Oviedo, muy noble, leal... y romana
Oviedo
El mito del origen medieval de la capital asturiana que terminó de derribar una prueba del carbono-14
29 Nov 2020. Actualizado a las 05:00 h.
Hace más de diez años que se confirmó que la ciudad de Oviedo no fue fundada por unos monjes en el siglo VIII. En concreto, con el descubrimiento y datación de una fuente romana que se encontró en las excavaciones para ampliar el Museo de Bellas Artes de Asturias. Pero lo cierto es que ya antes existían importantes indicios anteriores como el yacimiento de Paraxuga (donde está ahora la facultad de Medicina). Cuando esa zona del campus del Cristo fue excavada, aparecieron no solo objetos como una moneda de Constantino y una hebilla de bronce, sino incluso estructuras arquitectónicas posiblemente de la misma época. Y hay otros muchos hallazgos romanos en Llagú, Fitoria o Priañes muy cerca de la ciudad.
En la falda sur del monte Naranco, a solo dos kilómetros del centro, se localizaron dos estelas funerarias romanas. La primera es un fragmento de una estela funeraria de caliza descubierta en 1885, en un muro cercano a la puerta de la Casa Rectoral que por aquel entonces estaba adosada a Santa María del Naranco. Hoy en día sólo se conserva en el Museo Arqueológico la cabecera, de forma semicircular y en la que se lee la inscripción traducida del latín como: «Quinto Vendirico, hijo de Agedio». La segunda fue encontrada mucho antes y permaneció en la cabecera de San Miguel de Lillo. Tiene grabado el texto «A Cesarón, hijo de Tabalo».
La fuente
Pero volviendo al centro de la ciudad, el descubrimiento del Bellas Artes fue definitivo. Si había una fuente y calzadas de piedra en lo que hoy es la calle Cimadevilla, los investigadores concluyeron que existía un núcleo urbano de consideración junto a lo que posteriormente sería el complejo palaciego y religioso de los reyes asturianos.
Según las pruebas del carbono-14 realizadas al mortero hidráulico, la fuente se había construido entre los años 240 y 420 de nuestra era, es decir, entre los imperios de Diocleciano y Constantino. El brazo de Roma, aún debilitándose poco a poco, seguía siendo excepcionalmente largo. Eso tampoco quiere decir que no existiera poblamiento anterior, dado que en el concejo se han registrado al menos 15 castros anteriores a la llegada de los romanos.
La historiadora Cristina García-Sampedro señala en su trabajo Origen y fundación de la ciudad de Oviedo (2009) que el hallazgo fue «determinante» ya que «no se emplea esfuerzo, tiempo y dinero en la realización de una fuente que va a quedar aislada en un lugar despoblado», en lo que coincide con otros arqueólogos.
El caso es que el documento primer documento escrito sobre la ciudad es, al parecer, el pacto monástico de Montano y 25 monjes en el año 781 por el que se sometían a un abad llamado Fromistano. Se tomó como origen por ser la fuente documental conocida más antigua. Pero, en opinión de García-Sampedro, «una cosa es el momento en que se crea el germen de una ciudad y otra el momento en que se produce el acto fundacional de la misma», lo que en el caso de Oviedo se produce en «dos momentos separados por un largo espacio de tiempo».
También es posible, explica la autora citando a Fernández Buelta, que cuando llegaran los monjes solo quedaran ruinas y maleza de lo que pudo ser un castro, ciudadela o fortaleza, «quizá la primera fortaleza avanzada de Lucus Asturum, incluso una villa no lejana de las que existieron en el Naranco».
¿Por qué aquí?
La historiadora explica que «teniendo en cuenta la ubicación de la ciudad, podemos advertir que lo más probable es que fuera atravesada por la vía romana que desde Asturia Augusta conducía a Lucus Asturum y desde allí a Lucus Augusti». Es decir, un lugar de paso y parada lógico.
En opinión de García-Sampedro, «en la colina de Oviedo se daban las circunstancias favorables para roturar el terreno y comenzar a cultivarlo. Los territorios adquirían la calificación de lugares poblados cuando se trabajaba la tierra, es decir, cuando el hombre se establecía en ella para explotarla y aprovechar sus frutos».
Máximo y Fromistano convierten la pequeña iglesia de San Vicente en Basílica, que será el núcleo de la ciudad medieval. Pero «será Alfonso II el que dote de funciones de capitalidad a la ciudad. Reorganiza internamente su reino, estableciendo la corte en Oviedo, más o menos hacia el 812, y levantando, en el mismo lugar que lo había hecho su padre, una basílica en honor de El Salvador». Lo que será la Catedral de Oviedo y con el andar del tiempo, el centro de la importante capital del reino. Y esa es otra historia.