La Voz de Asturias

Zorra

Opinión

Eduardo García Morán
El dúo Nebulossa conquista con «Zorra» el Benidorm Fest 2024 y se convierten en los próximos representantes de España en el Festival de Eurovisión

18 Feb 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Amatunte era una antigua población de la costa sur de Chipre en la que vivía un prestigioso escultor, Pigmalión, que moldeó una estatua de mármol de mujer con la que, según una de las versiones de la leyenda, se casó y tuvo un hijo. La razón por la que el artista se avino a su creación fue su rechazo a todas las casaderas de la ciudad, a quienes las consideraba indignas. Pero ¿por qué las consideraba indignas? ¿Eran acaso todas unas brutas y deslenguadas, o más bien unas disolutas y zorras?

La repulsa de Pigmalión a las jóvenes bien pudo haber estado cimentada en la vitola de su condición genérica de meretrices, una condición que desde siempre se le adjudicó a la hembra en todos los contextos sociales, en todos los tiempos. No se olvide que Helena de Troya, para muchos, también lleva sobre ella el sello de adúltera. Y viene esto a colación por la canción «Zorra», que representará a nuestro país en Eurovisión y que está originando contrapuestos: aplausos y rechazos.

Quienes aplauden la canción, más que argumentos, esbozan algún caso similar del pasado y, muy especialísimamente, que «resignifica» la palabra zorra, como si al proyectarse vías secundarias a la principal esta se diluyera, o lo que es lo mismo, que se diluyera el mensaje grueso de quien emplea despectivamente el término, que no es otro que el de puta. «Si salgo sola soy la zorra, si me divierto, la más zorra, si alargo y se me hace de día soy más zorra todavía», dice la letra, que es justamente lo que el macho asevera de tales comportamientos, y que, en el extremo, conduce a la violación y el asesinato.

No se debe banalizar un tótem sexual que se halla enraizado en el tuétano social. El sentido capitular de zorra es atávico, y hasta tal punto que se identifica primariamente con el de puta, y de un modo que, calificar a una persona de puta, es calificarla de zorra, de fulana y de un sinfín de agravios todos ellos vinculados con la humillación por el género, la atalaya desde la que se juzga a la mujer, el criterio parcial de escarnio al que es sometida. La díada zorra/puta es, por lo demás, una unión fecundativa, en nada disímil a la de los siameses.

Ocurre asimismo, y esto no es en absoluto menor, que el éxito de la canción tapona esta díada porque la música es un producto cultural en línea con sus otros muchos productos, donde, para llegar a triunfar, es imperativa la conjunción de agresividad, escándalo, impertinencia, chabacanería. Sólo por medio de estas claves se abre hoy el horizonte al consumo masivo y voraz de lo cutre. Letras pobres, sonidos estridentes, escenografía desmesurada: la música es otro de los síntomas del declive de la conciencia, de la que la ilación de lo basto es lo más congruente. Por eso Nebulossa cantó «soy una zorra, zorra, zorra, una zorra de postal». O sea, una puta de postal.


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