El seguro antiokupas
Opinión
05 Sep 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Esta semana recibí una llamada de la compañía telefónica con la que tengo contrato recordándome que en cualquier momento puedo activar un seguro antiokupas que está a mi disposición y que, parece ser, debería tener en cuenta. Debo proteger mi propiedad. Es, al parecer, algo sumamente importante, pues a todo el mundo le ha pasado alguna vez en la vida que le ocupen la vivienda mientras se encontraba ausente por ir a comprar el pan, y al volver a casa, se ha encontrado con un montón de gente que no quiere abrirle la puerta y se ha quedado con su vivienda, su ordenador, su gato y, en mi caso, la sorpresa de no saber muy bien qué hacer con tantos libros.
Las compañías, de seguros o no, están vendiendo estos productos ante el clima generado mediáticamente por un problema que no es el principal problema de la vivienda en este país. Realmente hay personas que creen que la imposibilidad o extrema dificultad para acceder a una vivienda está directamente relacionada con la okupación. Es mentira, pero es fácil producir histeria en la población cuando quienes tienen las competencias de vivienda, las Comunidades Autónomas, han abandonado por completo, total y absolutamente, sus responsabilidades al respecto. Mientras estemos preocupados por la okupación, no lo estaremos con la realidad especulativa y secuestrada por la hostelería y el turismo en la que vivimos.
Entendí que la persona que me llamó solo estaba haciendo su trabajo, un trabajo desagradecido, pues no es muy diferente que estar en una cadena de montaje rellenando cajas de cartón con aire, pero la respuesta que tenía dentro y que no quise utilizar es «¿qué propiedad?».
Pertenezco a una de esas clases sociales que no salen en ningún sitio: los trabajadores manuales. También pertenezco a esa clase de adultos que no quieren ser lo que son, esto es, solteros de por vida, y estas dos cosas son un cóctel perfecto para no tener acceso a una vivienda en un país en el que los gobiernos de las Comunidades Autónomas, que son quienes deben regular y solucionar el problema de la vivienda, han abandonado al cien por cien este asunto a su suerte. No soy el único afectado, ni son las personas como yo las únicas afectadas por la ausencia total de políticas de vivienda, pero no pude dejar de pensar en todo esto durante la llamada. Me van a ocupar una propiedad que no tengo y nunca tendré. Debo preocuparme por algo que ocurre muy poco y pagar por ello, no vaya a ser. Ofrecerme un seguro para prevenir la caída de un meteorito en mi salón no me habría sorprendido tanto.
Este clima de estúpida histeria debe estar dando muchos beneficios a señores y señoras que solo sudan en el gimnasio, es un nicho de mercado muy apropiado en esta etapa del capitalismo: asegurar la nada, vender aire. Mientras me despedía de la operadora, rechazando amablemente pasar a engrosar las filas de la estupidez, pensé en hasta qué punto quienes dirigen nuestros destinos, es decir, los que tienen el dinero, están seguros de que todos vivimos ajenos a la realidad y a los números. Supuse que, si se ofrecen esos servicios inútiles, es porque hay gente pagando por ellos. Probablemente, la operadora que me llamó tiene más posibilidades de acabar ocupando una vivienda que de ver la suya ocupada, si es que la tiene. Me invadió una profunda tristeza. Es un sistema perverso y obsceno.