La Voz de Asturias

El móvil ese artilugio demoníaco

Opinión

José Manuel Orrego
Una menor consume contenidos digitales desde un teléfono móvil, en una imagen de archivo

09 Mar 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Si Torquemada levantara la cabeza y viera un Iphone, mandaría a la hoguera a su orgulloso dueño, le estaría bien empleado por utilizar artilugios satánicos… y por pijo. Pues bien, no hace falta resucitar al dominico, ya nos sobran inquisidores.

Al parecer, el móvil es una aberración tecnológica que está acabando con nuestros escolares. Ya no atienden, no se relacionan entre sí, sólo sirve para ver pornografía, colgar fotos comprometedoras, tener accidentes, estallar bombas, hacer bullying, sexting, tonting o, ¿sabe una cosa? No entiendo porque seguimos con el móvil en la chaqueta, deberíamos tirarlo inmediatamente, aunque sólo sea por coherencia, o por miedo. El caso es que los profesores, hartos de los dichosos terminales en el aula, y después de muchas, muchas quejas… ¡Tachánnnnn!: el gobierno prohíbe el móvil en los Centros Educativos, «muerto el perro adiós a la rabia».

Siguiendo la saga de los franceses a los cuales les copiamos todo, menos lo bueno, se decide por restringir su uso. -Un momento, quiero ser honesto-, no se prohíbe totalmente, se deja al arbitrio del personal docente… aunque claro, qué profesor se atreve a levantar la veda y además, si la mayoría de los docentes no deja usar estos dispositivos en clase, ¿acaso seré yo el que lo consienta? -Horror, todos aprovecharán mi clase para atiborrarse de smartphone-. Tenga claro que al final, el móvil se prohibirá en el 99,9% de las ocasiones.

Es un universal recelar de lo nuevo, recuerdo cuando llegó a mi casa el primer microondas, poco más nos ponemos casco para echarlo a andar. Mi abuela nunca llegó a usarlo, mi madre poco y yo, con la insensatez de la juventud y el poco respeto que tenía a la vida, calenté un café, -con dos cojones-. Más atrás en la historia, cuando Gutemberg inventó la imprenta, también hubo voces que alertaron del peligro de la popularización de la lectura, «sólo servirá para que la gente deje de trabajar, habrá distracciones, revueltas…» ?esto último pudo ser verdad, de vez en cuando la lectura hace pensar y ya sabe-. Con el ferrocarril pasó otro tanto de lo mismo, los médicos no recomendaban exponer al cuerpo a más de 30 km/h, no vaya a ser que los sesos se aplasten por la aceleración… Siempre igual, los psicólogos lo llaman neofobia. Con la imprenta no pasó nada, con los trenes, vamos a decir que tampoco. Luego ¿por qué no dar una oportunidad al móvil? Este aparato, le guste o no es el artilugio más potente que ha usado el ser humano en toda la historia de la humanidad. Tenemos una máquina que sirve para todo: es una cámara de fotos, un reproductor de música, una televisión, una grabadora, un ordenador, un GPS, todas las aplicaciones que se pueda imaginar y las que están por llegar y, por si fuera poco, de vez en cuando lo usamos para llamar. Desde que el primer homínido utilizó un fémur para romperle la crisma a su rival, hasta el Iphone 15, hemos recorrido un largo camino. ¿Y qué hace la escuela? Pues prohibirlo -total, qué son un millón de años de evolución-. 

Esto es una prueba más de cómo la escuela no está con los tiempos. Por desgracia, y en la mayoría de las ocasiones, los métodos pedagógicos no difieren mucho de los utilizados en el medievo, a saber: memorizar y regurgitar contenidos. ¿Por qué la institución escolar tiene tanto miedo al móvil? Todo lo nuevo trae consigo un coste psicológico, en este caso el profesor pierde capacidad de captar la atención de sus alumnos, pierde además legitimidad académica porque ya no tiene el monopolio de la verdad, cualquiera puede responder a la pregunta más enrevesada a golpe de Google, el profesor deja de ser el baluarte del conocimiento, y eso… le fastidia.

Admitámoslo, nunca en la historia de la humanidad hemos tenido tanta sabiduría en el bolsillo, Habrá algunos que digan: «Oiga eso es trampa, tener un móvil no nos hace más listos, en todo caso algo más informados», pues yo le diría: ¿Y qué? Soy capaz de responderle a cualquier cosa. Si usted es de esos carcas que se empeña en seguir nadando, hágalo, yo iré en barco. Además, si es de los que opinan que hay que estar preparados para un hipotético apagón eléctrico o un sabotaje masivo de los satélites, créame, si ocurriera esa circunstancia, en cualquier caso la sociedad se detendría de todas formas.

Por otro lado, está demostrado que no hay una correlación directa entre el uso de smartphones y el fracaso escolar, es más, a la inversa. Un estudio del King’s College de Londres asegura que los países que más prohíben el uso del móvil en las aulas obtienen menor puntuación en los informes PISA. Resulta indiscutible que el móvil en el aula es un distractor de primer orden, pero no podemos obviar que el uso racional de los teléfonos móviles en la escuela, puede ser un recurso educativo que permite a los estudiantes desde; aprovechar recursos en línea, a realizar estudios en tiempo real o a acceder a recursos de alta calidad educativa. Los smartphones tienen un potencial infinito, por este motivo su prohibición podría privar a muchos menores de una oportunidad de aprendizaje única, ¿por qué algunos se empeñan en que los alumnos no adquieran esas habilidades digitales esenciales para su porvenir?

La escuela no debería prohibir el uso del móvil, tendría que enseñar a usarlo de forma moderada y adecuada. Además, debería haber una implicación mayor de las familias que, en muchas ocasiones, fomentan el uso del teléfono por el simple hecho de tener al menor entretenido. Yo, como otros tantos, también he pecado de este mal. La mayoría de las familias se quejan del uso abusivo de las pantallas, pero hacen la vista gorda cuando les interesa, el niño entretenido con la tablet o el teléfono, no molesta, por lo que representa una actitud un tanto irresponsable e hipócrita por parte de los adultos.

Decía el galeno Paracelso: «sólo la dosis hace el veneno» y eso es precisamente lo que ocurre con el uso del móvil, un poco es bueno, incluso recomendable me atrevería a decir, mucho… pues no. Las familias tienen la responsabilidad de racionar su uso, no la escuela. Ahora bien, la institución escolar tiene que ser consciente del potencial presente y futuro de estos dispositivos y tiene que aprovechar esa capacidad. Imagínese que en su trabajo le impidan mirar el móvil, alguno pensará: «Claro, es que yo soy adulto y además lo uso con cabeza». Párese a pensar, ¿seguro que lo usa con cabeza?


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