La Voz de Asturias

Los vecinos franceses en el centro del caos

Opinión

Ángel Aznárez
El presidente Emmanuel Macron, en un acto oficial en París el pasado 12 de agosto.

01 Sep 2024. Actualizado a las 11:50 h.

A pocos meses de la toma de posesión de la Presidencia de la República francesa, Emmanuel Macron pronunció un discurso con ocasión del Homenaje nacional al que fuera importante literato, Jean d´Ormesson. Según el también escritor Patrick Besson, Ormesson fue «el escritor de derechas, preferido por las izquierdas». Meses atrás el escritor-académico había descalificado al político por haber calificado éste de crimen contra la humanidad la colonización argelina y por considerar inexistente la llamada cultura francesa. Las palabras, con ocasión del funeral, del Presidente fueron pronunciadas en La Cour d´honneur des Invalides, en la mañana gris del ya lejano 8 de diciembre de 2017, estando allí el féretro del escritor.

 Y un Ormesson que siempre, como tantos otros, había manifestado una inquietud ante el asunto de la muerte, habiéndose preguntado con reiteración: «¿Por qué hemos nacido y en qué nos convertiremos después de la muerte?». Y definió el tiempo «como la marca indudable de un impulso hacia la muerte y la desaparición». 

Y no creo ni que ahora lo sepa.    

El Discurso de Macron fue de una calidad literaria excepcional, recordando a otra obra maestra literaria: La respuesta pronunciada precisamente por el difunto Jean d´ Ormesson al Discurso de recepción de la belga escritora, Marguerite Yourcenar, en la Academia francesa un día, el 22 de enero de 1981, estando presente el entonces Presidente de la República, Valery Giscard. Y académica «de la francesa» M. Yourcenar, gracias al trabajo y esfuerzo de Ormesson, que tanto combatió para que en La Coupole entrara la primera mujer.

Y Macron concluyó su alocución con el recuerdo de lo querido y anunciado por el mismo Ormesson y escrito en una entrevista, años atrás, acerca de su futuro entierro: «En el entierro de Malraux, hubo un gato; en el de Deferre hubo un sombrero. Yo quisiera un lápiz, un crayón á papier, les mêmes que dans notre enfance. Ni espada ni Legión d´honneur». Y el Presidente Macron colocó un lápiz á papier, de color verde, sobre el féretro, envuelto en la bandera tricolor.

El texto de la entrevista, sobre el deseo último acerca del enterramiento de Ormesson, se encuentra en las páginas finales, último capítulo (el XI), páginas 275 y 276, del libro de entrevistas, titulado Garçon de quoi écrire, publicado por Gallimard en 1989, en el que añade Ormesson, a lo leído por Macron: «No quiero un entierro suntuoso, quiero un entierro novelesco». Es lógico que visto lo visto, el entierro suntuoso y con músicas de Mozart, el Presidente pidiera disculpas por tantas solemnidades y protocolos, al parecer, no deseados por el fallecido. Siempre ocurre lo mismo: no hacer caso de las últimas voluntades…

Mas ese libro de entrevistas tiene otro interés añadido: El libro lo firma, además D´Ormesson, un ilustre entrevistador, François Sureau, «defensor de las libertades y derechos humanos», con los habituales títulos y diplomas que tienen en Francia los altos funcionarios, y, además, de la Academia francesa, y autor de buenos libros, entre ellos, uno peculiar titulado Iñigo sobre San Ignacio de Loyola (2010). François Sureau fue antiguo alumno de un colegio de Jesuitas, es indudable. 

El mismo Presidente de Francia, no en 2017 y sí en 2024, el 9 de junio, acaso ya enfermo de narcisismo y de la hybris que corroen y devoran a los políticos de carrera importante y larga, cometió uno de los errores mayores que puede cometer un Presidente de la Vª República: decretar la disolución de la Asamblea Nacional, de manera alocada y aparentemente irreflexible, en un contexto de dificultad máxima para reunir mayorías parlamentarias de gobierno, siendo todo lo de ahora novedad en la Vª República: una asamblea dividida en tres partes, sin posibilidad de coaliciones para nombrar un Primer Ministro o Ejecutivo con estabilidad. 

Y eso que Macron, como se ha escrito «es un maestro del Kairos», que es una palabra teorizada en la Grecia antigua para designar el arte político, consistente en aprovecharse de las ocasiones favorables, aunque sean mínimas. 

Es muy grave la sospecha patrocinada por la extrema izquierda (La France Insoumise) que la más alta autoridad política de Francia, juzgada de derechas, no quiera respetar el resultado electoral. Hay que tener en cuenta que el bloque de izquierdas (LFI y el Partido Socialista) dispone de una mayoría relativa (182 escaños), en número superior a las otras dos, 168 la del bloque «macronista» y asimilados, así como 143 diputados para el tercer bloque de la  extrema-derecha (Agrupación Nacional). La mayoría absoluta está fijada en 289 escaños. 

Es grave que cerca del 70% de los franceses, según Ipsos, consideran disparatada y catastrófica la convocatoria electoral, y dado el endiablado resultado, con mucha dificultad, va a permitir nombrar un Primer Ministro, que pueda sumar, para gobernar con mayoría absoluta. El descrédito del Presidente no puede ser mayor, en los planos nacional e internacional. Las revistas políticas llevan a «portada» a Macron, considerado: «El Rey-Presidente está desnudo». 

Desde que se conoció el resultado de la segunda vuelta de las Elecciones, el 7 de julio, no se deja de proclamar la crisis del sistema político francés y la «gravedad de la situación institucional», también considerada caótica. Por eso, importantes y básicas cuestiones de Derecho Constitucional y de Ciencia Política, ahora, en Francia están en discusión.  De entre esas varias cuestiones, se destacan dos: La exigencia del respeto a la separación de poderes (1) y la naturaleza presidencial o parlamentaria en la Constitución de la Vª República francesa (2).

1º.- La separación de poderes

La Presidenta del Grupo de La France Insoumise en la Asamblea nacional solicitó hace horas que el Consejo Constitucional francés determine si los miembros del Gobierno, en funciones o dimisionarios, y que también son diputados, pueden simultanear los cargos, ejecutivos y parlamentarios, sin violar la separación de poderes (Intervención del Poder Ejecutivo en el Legislativo). En el escrito de la Diputada recurrente, a favor de la separación de poderes y rechazándose la actual compatibilidad, se alegan los artículos 16 de la Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano, y también el 23 de la Constitución vigente, de 1958, razonándose la inconstitucionalidad del artículo 153 de la L.O. del vigente Código Electoral que dispone: «La incompatibilidad no tendrá efecto si el Gobierno es dimisionario».  

Habrá que tener en cuenta que 17, ahora diputados, forman parte del Gobierno dimisionario (el Primer Ministro y 16 Ministros), en un tiempo muy largo, actualmente casi 50 días en funciones. Gracias al voto de los 17 ministros dimisionarios fue elegida Presidenta de la Asamblea nacional una diputada procedente del «macronismo» (220 votos), frente a 207 del otro grupo, un diputado comunista del Nuevo Frente Popular. Además, se razona que durante tan largo plazo de interinidad o de obligada gestión únicamente de asuntos corrientes, se «hacen pasar» por tales asuntos corrientes, los que en verdad no son corrientes, precisamente, propios de un Ejecutivo en pleno ejercicio.  

Hay muchas dudas de que el Consejo Constitucional francés cambie su tradicional y conservador criterio y admita la violación de la separación de poderes en el caso de diputados, también miembros del Gobierno dimisionario: un asunto ya planteado en el año 1986 y que afectó precisamente al actual Presidente del Consejo Constitucional (Laurent Fabius). La trascendencia y efectos de una posible inconstitucionalidad son inmensos, teóricos y prácticos, para Francia y para otros Estados, lo cual aumenta el excepticismo. 

2º.-  Naturaleza presidencialista o parlamentaria de la Constitución de la Vª República

Tradicionalmente se afirmaba que hasta 1958 se venía produciendo un desplazamiento del equilibrio de poderes en beneficio de las Asambleas parlamentarias (III y IV Repúblicas). Se ha dicho que los constituyentes de la vigente Constitución (1958), «han querido reaccionar contra la deriva hacia el régimen de asamblea  que caracterizaron la III y la IV República». 

Se destacó que Michel Debré, Primer Ministro del General De Gaulle, preconizó establecer en 1958 «un régimen parlamentario sin soberanía del Parlamento». Se trató, con la Constitución de 1958, de lo que se denominó «la racionalización del parlamentarismo». Karl Loewenstein llamó al parlamentarismo de la Vª República francesa el «parlamentarismo frenado» y consideró que de acuerdo con las intenciones del General De Gaulle, la Constitución de 1958 trasladó completamente el centro de gravedad político, del Parlamento a una estructura dualista del poder ejecutivo: el Presidente, elegido por sufragio universal, y el Gobierno. 

He de manifestar que lo escrito por M. Duverger en los años sesenta del pasado siglo me sigue pareciendo lo más exacto en relación con lo que ocurre actualmente. Por su interés, del manual Instituciones políticas y derecho Constitucional, de Maurice Duverger, y por su interés, copio lo siguiente: 

«El régimen francés permanece dentro del esquema parlamentario: el Primer Ministro y los ministros forman un gabinete responsable delante de la Asamblea Nacional, que puede forzarle a dimitir por un voto de desconfianza, y el gobierno no puede gobernar sin poseer  o disponer de la mayoría parlamentaria. Este problema ha sido disimulado por la mayoría adquirida por los gaullistas después de 1962 en la Asamblea. Pero en el caso de que volviese a reaparecer la ausencia de mayoría  que había caracterizado a las dos Repúblicas anteriores, el funcionamiento del régimen semipresidencial francés plantearía graves problemas».

Lo que no entendí entonces o me parecía imposible que ocurriera cuando estudié el libro de Duverger, hace décadas, ahora lo entiendo, pues en esas estamos. Y mientras tantos se referían a Francia como régimen presidencial, Duverger, más cauto, lo consideró régimen semipresidencial, siendo también parlamentario, incluso semiparlamentario. 

Pudiera ser razonable que, entre tantas dificultades, en cuestión de horas, Bernard Cazeneuve, sea el Primer Ministro, nombrado por el Presidente Macron. Y aún sin ser nombrado, también muy razonable, comentaremos próximamente sus dos libros, uno sobre François Mauriac y otro Chaque jour compte o 150 días bajo tensión en Matignon, editado por Stock en 2017. En ese libro, de 387 páginas, tienen especial interés las referencias a Emmanuel Macron, que suman unas cincuenta. 


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