El asturiano que acaba de ganar a Glovo en el juzgado: «Te despiden sin explicación. Una carta genérica les vale»
Oviedo
Álvaro Sorio, que deberá ser indemnizado o readmitido, desmenuza el modelo laboral de la empresa
19 Jul 2019. Actualizado a las 22:21 h.
Álvaro Sorio tiene 20 años y llevaba 11 meses trabajando para Glovo cuando la empresa le despidió. La Corriente Sindical de Izquierda (CSI) había denunciado su caso -junto al de otras 170 personas en la región- ante la Inspección de Trabajo y, a los dos días de que recibieran la resolución en la que se reconocía que los «riders» eran falsos autónomos, la empresa comunicó a Sorio que prescindía de sus servicios. Lo hizo por carta, «sin ninguna explicación real», explica Sorio, a quien ahora un juzgado de Oviedo le ha dado la razón. La compañía -que puede recurrir- deberá readmitirle o indemnizarle. Una vez conocida la sentencia, el repartidor desmenuza el modelo laboral de la sociedad.
Sorio, que presentó la denuncia a través de la Corriente Sindical de Izquierda (CSI), explica que a lo largo de los once meses que ha estado en la compañía ha repartido, entre otras empresas, para McDonalds, Goiko Grill, Tagliatella o La Pepita. Desde el primer momento, el único contacto con un responsable de Glovo es con el «GS», el nombre que recibe un mando intermedio que hace de enlace entre la sociedad y los repartidores. Una vez recibida una formación de «entre 5 y 10 minutos», relata el ovetense, y de aportar la documentación requerida, ya formas parte de la plataforma. A partir de ahí, la gestión de los pedidos se realiza a través de una APP.
«Pagan una base de 2,5 euros por pedido, a lo que hay que sumar 50 céntimos por cada kilómetro -calculado por Google Maps- y 5 céntimos por minuto si una vez que llegas al restaurante tienes que esperar más de 5 minutos», prosigue Sorio. Para seleccionar las horas que un empleado está disponible, Glovo abre el calendario dos días a la semana -lunes y jueves-. Dentro de las horas que ofrece a cada «rider», individualizadas, este tiene la opción de elegir. Aunque con matices, ya que Sorio señala que «si no coges hora punta te penalizan en el ranking y luego te ofrecen menos horas». Además, cuando hay picos, Glovo ofrece horas extra entre los repartidores interesados.
La empresa tiene fijado un máximo de horas diarias de trabajo de 13. No hay un límite semanal ni mensual. «Yo procuraba hacer unos 200 repartos cada quince días, que es cuando pagan», detalla el joven. En ese periodo, asegura que ingresaba, en función de la lejanía de los pedidos, «unos 440 euros semanales». De ahí hay que descontar el IRPF y la cuota de autónomos.
Ranking interno
Uno de los argumentos defendidos en todo momento por Glovo para justificar que sus trabajadores sean autónomos es que están disponibles cuando ellos quieren. Pero Sorio discrepa. La plataforma elabora semanalmente un ranking en el que valora a sus trabajadores. En este índice se tiene en cuenta la valoración de los clientes, el número de pedidos realizados y la disponibilidad en hora punta, de ahí que el asturiano defienda que «realmente no hay libertad horaria. Si no trabajas ahí, te penalizan». Además, cuando un cliente realiza una mala valoración «aunque no sea culpa tuya, porque muchas veces es del restaurante», señala Sorio, la penalización supone «que tengas que hacer otros 40 repartos buenos para recuperar posiciones».
Sentencia
Un juez le ha dado la razón y ahora Glovo tendrá que readmitirlo o indemnizarle. «Yo prefiero la indemnización», asevera Sorio, quien añade que ahora trabaja en otra empresa de reparto en la que tiene mejores condiciones. En su opinión, su relación laboral con la empresa está clara. «Somos falsos autónomos porque no tenemos libertad horaria, el sistema que utilizan te limita mucho y tampoco tenemos la opción de subcontratar a otra persona en caso de que en un momento determinado no podamos trabajar. Eso es causa de despido», asegura.
Esta relación laboral propicia también que «te pueden echar sin explicaciones. Con una carta predeterminada que envían a todos les vale». «En mi caso, argumentaron que el motivo eran las amenazas a un compañero, pero era mentira», concluye Sorio.