Pasa volando
Oviedo
17 Sep 2019. Actualizado a las 09:44 h.
Los domingos con sol tendría que ser obligatorio salir de casa y entregarse al vermú, y más estando en fiestas. En el Bombé era imposible encontrar una mesa libre, las familias esperaban agazapadas en las barras que el botín se pusiese a tiro para sentarse los padres y dejar a la recua a su libre albedrío. En la APARO, recuperándose de la noche anterior y cargando las pilas para el nuevo día, había unos cuantos oviedistas que ya barruntaban que el Real Oviedo les iba a amargar lo que restaba de día. El Tartiere, algo desolado, dejó patente que la ciudad sale pero que las copas pesan: el ibuprofeno fue el desayuno estrella.
España cumplió, pero los azules no: campeones del mundo y en descenso. El domingo que pintaba de fiesta y desenfreno, estirando el fin de semana a más no poder, se vio truncado para muchos. En días como estos se echa en falta a Manolín El Gitano dándolo todo en el Pinón Folixa, con aquellos bailes, ya míticos, con los que deleitaba a los allí congregados. Pese a la falta de Manolo, no faltan sustitutos ocasionales que embriagados por el ritmo, o quizá por algo más, se entregan al baile en cuerpo y alma. Se iba poniendo el sol y el suelo se volvía más pegajoso: el viernes me dejé un playero bailando en los chiringos y a domingo seguía en el suelo pegado; espero que resista todo San Mateo y pueda recuperarlo el 22.
La media de edad de los que fueron a ver a Cruz Cafuné y Dellafuente apenas rebasaba la mayoría de edad, y se dejaba notar por la cantidad de botellas de vodka y zumos de colores psicodélicos y sabores inimaginables que abarrotaban la basura. Dellafuente, que fue al que llegué a ver, tenía a su público volcado. Con una puesta en escena absolutamente coreografiada y un juego de luces hilvanado a la perfección con sus canciones dio fin al tercer día mateíno. Llega una semana dura e intensa, no se queden en sus casas que pasa volando.