Putodefender España
Opinión
10 Nov 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Si nada más se tuerce antes del 27 de noviembre Pedro Sánchez será elegido, otra vez, Presidente del Gobierno. Los acuerdos que ha alcanzado el PSOE con Sumar y con el resto de formaciones políticas garantizan más de los 176 votos necesarios para sacar adelante la investidura y, además, el importantísimo compromiso de agotar la legislatura (lo que me parece un acierto y una buena noticia para nuestro país aunque para haber llegado hasta aquí se haya tenido que ceder en las negociaciones a determinadas cosas incómodas de sobrellevar).
Espero que hasta 2027 no tengamos que volver a las urnas pero es bien sabido que el papel no lo aguanta todo. La nueva legislatura que comienza se afronta con una nueva etapa en Catalunya. Es evidente que el camino no será fácil y estará el camino lleno de piedras porque tanto el PP como Vox harán todo lo posible para dificultar en el Senado la tramitación y aprobación de lo pactado (e incluso recurrirán después a la justicia para que se valore la constitucionalidad de esas decisiones).
A la espera de conocer el texto que se registrará en el Congreso en lo referente a la amnistía, por lo adelantado en rueda de prensa ayer en Bruselas por el número tres del PSOE, Santos Cerdán, la proposición de ley cubrirá «a quienes han estado relacionados con el 'procés'. Desde 2012 a 2023. A partir de ahí tienen que valorar los jueces a quién. No se ha hablado de nombres». Esto último me parece importante, porque dentro de la desinformación generalizada (y en este sentido lamento que muchos medios de comunicación vinculados a la derecha hayan propagado noticias falsas), no fueron pocos los que difundieron que iban a figurar explícitamente las personas a amnistiar.
A mi juicio a Pedro Sánchez y a Puigdemont no les quedaba otra que pactar para hacer posible conformar un gobierno. El PSOE está asumiendo en solitario el desgaste de toda esta polémica, pero también se está creando alrededor del partido una corriente de apoyo y solidaridad que blinda este ataque al sistema democrático (esperemos que no se reproduzcan escenas como la que promovió Donald Trump en la invasión al Capitolio norteamericano).
Es hora ya que la derecha acepte los resultados del 23 de julio, porque fueron unas elecciones limpias y legítimas de las que saldrá un gobierno legal (aunque en las calles y en sus foros de propaganda lancen mensajes negándolo). Cabe hacerse una pregunta: ¿todas las concentraciones contra el PSOE (en su mayoría no autorizadas, como en la que Esperanza Aguirre cortó el tráfico en la calle Ferraz) tenían como objetivo protestar contra la amnistía? Como ciudadano creo que las manifestaciones son un instrumento legítimo y muy sano para la calidad democrática (y no es poca la gente que conozco que no comparte que esta medida se vaya a realizar y que hubiera querido que la consulta a la militancia del PSOE se hubiera preguntado explícitamente por esta cuestión).
Lo que pasa es que cuando tus compañeros de viaje son fascistas y violentos (los cuales no tienen ningún pudor en alardear de ello) es importante marcar distancias. Ayer mismo el PP asturiano prefirió ir de la mano con Vox y se negó a firmar una declaración institucional en la Junta General contra el hostigamiento y acoso a las sedes socialistas. A Alberto Núñez Feijóo se le adelantó, como no, Isabel Díaz Ayuso en la condena a lo sucedido esta semana en Ferraz (luego ella tuvo la desfachatez de decir que «nos han colado una dictadura, los grandes dictadores de la historia se cuelan a través de los parlamentos») con los ‘cayeborrokas’ que dicen ‘putodefender España’, pero oyendo sus proclamas contra el adversario político, contra la jefatura del Estado, contra los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y contra los medios de comunicación (y no digamos la homofobia y la xenofobia de sus cánticos), los demócratas no podemos tolerar estos comportamientos.
Da la sensación que la razón por la que el PP mantiene sus eventos el próximo domingo contra la amnistía es una huida hacia adelante para que la ultraderecha no cope en exclusiva la presión de la calle (al más puro estilo del ‘apreteu’ de Torra, que como con Carod Rovira ya nadie se acuerda de él), pero deberían medir bien algunos mensajes para no crispar más el ambiente político. Todavía están a tiempo de cambiar su estrategia y dejar de imitar a Vox.