Tómbola
Opinión
18 Jan 2025. Actualizado a las 05:00 h.
Se acaba de abrir la tómbola para empezar el sorteo, el público se agolpa frente al mostrador atento a su suerte. Poco importa que la megafonía descerraje sonidos chirriantes entreverados con publicidad engañosa y al anochecer caiga el frío sobre la espalda. La expectación es enorme, en proporción con el premio.
Ya nos decía Marisol hace más de medio siglo que la vida es una tómbola, cantando al maestro Augusto Algueró, tan buen músico como mal marido de la desafortunada Carmen Sevilla. (A propósito, la famosa canción Penélope estaba compuesta por él, Serrat incorporó la letra). Y si aceptamos con Marisol que la vida es una tómbola, qué decir entonces de la vivienda, sin vivienda la vida se reduce a una triste sobrellevar el peso y el paso de los años entre ratones y basura. Lo curioso es que ahora, de repente, se pretenda abordar su precariedad con entusiasmo desbordante (¡todo por la ciudadanía!), como si el drama no estuviera produciendo miles de damnificados desde siempre y en mayor medida en los últimos años.
Los sucesivos gobiernos democráticos que nos patronean no han encontrado motivo de alarma hasta que los precios de alquileres y compras han adquirido unas cifras desorbitadas. Es como si a lo largo del año pasado la curva de ascenso no se hubiera ido convirtiendo en una desafiante vertical con final en el infinito. ¿Significará este súbito interés de la oposición y el gobierno, que habrá elecciones anticipadas y van preparando sus trincheras? La pregunta es pertinente, todo hace sospechar que en esta época de agresividad sin límites nos utilicen descaradamente como sacos terreros haciéndonos creer que salen en nuestra defensa.
Los españoles nunca hemos sido gente previsora, precisamente; no adelantar acontecimientos es una recomendación muy frecuente que en definitiva significa calma, que esto da mucha pereza abordarlo, que ya veremos cómo andan las cosas mañana, que incluso puede ser que el mañana no llegue nunca y calentarnos la cabeza antes de tiempo no haya tenido sentido.
Feijóo tomó la delantera la semana pasada y la réplica de Sánchez no se ha hecho esperar, sabe de sobra que quién da primero da dos veces y en su rincón del ring las cosas no andan tan bien como para dormirse en los laureles. (A estas alturas, pocos creen ya que sus familiares y colaboradores sean todos ellos corderos inocentes perseguidos por el lobo). Según he leído, las propuestas de uno y otro líder no son demasiado diferentes, pretender achicar a gran velocidad toda el agua acumulada durante años tiene bastante de utópico.
Además, lo que ahora se consiga sacar adelante, que no parece pueda ser demasiado si necesita aprobación en el congreso, supondrá, con suerte, aguardar un tiempo excesivo, que en el caso de poner en marcha un ambicioso programa de construcción de viviendas se alargará más de un año, por no decir dos. Solo faltaba que, por las prisas, la solución pase por llenar nuestras ciudades de esos horrendos módulos prefabricados de hormigón propios de países comunistas donde los humanos se hacinan como abejas en colmena.
Entre una alienación y otra es difícil decidirse
PERTES, programas bautizados con nombres preciosos, ayudas fiscales, subvenciones a tutiplén, avales gratis, reducciones clamorosas en los tiempos de tramitación de licencias y permisos. La juventud, nuestra juventud, se merece esfuerzo sin límites, sobre todo vosotros, queridos jóvenes que pronto acudiréis a las urnas. Que sepáis que en seis meses vamos a crear el parque de suelo para vivienda pública que no se creó en sesenta años, depositad vuestra confianza en nuestro partido.
Abruma tanto papel, tantas siglas y acrónimos, tantos eslóganes de tapicero y afilador recorriendo las calles voz en grito. Pero lo importante será siempre «No traspasar de ningún modo las líneas rojas» y actuar con «Altura de miras», invocación esta última que, paradójicamente, no deja de desprender un tufo militar y patriotero que a quien va a ser evocado durante todo el año recuerdo haberle escuchado unas cuantas docenas de veces. Qué cosas, cómo nos la juega el idioma y la memoria. También recuerdo haberle escuchado con su habitual socarronería al acelerado Fraga Iribarne, cuando se convocaran las primeras elecciones de la transición, que las siglas tan parecidas y al mismo tiempo tan confusas de muchos contendientes formaban la sopa de letras que siempre precede al segundo plato, el que verdaderamente quita el hambre.
Hasta su mismo declive, la gente de Iglesias y la de Rivera nos llenaron la cabeza con entresijos del refranero popular y sabihondeces de salón que en algún caso tuvieron su éxito, justo es reconocerlo. «No poner palos a las ruedas» lo llegaron a decir todos los diputados para encabezar su aburrida oratoria. Ahora «la máquina del fango» es un recurso dialéctico que ya no da más de sí. Y colores, que luzca el color de las banderías. Y que las líneas, sean rojas socialistas o azules peperas o moradas podemitas o verdes ecologistas o arco iris, para dar satisfacción a quienes las marcan. Siempre supondrá motivo de celebración que la imaginación suba al poder. Pero por ahora no parece que ni la imaginación ni la eficacia del gobierno consigan recabar en Bruselas los fondos necesarios para rescatar a Valencia del desastre. Y el plazo se acaba la próxima semana. Sin prisa, todavía queda una semana, Valencia seguirá ahí.