Un búnker de la Guerra Civil que resiste a las excavadoras
Oviedo
El nido de ametralladoras de San Miguel, protegido por Patrimonio, ha quedado aislado por las obras de la tercera fase del polígono industrial de Bobes
18 May 2021. Actualizado a las 13:18 h.
Es un 20 de octubre de 1936. El frente republicano se está derrumbando en Asturias ante el avance imparable de las tropas franquistas. Las posiciones que habían cercado el Oviedo sublevado durante la Guerra Civil van cayendo. Simbólicamente, pues las trincheras y puestos fortificados quedarán casi intactos.
Aislado y solitario, entre excavadoras, camiones y grúas resiste, 84 años después de ser construido y abandonado, un nido de ametralladoras. Es el de San Miguel de la Barreda, en el concejo de Siero, donde se está llevando a cabo el macropolígono industrial de Bobes.
Muchas otras construcciones asturianas, según han denunciado numerosos expertos en historia militar, han ido despareciendo bajo la piqueta. Esta fue catalogada por el Principado en 2013 (resolución de 4 de enero) en el Inventario de Patrimonio Cultural, por lo que, en teoría, goza de protección. Pero existen malos precedentes.
Cultura solicitó entonces informes «considerando el interés patrimonial» del nido y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando confirmó su interés. Ya entonces, la sociedad Sogepsa (de capital mayoritariamente público) alegó, ya que la estructura queda en medio de la tercera fase del polígono que esta desarrolla (en la primera se está instalando Amazon y la segunda ya está comercializada). Las alegaciones fueron aceptadas parcialmente, lo que significó en la práctica que el nido quedaría aislado dentro de la urbanización del entorno.
Para Ramón Duarte, miembro fundador de la Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar Asturiana 1936/1937 (ARAMA 36/37), sobre el nido se cierne una clara amenaza: «desconozco la intención del propietario, pero quisiera divulgar su importancia patrimonial y evitar una posible destrucción» como ya ha ocurrido en muchos otros lugares. «Mejor ser cautos para no quedar con la sensación de que se podría haber hecho algo», añade.
Algo de historia
Por tanto, ¿cuál es la historia -y el futuro- de ese pequeño pero importante vestigio de la contienda que generó, ya en siglo XXI, una escaramuza burocrática? El propio expediente del Inventario señala la ubicación exacta en San Miguel de la Barreda, frente al polígono de Granda y lo describe: 4,9 metros de diámetro exterior y 1,9 metros de altura, un «nido cilíndrico en perfecto estado de conservación» con base de ladrillo y estructura de hormigón, tres troneras y restos de la meseta para la ametralladora en su interior.
Duarte explica que el nido formaba parte de la segunda línea de fortificación «que el bando republicano, a través de la Comisión colaboradora del E.M. de Fortificaciones, construyó en 1937 para contener una posible ruptura de la primera». Era una línea que arrancaba en Santa María del Mar y acababa al oeste de Trubia. Estaba dividida en 22 sectores protegidos por las divisiones 59ª, 60ª, 61ª y 62ª y sus correspondientes brigadas, dice el investigador.
El nido de ametralladora de San Miguel pertenecía al sector nº4 Bobes-Meres (193 Brigada. 60ª División). «Su importancia estratégica viene dada por la proximidad a la antigua carretera Oviedo-Torrelavega y la línea de ferrocarril Oviedo-Santander».
Como se aprecia en el mapa sobre estas líneas, en el momento en que el bando franquista ya había roto el cerco a Oviedo desde el oeste (a partir de octubre de 1937), se produjo un saliente de tropas nacionales rodeado por norte, este y sur por las líneas republicanas.
En opinión de Duarte, el nido fue abandonado el 20 ó 21 de octubre de 1936, «como casi todas las fortificaciones del área central asturiana ante el derrumbe del frente asturiano en esta zona». Y así llegó hasta nuestros días.
Como decía el Inventario de patrimonio y corrobora Duarte, su estado de conservación es muy bueno «y tiene la tipología típica del nido republicano asturiano» antes descrito. También conserva varias inscripciones en la cubierta en las que se repite el año 1937 «y alguna huella del calzado de los obreros que se subieron a él para rematarlo antes de que fraguara».
«El único factor que podría devaluar su valor histórico podría ser su descontextualización en un entorno industrial, pero aun así hoy en día hay soluciones arquitectónicas que lo pueden convertir en un icono dentro del polígono, de una parcela e incluso dentro de una nave», asegura el miembro de ARAMA 36/37.