Hombre blanco heterosexual español al volante
Opinión
19 Sep 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Todos hemos conocido gente que ha dado positivo en un control de alcoholemia. No es nada extraño. Lo que sí me parece muy extraño es cómo se lo toman algunos. Hace tiempo, conocí a alguien a quien trincó la Guardia Civil mientras conducía al volver del trabajo. Me consta que esta persona bebe a diario y que aquel día había ingerido varias copas de licor de hierbas después de comer y alguna cerveza al terminar la jornada laboral. Lejos de mostrarse compungido por el suceso, empezó a relacionar el supuesto exceso de controles de tráfico con la cercanía de las fiestas navideñas, algo que, por otro lado, sería completamente comprensible. Pero esta persona no relacionó en ningún momento los controles de tráfico en esas fechas con el nada despreciable aumento del consumo de absolutamente todo tipo de drogas con Jesús en el pesebre. En lugar de eso, atribuía los controles a la necesidad de la Guardia Civil de ingresar las pagas extra de los agentes. A esto lo llamó «paguitas».
No sirvió de nada explicarle que eso no funciona así. En su mente, el estado socialcomunista necesita extraer dinero de algún sitio, y el mejor sitio para hacerlo es la gente que sale un poco piripi del trabajo. En ningún momento se cuestionó la posibilidad de que estuviera poniendo en peligro la vida de los demás, no digamos ya la posibilidad de que sus capacidades al volante se estuvieran viendo notoriamente menguadas por la ingesta de alcohol. Tampoco sirvió de nada intentar explicar que la paga extra no sale de lo recaudado por las multas de tráfico como no suele servir explicar a la gente que las pagas extra no tienen absolutamente nada de extra, solo es el salario dividido en catorce pagas. Comprendí que es muy difícil luchar contra un relato con el que se machaca diariamente en los medios el cerebro de la gente, un relato ficticio sobre un estado depredador que no se conforma únicamente con nuestro dinero, sino que también pretende acabar con el bien más preciado de nuestra especie: la libertad.
En muchos medios de derechas y en la derecha política, a veces uno ya no puede distinguir, la libertad es desde hace mucho un término que no tiene ningún significado. A fuerza de sobarlo con las manos sucias, lo que debería ser una palabra de la que emanaran los más grandes ideales ya solo sirve para esgrimir el derecho a comportarse como un salvaje sin civilizar. Libertad es aquello que el hombre blanco heterosexual quiere hacer sin control alguno: ser violento, insultar a Vinicius, tocarle el culo a mujeres desconocidas en los bares, ignorar activamente los límites de velocidad al volante, tener trabajadores sin contrato, no pagar impuestos, insultar al colectivo LGTBI y, por supuesto, poder llevar varias copas entre pecho y espalda mientras conduce. Todas estas cosas que necesariamente implican que los demás deben gozar de menos libertad que uno, vaya. Todo aquello que pueda servir para reducir la libertad de las personas que no me gustan.
El hombre blanco heterosexual español es un ser caprichoso, un niño malcriado y ególatra que cree que el planeta entero conspira contra él. El otro día, mientras desayunaba un café con porras, no pude evitar escuchar la conversación que se desarrolló a mi espalda entre dos hombres, en una mesa contigua, pues otra de las libertades del hombre blanco heterosexual español consiste en obligar a todo el mundo a escucharles. La conversación giraba en torno al anuncio del Gobierno sobre la bajada de la tasa alcohol permitida al volante. Ya no te vas a poder tomar ni una cerveza, decían. Ellos qué saben cuál es mi límite. Lo que pasa es que hay muchas paguitas, lo que pasa es que hay muchos menas a los que mantener, el dinero hay que sacarlo de algún sitio. Solo les faltó mencionar a Irene Montero y a Vinicius. Para rematar, uno de ellos se puso a hablar de cómo el socialcomunismo está erosionando nuestra libertad. La suya, parece ser. No pude evitar pensar en la persona de la que hablo más arriba. Si algo ha conseguido la derecha cada día más delirante que tenemos, es dar cobertura política a lo que no es más que simple estupidez. Este ambiente artificial es tan peligroso que puede atropellarte mientras cruzas la calle. Todo por la libertad del que te atropella.