas Figaredo o la casa de Berducedo.También muy relevantes son los de Tolivar Alas y Serrano Castilla.
Al mismo tiempo, se produce un incremento cada vez mayor de las publicaciones; inicialmente había un solo boletín con un suplemento de ciencias y después el boletín de ciencias adquiere personalidad propia y se consolida con muy reconocido prestigio. En los últimos años creamos los cuadernos del Ridea para acoger cultura popular, importante aunque no entre en circuitos académicos.
Otro momento destacado es el año 1991, cuando el príncipe de Asturias gira una visita al instituto con motivo de 50º aniversario y entonces, esta se convierte en Ridea.
—Y la actividad editorial continúa.
Sí. En el año pasado, debido a la pandemia, las actividades se vieron muy mermadas, pero mantuvimos mucha actividad editorial, con la edición de diez libros además de los boletines. Habitualmente organizamos muchas conferencias y presentaciones de libros y tratamos de sacar las actividades también fuera de Oviedo.
Tenemos algunas colecciones relevantes como Fuentes de la Historia de Asturias, que va por más de 50 volúmenes y otra que es Asturias, concejo a concejo, una guía divulgativa no al uso turístico.
El consejo general del Ridea, de los miembros con y sin derecho a voto, que se celebró precisamente esta semana, es el que aprueba la programación.
«Queremos que el Ridea vuelva a tener 50 miembros, como antes de 1988»
—La estadística dice que ahora se lee bastante, pero tal vez sin intensidad. El cambio a la cultura digital está acelerado. ¿Cómo se ha adaptado a esto el Ridea?
Es cierto, claro, que las tiradas de boletines se redujeron, pero ahora nos encontramos con que debemos hacer una segunda tirada de algunos libros; hay mucha gente que sigue queriendo el papel. No es lo que era, pero sigue mandando mucho, existe un público fiel que lo demanda. No hay que negar la digitalización, sería absurdo porque su importancia es tremenda, como ocurre en la prensa, pero no olvidamos el papel.
—¿En qué consiste la tiranía de las revistas indexadas de la que usted habló alguna vez? ¿Son excesivamente hegemónicas en el mundo cultural, incluso o especialmente en la era de internet?
Es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan revistas de instituciones como la nuestra. Los universitarios prefieren publicar en revistas de mayor impacto, eso se nota más en ciencia y tecnología, pero también en humanidades. No obstante, contamos con generosas aportaciones de gente relevante, por ejemplo, en nuestro boletín de ciencias. En botánica cuenta mucho. Y en cuanto a cuestiones formales, nuestras revistas responden a lo que son las indexadas y estamos en proceso de que eso ocurra.
—Tal vez son un poco como las agencias de calificación: ellas mismas crearon la necesidad…
El mundo de las revistas científicas internacionales es tremendo. Hay auténticas tiranías, en ocasiones incluso hay que pagar para publicar. Se trata de un monopolio brutal que hace que el precio se incremente a veces de forma desmesurada, incluso ocurrió durante la pandemia. Hay un movimiento de Open access (acceso abierto), que es una aspiración importante de las universidades para escapar de esa tiranía, pero se trata de una labor difícil y queda muchísimo camino por recorrer. Nosotros, en nuestra modesta medida, cumplimos todos los requerimientos formales.
—¿Aspira el Ridea a recuperar presupuesto y el número de miembros?
Queremos que se vuelva a lo que fue antes de 1988, cuando se aprobó la última ley, y vuelva a haber 50 miembros elegibles por ellos, y que si hay representantes institucionales, no influyan en la votación. Eso nos daría una gran amplitud para contemplar materias que no están representadas o están infrarrepresentadas. Ahora mismo tenemos cuatro vacantes de las 29, y antes de finalizar el año sacaremos algunas.
—¿Qué sería lo primero que haría si contara con más presupuesto?
En cuanto a presupuesto, sufrimos un terrible bache en 2018-20 del que estamos saliendo. Lo más urgente, hay que decirlo claramente aunque duela, es que no pagamos a los conferenciantes y queremos pagarles. Eso nos permitiría traer conferenciantes de fuera, lo que ahora no podemos hacer. Nos vemos tremendamente limitados en esto. En cuanto a publicaciones, hay algunas colecciones como el Patrimonio de Asturias (Industrial, militar…), que queremos editar con calidad. También aspiramos a hacer alguna publicación más y dar acceso digital a los libros, digitalizar nuestros archivos, ya que solo una pequeña parte lo están.
—Ustedes han organizado una exposición con joyas bibliográficas. ¿Qué destacaría entre lo más valioso con lo que cuenta el Ridea?
En la muestra no solo hay joyas, sino también interesantes documentos fundacionales y libros de actas, así como una modesta colección de pintura que proviene de donaciones de artistas, algunas muy buenas; y hasta una colección de música de dos donativos: el de Baldomero Fernández y el fondo de Martínez Torner que vino de Modesto González Cobas. Entre lo más valioso, yo destacaría los fondos de la Sociedad Económica de Amigos del País o el fondo de Minas Figaredo. Otro del que hablamos poco, pero es importante, es el de revistas que provienen del intercambio que hacemos en el Ridea con otras instituciones, incluso con universidades.
—El archivo sigue creciendo. ¿Es suficiente el espacio del Palacio de Toreno?
Contamos con un almacén externo, pero el espacio físico para el archivo es escaso. Tenemos que sacar buen partido de lo que queda, pero algún día habrá que ampliarlo.