La Voz de Asturias

Padre Almodóvar

Opinión

Jose Cancio
El realizador español Pedro Almodóvar

12 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.

«El hecho de traer al mundo a alguien y que sea una prolongación de tu propia estirpe es un acto egoísta». Esta frase lapidaria bordada en oro no ha salido de la boca del tonto del pueblo, sino del gran Pedro Almodóvar por  quien la mayoría sentimos sincero orgullo y admiración (más antes que ahora). Aunque, según voy recordando, a su lúcida locuacidad nos tiene acostumbrados desde que tras sus merecidos éxitos fue elevado al púlpito por el rebaño de esas mansas ovejas, a las que él cuida como buen pastor de almas y cuerpos. Padre Almodóvar, no te olvides de mí en tu próxima película, ya ves que te estoy dando incienso a dos manos y con la mejor de las sonrisas.  

Desconozco el grado de estudios del insigne, si bien vaya por delante que su previsible condición de autodidacta (o cuasi) debe despertar respeto en su caso y en todos, pues en la mayoría de las ocasiones se trata de gente que, debido a su origen humilde, se vio abocada a renunciar a la formación más sólida que otros recibieron por nacer en cunas más altas. Pero igual que estas personas que destacan gracias a su acreditada valía son acreedores de alabanza y encomio, debe esperarse de ellas que practiquen la prudencia y moderen sus excesos dialécticos. Y este insigne, al igual que sus corifeos, no desaprovecha oportunidad para lanzar a los cuatro vientos sus elaboradas teorías sin temor a meter la pata ni incluso resultar delirante, como cuando también encuentra una idea interesantísima que la inmigración rellene los pueblos de la España vaciada.  

Padre Pedro, sí, pero como sinónimo de papa-pope que pontifica y marca la pauta a multitud de acólitos, no de papá procreador, esa condición irresponsable la cede a los pobres egoístas que tienen la desfachatez de «traer hijos a este mundo tan injusto».

El asunto no da más de si, y lo que pretende ser una crítica a media tarde no debe convertirse en un despellejamiento. Hay que ser generosos, como él dice, pero cuando no están delante los micrófonos ni las cámaras, digo yo. Cámaras de periodistas o cámaras de cine. Por cierto, me gustaría saber en qué momento y por qué razón, algunos decidieron un buen día denominar al mundo del cine como mundo de la cultura. ¿Cultura? La cultura no se adquiere comprando quince obras en librerías de viejo, ni por el hecho de representar a un reconocido autor dramático, ni por ir vestidos de negro de pies a cabeza o adherirse a manifiestos facilones redactados en la factoría. Tampoco el mundo de la música actual está en condiciones de calificarse como mundo de la cultura, sus más visibles representantes casi en ningún caso pueden presumir de haber dedicado muchas horas a desprenderse de su ignorancia. Sus declaraciones altisonantes sobre temas cuya complejidad los excede, unas veces de condena  implacable y otras de genuflexión entusiasta, aportan muy poco que no sea publicidad para sus intereses. Hablan y hablan, desconsiderando que el resto de la plebe nos limitamos a opinar, empapados de dudas, por temor a decir estupideces. Debe ser que los focos los deslumbran y cuando uno se ciega ya se sabe que caer por el barranco es inevitable. Escuchar a Sabina y su troupe dictaminar sobre el bien y el mal sin el menor reparo ni desfachatez, es a veces un ejercicio de paciencia que uno practica porque cuando cantan se siente compensado. Serrat se mide más, procura ser ecuánime y evita la mordacidad, como gente inteligente que es. 

A Almodóvar le seguiré profesando el mayor reconocimiento, de su innegable talento lleva muchos años dejando notorias muestras y sería infame olvidar los momentos de buen cine que nos ha regalado, pero recomendarle que con frecuencia pase una cremallera a la boca puede ser una buena idea, sobre todo para cuando dentro de unos años se recuerde su biografía y los errores apenas signifiquen espasmos de egolatría. Y cuidado con la acidez excesiva, el omeprazol no la cura siempre.


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