La Voz de Asturias

Ha ganado y ha perdido

Opinión

Diego Valiño
Debate de investidura de Nuñez Feijoo

29 Sep 2023. Actualizado a las 05:00 h.

No hubo sorpresas el pasado miércoles y para hoy no se espera que haya penalti en Las Gaunas (como diría José María García) para que en el último minuto Alberto Núñez Feijóo pueda ser investido Presidente del Gobierno.

A mi entender estábamos ante la crónica de una muerte anunciada, como tituló su novela Gabriel García Márquez, porque el líder del PP no se esforzó en absoluto en alcanzar los 176 votos que le convertirían en jefe del ejecutivo. Es más, lejos de negociar y pactar más allá de Vox, Coalición Canaria y UPN, lo que se hizo fue apelar a la bancada socialista a que votase en conciencia. Dicho de otra manera, promovió y alentó el transfuguismo, algo que tras los acuerdos firmados por los dos principales partidos de nuestro país, es lo mismo que hablar de corrupción política (porque sería manipular la voluntad expresada por la ciudadanía en las urnas). Hay que quedarse con lo bueno, porque afortunadamente la democracia ganó y no se produjo una reedición del lamentable «tamayazo».

No sé si decir que se me ha hecho largo este mes que tuvo Feijóo para conseguir su investidura, porque debemos ser conscientes que una de las razones que se miró para fijar la fecha del debate fue calcular en qué día caería la celebración de unas nuevas elecciones si no se constituye ningún gobierno (si se agotan los plazos, tendrán lugar el domingo 14 de enero de 2024, por lo que quedará fuera del periodo navideño). Lo más seguro es que la semana que viene el Jefe del Estado vuelva a realizar una ronda de consultas y, tras esos encuentros, proponga como candidato a Pedro Sánchez, que es evidente que tendrá que sudar la gota gorda para obtener los 178 apoyos que impidieron a la derecha regresar al poder en España.

La verdad es que la estrategia llevada a cabo por el Partido Popular no la he visto para nada efectiva. En primer lugar, por la escenificación que hicieron el pasado domingo en Madrid, protestando por una investidura que aún no ha tenido lugar (con pancartas llenas de faltas de ortografía y erratas, como la de «¡Feijo Fijo!», fotografiada entre otras personas por Mercedes Fernández, «Cherines»). Aunque el fin fuera mostrar fuerza y hacer creer que la calle está de su lado, la realidad es que las y los electores que ejercieron su derecho al voto el 23 de julio les han encomendado liderar la oposición, por lo que aunque parezca broma, no tuvieron reparo alguno en celebrar su fracaso en regresar a La Moncloa.

Ante esta tesitura, Feijóo realizó su intervención asumiendo que es el líder de la oposición. El tono y las materias que le dirigió a Pedro Sánchez estarían muy bien para un Debate sobre el Estado de la Nación, en una sesión de control al Gobierno o incluso en una hipotética moción de censura al actual ejecutivo en funciones, pero no para defender su candidatura a dirigir España. No fueron pocas las referencias que hizo desde la tribuna del Congreso con que él había sido el ganador. Nadie le ha negado nunca su victoria, tanto en votos como en escaños, pero sí su nula posibilidad de sacar conseguir 176 apoyos. Feijóo ha ganado (las elecciones) y ha perdido (la investidura) en esta contienda, y tal y como le advirtió Gabriel Rufián, que no se confíe en que no quieran reemplazarle en el puesto algunas personas de su partido, que hay precedentes muy cercanos con Pablo Casado.

Después del esperpento que supuso la comparecencia de Ramón Tamames, quizás la siguiente haya sido lo que hemos vivido estos últimos días. Feijóo volvió a mentir y a tergiversar la realidad, tal y como hizo en la campaña electoral. No es verdad que él haya preservado sus principios. Si Junts le hubiese apoyado, Vox no lo hubiera hecho, por lo que no tendría la mayoría absoluta. A mí me duele que España no tenga una derecha democrática que ponga límites a la ultraderecha. En otros países europeos, los partidos homólogos del PP no pactan con formaciones similares a Vox. Al dirigente gallego le costó algo de tiempo perder el miedo a los pactos con el partido de Santiago Abascal, pero viendo cómo se han conformado tantos gobiernos locales y regionales (y que a nivel nacional hubiera sido así también de haber sumado 176), las y los votantes de la derecha deben saber que si ambas fuerzas consiguen la mayoría no habrá cordones sanitarios que lo eviten.

En honor a la verdad, hubo un breve espacio de tiempo dedicado por Feijóo en su intervención a desvelar qué haría si fuera elegido presidente. Suena a broma que desde el PP se hable de crear un «delito de lealtad constitucional» cuando son ellos quienes llevan más de cinco años bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Es de chiste que desde la derecha se hable de subir el salario mínimo interprofesional o de revalorizar las pensiones en función del IPC cuando votaron en contra de anteriores subidas, y es un brindis al sol proponer a jóvenes emprendedores exenciones de impuestos en los dos primeros años sin importar su nivel de renta. Es insultante escuchar a un gallegoparlante decir que le parece un karaoke que se utilicen las lenguas oficiales del Estado español.

En resumidas cuentas, Feijóo fracasó, hizo el ridículo, mintió, no estuvo a la altura de las circunstancias y no luchó por conseguir los votos necesarios para ser investido presidente. Con todos estos mimbres, creo que podemos decir que alguien así no merece dirigir España y que ha pasado lo que todo el mundo aventuraba hace un mes: ha ganado las elecciones y ha perdido la investidura.


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