Defender la democracia
Opinión
10 Jan 2025. Actualizado a las 05:00 h.
Leo con tristeza muchos comentarios contrarios a que este 2025 se recuerde que hace 50 años murió el dictador Francisco Franco. Hago una excepción para quienes consideran que la democracia no llegó con su fallecimiento (en la cama, porque no fue derrocado como en otros lugares que también sufrieron el totalitarismo, como por ejemplo pasó en Portugal), sino que realmente fue a partir de la primera victoria electoral de Felipe González el 28 de octubre de 1982 (no dejan de tener razón porque la transición del 20 de noviembre de 1975 al 6 de diciembre de 1978 no fue tan idílica como se cuenta en la actualidad y, una vez aprobada la Constitución, con el terrorismo [en 1980 ETA asesinó a 91 personas, su año más sangriento] y los ruidos de sables [con el golpe de estado del 23 de febrero de 1981] todo pendía de un hilo).
No obstante, con el fallecimiento de Francisco Franco se puede establecer un antes y un después y, si tengo que elegir, creo que sí son pertinentes todas las actividades programadas por el Gobierno de Pedro Sánchez para este 2025. No escondo que me sobrecoge que la sombra del franquismo siga estando tan presente, y no hay más que ver que el año pasado, con la conveniencia del PP, Vox vio cumplido su objetivo de derogar leyes de memoria democrática en autonomías como Cantabria, Aragón, Castilla y León y el País Valenciano. El objetivo no es reabrir heridas, sino hacer justicia. En ningún otro lugar del planeta hay calles o estatuas homenajeando a quienes privaron a sus habitantes de vivir en democracia, e incluso la derecha participó en ello para así pasar página de un triste pasado. Sin memoria no hay futuro, por lo que veo importante dar a conocer nuestros antecedentes con el fin de no repetir los errores en el futuro (es imprescindible preservar lo ocurrido de generación en generación). Nos enfrentamos a un momento histórico donde el fascismo se está envalentonando y haciéndose fuerte. Parecía imposible su vuelta, pero todo en la vida es cíclico y en la Unión Europea ya ha volado por los aires los cordones sanitarios para aislar a la ultraderecha (en Francia se evitó una victoria de Marine Le Pen en las legislativas, pero los malabares de Emmanuel Macron para formar gobierno no han funcionado por el momento. Si no hay nada ni nadie que lo remedie, el Frente Nacional tiene más cerca que nunca alcanzar El Elíseo en 2027). Por primera vez la extrema derecha dirigirá Austria, en Italia y en Hungría no se atisba ningún agotamiento ciudadano con Giorgia Meloni ni con Viktor Orban y las encuestas hablan de un importante ascenso para Alternativa por Alemania, entre otras cuestiones por el apoyo explícito de Elon Musk (uno no sabe muy bien si merece la pena o no seguir con una cuenta en X [antigua Twitter] e incluso en Meta, que ha dejado de verificar las publicaciones y el algoritmo sigue primando a opciones políticas extremistas).
Con este panorama, debemos tener presente que la democracia hay que defenderla todos los días porque los avances sociales, entre ellas la libertad, no son permanentes. Seguimos viendo las guerras desde una perspectiva militar, como ocurre con el genocidio de Gaza, sin que nos demos cuenta que ahora hay otras vías para hundir países y gobiernos, como por ejemplo con trabas económicas (ahí se explica las amenazas de Trump de poner aranceles a muchos productos extranjeros o de anexionar Canadá, Groenlandia y Panamá a Estados Unidos) o a través del acoso mediático y judicial. Coincido con Pedro Sánchez con que hay que ser valientes (consolidando y avanzando en derechos y en libertades, haciendo de nuestra sociedad una sociedad más próspera y cohesionada, libre y tolerante, combatiendo las 'fake news' y cultivando el optimismo, porque la desesperanza es el mayor corrosivo de la vida en sociedad), pero reconozco que desde mi óptica personal habría que ir aún más allá. La semana que viene cumpliré 39 años, y la España que conozco no tiene nada que ver, afortunadamente, con la que dejó Francisco Franco. Nací en democracia, y concretamente dentro de la Unión Europea. Aunque no tengo otra vivencia personal que la del progreso y la de la libertad, soy de los que no me conformo con lo que hay y me gustaría que, una vez que ha madurado la democracia española, se continúe realizando los cambios profundos que se precisan para fortalecerla, empezando por hacer realidad la igualdad de oportunidades de todas y todos, y ello pasa por una consulta a las y los españoles sobre qué modelo de Estado prefieren (por cierto, creo que la ausencia de Felipe VI en el acto del miércoles fue muy grave [estoy convencido que con otro tema importante nunca habría alegado problemas de agenda]). Seguramente es una entelequia en estos momentos que el PSOE mueva ficha en este campo, pero confío que quienes dirijan el partido en el futuro asuman este compromiso como primer paso para mejorar nuestro sistema democrático. Yo quiero celebrar no solamente lo que hemos recorrido en las últimas cinco décadas, sino también ser protagonista de un nuevo tiempo con el que afrontar todos los retos que nos depare este siglo XXI.