José Luis Garci: un joven de ochenta años.
Opinión

25 Jan 2024. Actualizado a las 05:00 h.
La primera vez que Garci dio un beso, cuando era un chico de la calle Narváez y el Retiro su sitio de recreo, se quedó paralizado, esperando expectante a que sonase música de fondo como pasaba en las películas. Aquí se dio cuenta de que había dos vidas: una en el cine y otra la real, la de él. Pero que eran como vasos comunicantes, que una influía en la otra. Desde bien niño, José Luis Garci, se dio cuenta de que el cine era una vida de repuesto.
El señor Director cumplió ochenta años el pasado sábado, una edad que en todo el mundo parece provecta menos en él. José Luis es un joven de ochenta años, porque como defiende: «La clave está en no perder la curiosidad, la ilusión por hacer cosas y que te pasen cosas, ese punto de entusiasmo». Y nadie como él ha sabido transmitir sus pasiones, contagiarlas, que es lo que uno ha de hacer cuando algo le apasiona: el cine, la radio, el dry martini, el fútbol, el boxeo, el atletismo, los periódicos, la ensaladilla de Casa Rafa. Y tantos fervores más, siempre con su sabiduría y dominio, que hacen que siga viéndose frente al espejo, a pesar del paso del tiempo, como aquel muchacho que empezó a trabajar en el Banco Ibérico en Gran Vía y todas las tardes, a la salida, se metía en cualquier cine a soñar otras vidas.
Pero, a veces, los sueños se hacen realidad. Pocos años después, ese joven, se hizo guionista, luego director, y consiguió con Volver a empezar el primer Oscar para una película en lengua española. También creó una nueva radio, nos contó mundiales y trajo otra manera diferente de ver y hablar de fútbol, narró veladas de boxeo o escribió muchos libros en su Olivetti. Y, sobre todo, enseñó y enseña a amar el cine, envuelto en humo, a varias generaciones de españoles.
Ya sea en radio, televisión o en cualquier otro medio, la labor de JLG como divulgador cinematográfico y cultural está al más alto nivel, vergüenza debería darnos a los españoles no consagrar y reconocer más su labor. Una de las mayores equivocaciones de los Premios Princesa de Asturias es que Garci siga sin ser premiado. Un hombre que tanto ama nuestra tierra, pues su padre era de Gijón y siempre lleva a gala sentirse asturiano, alguien que formó parte activa en las actividades de la Fundación y fue jurado en varias ocasiones, un tipo que puede encarnar en su persona varias candidaturas a la vez. Que no pase como con Ibáñez y tantos otros, a los que se excluyó en favor de otros con méritos dudables o menores. Los reconocimientos siempre han de hacerse en vida: somos de enterrar muy bien y agradecer muy mal. Esperemos que el Director sea propuesto, y si no, hagamos algo para que lo sea, que los actuales miembros del jurado quiten la venda de sus ojos y que se lo lleve este año próximo. Sería de justicia, serviría como ese gran homenaje que Asturias y toda España le debe y una gran forma de celebrar sus cuatro veces veinte años. Ojalá en octubre podamos brindar con un dry martini en el Reconquista por el Princesa de Asturias, la vida y los jóvenes ochenta años del Maestro Garci.