No «pudo» ser
Opinión
10 Dec 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Creó expectativas. Eran personas cultivadas que se proponían recolocar al PSOE por entero en el centro, quitándole la pátina de la izquierda, y ocupar ellos, también por entero, el espacio vaciado. Su idea fuerte era la del «movimiento desde abajo». Ellos no venían a constituirse en un partido político tradicional más. Ellos no tenían la rémora del mando vertical de un líder a quien se debía obedecer sin titubeos, la rémora del bipartidismo a lo Cánovas y Sagasta en la Restauración, la rémora de la corrupción sistémica. No, ellos estaban inmaculados.
Fue en 2014, a principios, y recogían los clamores del Movimiento 15-M (mayo de 2011), donde miles de ciudadanos cabreados exigían la defunción de la omnipotencia de los ricos, con el PP haciendo de correa de transmisión. Exigían hacer política para el pueblo desde el pueblo, un pueblo asambleario. Y los resultados fueron espectaculares. Hasta los socialistas se inquietaron: hubo sondeos que les daban menos intención de voto que a estos jóvenes descastados. Pero, a punto de cumplir diez años desde la presentación del proyecto Podemos, ayer Unidas Podemos y hoy de nuevo solo Podemos, está en caída libre tras la frustración de ver cómo se les iba la influencia en el Estado y, en consecuencia, la huida de los de Ione Belarra de Sumar hacia el Grupo Mixto del Congreso.
Aunque no deberíamos olvidar el acoso mediático de la derecha, las denuncias sin fundamento en los tribunales y la determinación de Yolanda Díaz de acallarlos, en parte, y es pertinente subrayarlo, por las desavenencias aparatosas protagonizadas por las dos ministras «podemistas» en el anterior Gobierno, creemos que la descomposición de Podemos descansa, sobremanera, en el despotismo de los líderes, que es lo que censuraban en 2014, convirtiéndose ellos mismos en «casta» (la millonaria casa de Galapagar que, por desmedida y en un giro surrealista, Pablo Iglesias e Irene Montero sometieron a la consulta de sus bases), así como en dosis superlativas de clásico populismo y de soberbia.
En Asturias se pudo seguir el descenso a los infiernos de los morados, al igual que en otras regiones de mayor peso. Fue un descenso paulatino, sin descanso, muy doloroso de atender al proyecto de salida de hace nueve años.
Los «vicios» de los hombres les incapacitan para desplegar la Idea de Bien y sostenerla en el tiempo. Podemos fue una corriente de aire que espabiló a la izquierda, léase especialmente a Pedro Sánchez, que alentó a los desheredados, a los robados, a los que con su sufrimiento y penuria pagan todas las crisis nacionales y mundiales. Y se hicieron políticas que aliviaron a los sempiternos perdedores, pero esos humanos vicios apagaron la luz de la vela que en 2011 se encendió en la Puerta del Sol.
No pudo ser, y no será, porque los que en la década pasada repudiaban el que llamaban, para denigrarlo, «Régimen del 78» , han quedado tan diezmados que caben holgadamente en el chalet de Galapagar. No obstante, la esperanza del alivio no ha muerto. Otra vela está encendida en La Moncloa, y les corresponde a Sánchez y Díaz protegerla de las embestidas ultras de tantos, que no cejan en intentar asaltar la Democracia a toda costa. Es decir, por la fuerza que no mana de las urnas