La placita del monte llamado de Piedad
Opinión
19 Nov 2023. Actualizado a las 05:00 h.
¿Por dónde empezar? Esa pregunta, frecuente, siempre es de escritor/a, nunca de lector/a; a quien lee da igual: siempre leerá lo que otro escribió antes, creyendo que empieza por el principio, aunque sea el final. Si se escribe, como hicimos en el artículo anterior, En la Plaza de la Catedral y alrededores, de la Caja de Ahorros de Asturias, unos creerán que es el final y otros que el principio. Y surgen preguntas: ¿Final de qué? o, peor aún, ¿Principio de qué?
No hace falta enrollarse más ni entretenerse en pedanterías como citar al poeta Eliot que hizo verso a lo tan sabido y laberíntico: «Lo que llamamos el comienzo es a menudo el fin y llegar a un fin es hacer un comienzo. El fin es de donde arrancamos». Y no se debe confundir al poeta norteamericano, T.S.Eliot, con el también norteamericano Fondo Elliot, el de EDP y de inversiones, que ya empieza en la Hidroeléctrica, antes del Cantábrico, a pedir cambios urgentes.
Arrancamos del Oviedo gótico; todo lo ovetense es gótico, hasta La Regenta y sus amantes, la Catedral con su plaza, los colegios de notarios, las sedes de desgobiernos varios, los hoteles estrellados y hasta la Fábrica de la Vega. Y todo gótico menos San Tirso, que, por nostalgia de catacumbas, es iglesia románica, no gótica.
Gijón es otra cosa, o mejor, son tantas cosas y al mismo tiempo, que es un barullo. Tuvo Gijón «prócer» y «próceres»; hace compatible que una calle recuerde al moro Munuza y que en plaza principal esté la estatua de Pelayo, el primer rey asturiano, y dicen que también godo. Y si Oviedo tuvo su plaza, la del Paraguas, con olor a vaca lechera y a agrias cuajadas, Gijón tuvo la suya, de olor a sardinas, la de la Pescadería municipal, hoy oficina de atención al ciudadano. Y si Oviedo, en lo más alto, el Naranco, tiene un monumento a músculo cardíaco y divino, en Gijón, en la Iglesiona, del Sagrado Corazón, hay otro.
Aunque la llamada «Villa de Jovellanos» es más de la industria que de la cultura, tiene una calle llamada del «Instituto», que tuvo Galería de Arte (Tioda), tienda de luces (Muniello) y de deportes, (Madriles), y en ella sigue habiendo una placita, llamada la del Monte de Piedad, con un solo portal, que tiene hasta número, el dos. A un espacio geográfico tan exiguo, llamarle «Plaza», debió ser por influencia de los del Ayuntamiento gijonés de antes, de concejales y alcaldes poderosos, pues siempre fue de ellos la Vicepresidencia del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros.
Así fue hasta que llegaron «las cornejas y tarántulas», que, por la Ley autonómica de Caja de Ahorros, la Ley 2/2000, de 23 de junio, todo lo desbarataron. Eso si, con alardes, para disimular nefandas intenciones y acciones, de demócratas. De esto es normal que la cirujana Moriyón no sepa nada, pues entonces estaba en otros telares o mejunjes.
El edificio del Monte de Piedad, en Gijón, que da o mira a la plaza de ese nombre, también a la calle San Antonio, y a la del Instituto, fue el Monte y/o Sede de la Caja de Ahorros municipal de Gijón hasta el traslado a la plaza del Carmen, ya Caja de Ahorros de Asturias, por la fusión en 1946 con la provincial de Oviedo. Ese edificio, muy gijonés, es de artística factura: aire de barco, salientes con curvas y viseras, ventanas ojo de buey y vidrieras.
En el piso tercero vivieron mis padres durante treinta años, estando en el piso segundo las oficinas del Sporting de Gijón, lo que me permitió compartir el ascensor con los mejores presidentes que tuvo el Club de Futbol en su historia: Méndez Cuervo, Ángel Viejo, Vega Arango, Ramón Muñoz y Plácido Rodríguez; y también con los mejores jugadores: José Manuel, Quini, Valdés y Eraña, Garcia-Cuervo y Amengual, entre otros. Y he de recordar ahora con afecto al portero del inmueble, Julio, y a su esposa Luz, ya fallecidos.
Quise saber de quién es hoy ese edificio, el de la Plaza del Monte de Piedad, y me enteré: el 41,19% está inscrito a favor de la Caja de Ahorros de Asturias, habiéndose transmitido, por título de venta a la Sociedad mercantil «Beyos y Ponga», el restante 58,81%, siendo la entidad transmitente, la Fundación Cajastur, que previamente había inscrito a su nombre, en el Registro de la Propiedad, únicamente el 58,81%.
No es el momento y ni el lugar para hacer un análisis exhaustivo de esas dos titularidades. Basta con destacar que nos volvemos a encontrar con eso de que el 41,19% esté inscrito a nombre de una entidad ya inexistente, la Caja de Ahorros de Asturias. Si el 41,19% fuere también de la Fundación Cajastur, pregunto: ¿Por qué no está inscrito ese porcentaje de la propiedad a nombre de esa Fundación, incumpliéndose la obligación legal y la estatutaria de hacerlo, tal como expliqué en mi artículo «Los bienes de la Fundacion Cajastur? ¿Si no fuere de la Fundación, de quién pudiera ser? No ya de Liberbank, pues ese banco es ya inexistente al haber sido absorbido por Unicaja Banco.
Me hago muchas preguntas. Hasta me sorprende que el Registrador de la Propiedad haya permanecido impasible, él tan vigilante en teoría de la seguridad jurídica, esencia de la función calificadora y registral, ante un asiento que proclama la titularidad de un bien, un 41,19%, de una entidad inexistente. Si, ya sé, lo de la rogación o petición, pero no me convence.
A.- A la señora, Moriyón, Alcaldesa de Gijón:
Me parece bien, ¡Oh señora! el rigor municipal en el cobro de multas a los ciudadanos, eso es prueba de seriedad, no de cachondeo; pero esa misma seriedad hemos de pedir, a la recíproca, los ciudadanos locales a las autoridades. Recuerdo que el Palacio de Revillagigedo está inscrito a nombre de la extinta Caja de Ahorros de Asturias, inoperantes, por la no inscripción a favor de la Fundación Cajastur, las presunciones de propiedad y posesión que otorga a quien tiene inscrita la propiedad (Ley Hipotecaria). Y si el Palacio sigue sin inscribirse a nombra de la Fundación Cajastur, pregunto: ¿Por qué tanto empeño ilegal y antiestatutario del Patronato de no inscribir? ¿Será el Palacio propiedad de Cajastur, tal como se anuncia en Internet?
Con esas dudas pudiera ser temerario colocar para exponer en el Palacio bienes artísticos del Ayuntamiento de Gijón. ¿Qué compañía los asegurará con tantas dudas? Aquí quedo y sigo esperando por la señora alcaldesa y su Foro, que tantas promesas hicieron contra la corrupción y con su afán tan discreto, el de ella, siempre entre grises y marrones. Y no dudo de sus sabios/as de la asesoría, que no sólo saben de Derecho Administrativo, también de Hipotecario
Y lo que pido es simple y sencillo, que el Palacio de Revillagigedo y lo que está inscrito a nombre de la Caja de Ahorros de Asturias pase a nombre de la Fundación Cajastur, si es ella la propietaria como se dice en Internet, no de Unicaja Banco ni de la sociedad «Beyos y Ponga».
B.- Al señor consejero Peláez, de Hacienda y de los Fondos europeos de Gobierno del Principado de Asturias.
El lunes, 30 de noviembre de 1992, Hans Magnus Enzensberger, serio y de izquierdas, fallecido hace un año, publicó un largo artículo en El País, titulado Compasión con los políticos, que lo terminó así: «Como todos los grupos marginales, como los alcohólicos, los jugadores, los skinheads, también los políticos merecen compasión analítica que es necesaria para comprender su miseria».
Comparto ¡Oh señor! las sensatas palabras de sus últimas entrevistas, pareciendo muy cuco en nido ajeno, y lo que no comparto es porque, con seguridad, no lo entiendo. No entiendo al señor consejero cuando dice: «El Impuesto de Sucesiones evita una sociedad de castas familiares». Hasta ahora bien creí que el Gobierno del Principado no era otra cosa que un conjunto disfrazado para las «castas familiares».
Para saber de lo lícito y de lo ilícito, le basta pedir el Hit Parade» de los «cuarenta principales». Y solicita el consejero, de reciente regreso a Asturias, que se eviten mensajes catastrofistas con daño a la competitividad empresarial. Estoy convencido de que la Cámara de Comercio está en ello y en lo demás, lo de siempre, muy sabido.
Y al señor consejero le pregunto: ¿Ya sus técnicos le informaron de lo de la Fundación Cajastur para saber si es fundación bancaria, como la de La Caixa o la de Unicaja Banco? No pediré que los autonomistas asturianos, incluidos los de I.U., ni los del Gobierno del Principado, sean tan radicales como los independentistas catalanes, pero de eso, a dejar que las competencias autonómicas, las asturianas, transiten por el limbo del ni «fu» ni «fa», hay trecho.
Y le pregunto, señor consejero, para que responda con el mismo celo que lo del Impuesto de Sucesiones: ¿Tiene Asturias pito que tocar en lo de Cajastur? Es muy interesante lo que dicen de usted unos amigos que le quieren: «tiene vocación política y no se la jugará con facilidad». Eso se verá. Entre tanto es aconsejable pedirle también cuidado, pues debajo de las piedras del bardal, puede haber víboras que le claven los dientes, siendo sabido que las víboras tienen el veneno en los dientes y no en la lengua.
Se empezó este artículo con la Literatura y con ella, vaselina mágica, terminará. Lo del ratón y el gato fue una fábula de La fontaine, pero lo que llevamos entre manos y piernas, es mucho más complicado, mucho más, pues es la aventura de un ratón ante gatas rabiosas, falsamente divinas como las egipcias.