El Oviedo que disfrutaba del cine
Oviedo
El gran fiasco de la «operación Brooklyn», que deja un local vacío en alquiler por 28.000 euros, evidencia el afán especulador que cerró todas las salas
24 Jan 2021. Actualizado a las 15:03 h.
El 18 de febrero de 2007 se apagaron los proyectores de los cines Brooklyn. Estos multicines eran de las pocas salas que ya quedaban en Oviedo. Con ellos y algunos otros pocos resistentes terminaría una etapa en la que la capital estaba, quizá, entre las ciudades con más butacas por habitante de España. Oviedo amaba su cine, pero este no le correspondió.
A principios de los años ochenta había nada menos que diez en la capital, algunos de ellos con varias salas: Aramo, Ayala, Principado, Minicines Salesas, Real Cinema, Fruela, Clarín y Brooklyn, a los que se añadían los teatros Campoamor y Filarmónica con sus proyecciones. Otros habían ido abriendo y cerrando durante todo el siglo XX.
Únicamente resisten ahora los del centro comercial Los Prados, con una afluencia no muy numerosa de público, teniendo en cuenta que son los únicos del municipio. La etapa de urbanismo depredador, con una inflación descomunal de los precios inmobiliarios, se llevó por delante muchas salas en favor de otros negocios (aparentemente, en algunos casos no lo fueron) más rentables. ¿Qué fue de ellos?
Los entrañables Brooklyn habían abierto en 1980 de la mano de José María Fernández y Antonio Robles. Daban acceso desde la calle General Zuvillaga y habían sido decorados nada menos que por el diseñador Chus Quirós. Una generación entera les fue fiel hasta su cierre, 27 años más tarde. Un hipermercado ocupó el gran local de 3.500 metros cuadrados, con salida también a Matemático Pedrayes e Independencia, pero fracasó y acabó cerrando poco después. Desde entonces sigue vacío, y ahora se ha puesto en alquiler por 28.000 euros al mes.
El Registro de cinematógrafos de Asturias, editado por el Principado en 2014, recoge datos de algunos de ellos, pero ni mucho menos están todos. Algunos sucumbieron al afán especulativo de fin de siglo. Por ejemplo, los Clarín de Valentín Masip, donde se proyectaba una interesante cartelera, eran de los mismos propietarios que los Brooklyn. Fueron inaugurados en 1980 según un diseño de Javier Calzadilla y, ahora, en su lugar hay un supermercado. Uno más de la media docena que ya funciona (y funcionaba) en el barrio.
El histórico y veterano Aramo había abierto sus puertas en un elegante edificio de la calle Uría en el año 1942. Convertido en una tienda de ropa, aún se pueden ver sus taquillas y reconocer la clásica entrada. Aguantó hasta el año 1984, de modo que todavía lo recuerdan al menos tres generaciones de ovetenses: los que entonces eran niños y ahora son adultos, sus padres y sus abuelos.
También de esa década prodigiosa de los 40 era el cine Santa Cruz, en el número 9 de la calle que lleva su nombre. Llamaba la atención su modernísima decoración con neones; en realidad el portal sigue más o menos como fue, pero el local está vacío. Los proyectores fueron sustituidos por un gran bazar, Giovi, que al parecer no funcionó. Después fue acogiendo distintos usos y finalmente se quedó, como los Brooklyn, en un cascarón hueco.
El cine Principado, en la calle Cabo Noval, funcionaba desde el 1 de marzo de 1928 y ofreció espectáculos hasta 1996; uno de los más longevos, casi siete décadas. También en este caso incidió una cuestión de rentabilidad. Al parecer, el contrato de alquiler no se podía rescindir, pero una inmobiliaria se interesó por el edificio ya que vio el gran negocio que podía suponer vender viviendas en un lugar tan céntrico. Una maniobra no muy clara acabó con los derechos de la empresa del cine y finalmente este fue clausurado y transformado en pisos.
Más antiguo era el Popular Cinema, de los mismos propietarios que el cine Principado. Tuvo varias etapas y una vida larga. Había sido inaugurado en 1922 en Longoria Carbajal (antes travesía Covadonga), pero fue reformado una década más tarde y pasó a llamarse Gran Cinema y por último Real Cinema. De nuevo ampliado en 1954, no era tan lujoso como otros pero contaba con grandes novedades técnicas y un espacio muy amplio. Era un cine muy popular. Aún así, la remodelación de la plaza (con cambio de lugar) y el fin del contrato de alquiler lo llevaron al cierre definitivo en 1998.
En 1962 abrió el Ayala en la calle Matemático Pedrayes. El soberbio edificio diseñado por Juan Vallaure reservó un espacio para el cine, que pese a ser un inmueble catalogado y protegido tampoco se libró de la especulación en 2002. Ahora es un gimnasio, aunque parte de su esmerada decoración se mantiene por obligación de Cultura, como los mosaicos, marquesina, las vidrieras de Charlot y Ava Gardner y otros elementos valiosos. Lo que se ha desvanecido es su espíritu.
La construcción del centro comercial Salesas sobre lo que había sido el convento dio origen en 1984 a los minicines del mismo nombre, junto a la iglesia. No duraron muchos años, apenas 15. La empresa de los grandes almacenes acabó cerrándolos para usar el espacio en una ampliación de sus tiendas hacia el filo del nuevo siglo.
Otros muchos abrieron y cerraron: El cine Asturias comenzó a funcionar en 1951 y duró solo 20 años; se ubicaba en el número 6 de la calle del Postigo, casi frente a Paraíso. Formaba parte de un grupo de casas viejas que fueron todas derribadas para construir nuevos edificios, se accedía por un portal más bien estrecho. De hecho, hay quien recuerda que el cine estaba al final un tanto destartalado.
La Sala Olimpia y el María Luisa eran los años 50. En el año 64 cierra el María Luisa y abre el cine Toreno. En 1969 abrían el Palladium, en Pumarín, dedicado al cine llamado de arte y ensayo, y el Fruela.
Y en los barrios
No todo el cine se veía en el centro. En los barrios e incluso en la zona rural también había salas. En La Argañosa por ejemplo funcionaba desde finales de los 40 la sala con ese nombre, que luego se llamaría Cine Roxy. En la Tenderina, cerca de El Palais, abrió hacia 1970 el México, pero cerró antes de cinco años de funcionamiento. Todos ellos acabarían sus días en el abandono o bien en el aprovechamiento de un suelo cada vez más valioso.