La Voz de Asturias

La «nube» no existe, es una mina

Opinión

Eduardo Madroñal

29 Jul 2024. Actualizado a las 05:00 h.

La «nube» no existe. Sentimos causarles tal decepción. Es una palabra que usan para escondernos algo muy terrestre. La llamada «nube» -con la que nos confunden incluso ahora que ha explotado, y que nos ofrecen para almacenar nuestros datos- no está en el cielo, está en tierra, tan en la tierra que puede explotar como una mina. La palabra «nube» -copiada de la inglesa cloud- esconde que en inglés el verbo to cloud significa usar algo para esconder la realidad, para nublar la conciencia. Es decir, la «nube» es una máscara, y bien cara que es.

La «nube» son inmensos centros de datos que ocupan enormes espacios terrestres, que necesitan un elevadísimo suministro eléctrico y también ingentes cantidades de agua para refrigerarlos. La inversión que necesitan es una mina. La información que almacenan es una mina. Incluso la «nube» puede enterrarse. Existe un proyecto para utilizar las viejas minas en desuso como «nubes» subterráneas. Por lo que se ve, la «nube» -ahora que ha explotado- en realidad es una mina en varios peligrosos sentidos.

El dominio monopolista de la «nube»

La concentración de datos en la «nube» está dominada por tres empresas estadounidenses: Microsoft, Amazon y Google. Por eso, cualquier error tiene un impacto global. En este caso, el fallo -provocado por la empresa «líder mundial de ciberseguridad» CrowdStrike (GolpeMasivo o Golpe-a-la-Multitud) en la «nube» Azure de Microsoft- ha afectado a millones de usuarios en todo el mundo, incluidos bancos, aerolíneas, hospitales y hoteles. Para mayor escarnio la empresa de seguridad no repara el error directamente, sino que cada afectado tiene que arreglarlo.

Cuando nos referimos al caos técnico global en realidad ha sido al mundo dependiente del oligopolio estadounidense, desde Europa hasta Australia. Sin embargo, China no se ha visto afectada, debido a su independencia tecnológica y a su desarrollo autosuficiente.

Se ha demostrado una vez más que la dependencia excesiva de los productos tecnológicos de un país entraña riesgos potenciales, como embargos tecnológicos, violaciones de seguridad e interrupciones de la cadena de suministro. Se ha hecho más evidente aún la necesidad de reducir la dependencia europea de la tecnología estadounidense. Si una mera actualización de un programa de seguridad puede paralizar las redes de varios países, ¿qué podría pasar si las principales empresas tecnológicas estadounidenses deciden atacar a un país para sabotearlo?

A nivel mundial, reducir la dependencia de las empresas oligopólicas estadounidenses en el sector tecnológico es crucial, y esto solamente se logra a través de la inversión y el desarrollo de las industrias nacionales -por ejemplo, en Europa- como China nos demuestra.

Y la «nube» aterrizó en España

España se está convirtiendo en el aeropuerto preferido para el aterrizaje de la «nube» de las grandes empresas tecnológicas estadounidenses. Ya lo han hecho Google, Meta, Oracle e IBM. Ahora aparecen Microsoft y Amazon, para construir «nube» que ya incluya bases para la inteligencia artificial. Sus inversiones prometen generar empleo y situar al país en la vanguardia del sector. El problema es el consumo de energía y de agua que necesitan.

Se calcula que el número de centros de datos en España ya está en torno al centenar. España está considerada por los estrategas del Pentágono como un portaaviones anclado en el vientre sur de Europa. ¿Va a ser también un territorio desértico de industria nacional para anclar la «nube» tecnológica de Silicon Valley?

En los terrenos en los que nacen los centros de datos -la falsa «nube»- ya no crecen otras empresas ni polígonos realmente industriales.

¿Por qué no enterramos la «nube» en las minas?

En lugar de elevar centros de datos -que todavía como la «nube» no existen- mejor sería bajarlos a las minas que persisten. La idea consiste en convertir las antiguas explotaciones mineras, aprovechando las galerías con espacio, instalación y suministro eléctrico, y agua subterránea suficiente para la imprescindible refrigeración.

Porque los centros de datos -inmensas naves repletas de ordenadores- necesitan mucha electricidad, absorben mucha energía y generan tanto calor que necesitan una continua refrigeración hídrica para mantenerse operativos. Consumen como si fueran un país.

 


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